"CORAZÓN RE-UNIDO"
Soy un ser sentipensante
- me dijo aquel espíritu del libre sentimiento
con su corazón atravesado de costuras y duelos.
Y su mente preclara cruzada de vida:
de sus trampas y canalladas.
Con mi habitual falta de oportunidad analítica
respondí un "Queda siempre un mañana"
arqueando las cejas igual que un gato frente a lo insólito.
O una cucaracha panza arriba, pateando el cielo ante lo inhóspito.
Puse en evidencia mi insignificancia,
y suerte tuve de que en cuenta no lo tuviera.
Aun con todas mis carencias y nulas habilidades,
aquella mujer de sonrisa clavada al rostro como una coraza
bandera enarbolada al viento que con más furia sople
y energía de reserva infinita
narró ante mis ojos torcidos cómo la mala salud le había jugado la peor de las malas pasadas.
Robándole a mordiscos de bestia voraz
trozos en vivo de su corazón indefenso.
Partes enteras de su alma nunca manchada.
Miembros completos de su cuerpo años de vida ilusiones truncadas.
Lustros pasados y por venir quedaron en la cuneta como montones de polvo;
sin propósito ni sentido.
Escribiendo con ello un nuevo futuro:
Un mañana que nunca estuvo previsto un baúl de preguntas sin responder un desaire permanente a esa vida ladrona y un vacío imposible de conquistar.
La salud rota arrasó su campo de caña con bolas deformes de cañón traidor y pirata.
Expansivas pelotas de carne que crece y no cesa
invadieron de minas antipersonal al ser más indefenso que en su vida existiera.
Quiso miles de veces hacer un trueque a la parca:
- ¡Llévame a mí, cabrona!
Le espetó le pidió le rogó le suplicó y le lloró ni sabe las veces.
Tantas que no lo recuerda;
sí sabe, que no funcionó.
El martillo indolente de una sentencia perpetua
aplastó las cartas de indulto como revienta una oruga
bajo la pata de piedra de un elefante.
Y en una caja con aroma de sándalo y virutas de mirra
guardó todo el amor que no cabe en el mundo.
Los grandes proyectos y los pequeños momentos.
Los besos chiquitos y los abrazos eternos.
Aquel pulgar siempre en alto,
y una adoración envidiable a todos los perros.
En otra, más negra y cubierta de clavos,
la rabia la ira la incertidumbre la vacilación la atonía de los momentos perplejos.
La furia, el desgarro colérico de quien no puede soportar mayor despropósito ni tanto tormento.
Han pasado varios rosarios de días tras aquel desgarrador encuentro con el capricho egoísta de la injusticia divina.
Como cicatrices de guerra le queda una lección que nunca quiso aprender:
dejar de creer en los planes inmensos
que necesitan varios mañanas para ver su buen término.
Hoy vive el hoy como lo que es:
quizás no más que un segundo.
Sin que medie un tercero y no soñad con el cuarto.
Un frágil suspiro en el tiempo.
Una exhalación en el huracán que asola tierra y cielo
sin ser,
este ser o no ser que todo lo tuerce,
no más que otro acontecimiento.
Pero,
en la intimidad de su cuerpo cuando se enfrenta por azar al espejo
y siente que algo late por dentro,
de un salto que más es un sobresalto,
bajo una cascada de agua fría disfrazada de abúlica ducha,
se arranca las ganas y la rabia y la tristeza con una esponja de rosas y jabón de azahar,
porque...
Porque sí: aún está viva.
Y aunque piensa por fuera,
¡ah dios!
Cómo siente por dentro.
© Christophe Caro Alcalde
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