AMANECE QUE NO ES MUCHO
Partió aquella mañana,
del año cristiano de mil novecientos sesenta y cuatro,
en fructuosa búsqueda del yo en el ser y su destino.
-Hizo el mundo una pausa colectiva valorativa reflexiva
de por qué para qué con qué
iba él a cruzar este planeta y no partirlo. Puesto que partió…-
Aliados la lógica emprendedora y la distraída metafísica
adoptó medidas de cautela preventiva.
Tratamientos de yogur con soda para cuerpo y mente,
pues el alma ya la entregó en el mismo momento de la idea:
resultó ser una carga prescindible insoportable.
Arrancó al medio una promesa de no retorno
de fuga sin captura y marcha sin arrepentimiento.
Dobló el junco del tiempo hasta el centro de la tierra
y de aquí al firmamento.
Y de aquí al infinito y más allá y viceversa
y ármese un Tiberio si hace falta que ya nada le importa.
Vaga como pena sin alma desde entonces
por esta subcultura, subyaciendo subalterno
por todo lo volátil y lo efímero.
Súbdito de todo cuanto siente
Rey de todo lo olvidado.
¿Por qué será que de nada se arrepiente
y ocurra lo que ocurra lo disfruta?
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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