FLAT DREAMS
Él fue un chico rebelde asomado al prodigio:
al prodigio de ser un niño prodigio.
Destacó temprano insertado en un grupo con su guitarra de cartón:
de lo que son casi todos los sueños.
Grabó varios discos en el garaje de casa.
(-¡Hay que reivindicar los garajes domésticos! –defendía un sabio en aquel tiempo.)
Sólo vendió a los pocos amigos que todavía quedaban.
Miles de kilómetros docenas de discos varias guitarras después
se sacude el frío junto a una estufa que es un insulto:
24 horas encendida en invierno dentro de una portería-perrera ridícula
donde el niño prodigio prejubilado castigo quema su vida y sus últimos sueños.
Vigila el gran monstruo alienante alienígena que es la gran empresa
donde entierra sus restos de vida hecha a trizas con trozos pedazos.
Después de perseguirlos, esos sueños,
como se va tras las moscas, a guantazos,
volvió al garaje de casa.
(No fue cosa del sabio fue de la puta la vida que no sabe nada o a nada.)
Hoy toca un blues cada noche a la memoria de todos:
De aquellos que ni siquiera persiguieron sus sueños.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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