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jueves, 10 de febrero de 2011
ENCIERRO
ENCIERRO
Perro en su caseta soy. Atado a la cadena perpetua.
Escondido y atemorizado malvivo esta vida
a la que me has condenado.
Traicionando mi lealtad, mis años de cariño y buen servicio.
Siempre me trataste a patadas. Perro soy, al cabo.
Y te dirigiste a mí con gritos desprecio y con insultos.
Mi naturaleza de servidor, todo lo toleró.
No te bastó.
Un día inesperado me echaste de tu vida.
Y lo que antes fueron arrumacos, caricias, lametones
se tornaron arañazos y babas.
Me echaste de tu vida a patadas. Cómo si no.
Tampoco esto te bastó.
En realidad, muerto verme querías. Y aunque durante años
me fuiste envenenando,
enfermo de tristeza y abandono, seguí viviendo.
Sólo por verme cautivo
a la autoridad diste la voz de alarma.
Exigiendo una guarda y protección, que nunca fueron necesarias.
Tuviste suerte y te creyeron.
Se te da bien el drama.
Hicieron por ti lo que querías.
Sin saber que también ellos, eran entonces tus esclavos.
Marionetas dóciles del espectáculo circense
que has hecho de tu vida.
Es lo que tienen las mentiras,
que de puro repetir siempre convencen.
Aquellos hombres me llamaron con engaños.
Y yo de natural crédulo, dejé que me echaran el lazo.
Atado quedé, tal vez para siempre,
en la caseta que es mi cárcel y mi muerte.
Pintadas las paredes con el color de la amargura.
Y aún debo estar contento, me dicen.
Cuántos por menos ahorcados fueron.
Es cierto que la desdicha siempre puede empeorar.
Ni me basta ni me gusta: lo que oigo lo que veo.
Que no es nada porque no hay esperanza.
Amarrado en este minúsculo espacio de silencio y soledad
he pasado los dos últimos años.
Olvidando lentamente los recuerdos:
aquellos días lejanos en que fui tu servidor.
Parece que yo también nací perro esclavo.
Hoy soy un perro despreciado. Insultado y humillado.
Ni orgullo me queda.
No creo que nunca lo tuviera.
Ni esto te basta.
Vienes a visitarme cuando te place.
Pero lo haces a escondidas, de noche o por sorpresa.
Más cuando sabes que duermo.
Es el instinto de quien nace cocodrilo:
se come a sus hermanos. Muere cocodrilo.
Sabiendo que de aquí no puedo escapar
me das una paliza y te vas.
Otra vez los insultos, patadas, reproches, piedras.
La ira descontrolada.
Con la furia hecha persona, me abandonas sin dejarme.
¡Y aún te quejas de que ladre!
Nací perro, moriré aperreado.
Perro aperreado apedreado.
Yo sí que me equivoqué, al elegir mi dueño.
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