martes, 5 de enero de 2010

EL VIAJE


EL VIAJE


Bandadas de estorninos sobrevuelan los campos
santos o pecadores
con la belleza del mejor ballet sincronizado.
Música silenciosa.

Queda este paisaje sepultado bajo la nieve.
La nieve de la soledad y el olvido.
El aislamiento y la desesperación.
Al fondo del valle más campos. También.
De refugiados.

Huidos de la persecución, las guerras y la hambruna.
Enjaulados tras las alambradas de la política internacional:
poco social.
Abandonados a su suerte. Siempre mala.
Y devorándose.
Con ganas de huir. Otra vez.

Desconfiado es el mendigo que se acerca a reclamar su limosna.
Indiferente y hierático, se la niego.
Insolente y resentido, me insulta.
Ajenos somos ambos al sufrimiento ajeno.
En algo ya nos parecemos.
No nos amaremos los unos a los otros.
Por mucho que los demás presionen.
Los que hablan y agobian y aburren y saben,
son siempre los demás.

En el borde del precipicio veré tus manos
aferradas a las aristas de la roca.
Te dejaré caer y no lo sentiré.
Será eterno tu descenso, y lo harás llorando.

El pasado nos trajo hasta aquí, pero a él también traicionamos:
queremos olvidarlo.
¿Será por el dolor de los recuerdos amargos?

Reunidos los guías espirituales del mundo
han acordado cambiar de hábitos.
Los de paño y de costumbres.
Perdida toda la razón de la existencia
Nadie quiere seguir ejerciendo de profeta.
Menos aún, en su tierra.

Infatigables y nobles se desplazan las formaciones de gansos.
Y grullas garzas pelícanos.
También algún emigrante.
También yo.
Se ha vuelto hostil la vida para todos.

Y por esto, todos nos vamos.


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