sábado, 11 de junio de 2011

LEAVING


LEAVING


Dejaré un día esta tierra que no me vio nacer;
nunca le interesé. Ni a mí ella:
es mutuo el desinterés.

Dejaré esta tierra de pobreza violencia y mezquindad.
Será sin avisar,
para que no me persiga.

Dejaré sin recoger la cosecha:
los frutos en el árbol
el trigo en el campo
las patatas en el barro.

Me iré al anochecer, que nadie me vea.
Será con luna nueva, y caminaré hasta el alba.
Allí donde esté me ocultaré de los rayos del sol,
y los rayos en los ojos del espía.

Escondido en madrigueras de conejo
comeré carne de zorro,
siempre abundante,
bayas y raíces.
No será canibalismo, nunca las tuve.
Menú clásico de aventurero silvestre.

Despojado de todo lo superfluo
caminaré con la ligereza que da saber que no se es.
Nada ocupo en este mundo, nada espero en ningún otro.

Desprovisto de todo plan preprogramado
haré del azar mi guía,
física y espiritual,
y mi aliado.

Seré un pastor del principio de incertidumbre,
pues alcanzar la certidumbre no es la meta, es el final:
nada por descubrir, por hallar.

Dejaré un día esta tierra que no me vio crecer
ocupada como estaba en su cruce de sospechas.
De malas palabras. A veces,
de caminos perdidos.
Lastrada con el peso de la ignominia, la inmundicia.
La infamia.
Gobernada por cuentistas hipócritas analfabetos y tratantes de ganado,
humano.
Administrada por contrabandistas ladrones usureros y prestamistas.
Tierra de persecución al hombre obrero.
De veneración de histéricas, adoración de homosexuales,
adulación de indocumentados, admiración de ateos socialistas y bolcheviques.

Alcanzado mi destino, me sacaré los ojos para no ver tanta miseria,
mental:
la más común y endémica de todas las miserias.
Con clavos encendidos, quemaré mis oídos.
Para no oír tanta soflama mentirosa.
Tanta defensa de la vanidad, culto a la mediocridad,
excitación por la superficialidad y el mercado de chismes,
cuentos y bajezas.
Me cortaré las manos para no tocar los cuerpos que no me pertenecen.
Las cosas que siendo lujosas envilecen.
No hacer trabajos que no ennoblecen.

Aislado, desintoxicado y descontaminado del mundo,
será este el medio para, al fin, ser.
Ser mutilado pero entero.
Ser esencia y pensamiento.
Espiritualidad en la física del ente renovado.
Transmutada de un salto en energía.

Abandonaré, un día, estoy en ello,
esta tierra que no me vio morir.
Ajena a todo sufrimiento, egoísta degenerada y agresiva.

Enterrado al pie de una ladera, bajo toneladas de tierra deslizada,
oigo hablar al caminante. Murmurar y maldecir.
También lo hacen de mí.
A veces me apetece contestar,
sopesado lo que tengo que decir, y analizado quién me puede escuchar,
enseguida se me pasan las ganas.
He dejado el silencio tras mi ausencia,
y la incógnita de qué hubiera sido de mí.

Me pregunto cuándo se escapó el tren de la oportunidad
que hubiera cambiado el destino de mi vida.
Me contestó que quizás ya lo cogí:
¿No fue aquel que partió un día de Matanzas?

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