NADA EN EL TINTERO
Y en casa de Justo y Justa entró la decadencia como se cuelan los fantasmas:
sigilosos sin avisar es tarde para protestar.
Él, hombre trabajador y cabal.
Ella, mujer trabajadora en su casa y cabal.
Ambos un tándem de lucha hasta quedar sin resuello.
Los dos un equipo imbatible un dúo ejemplar una pareja de envidia.
Un guion de ensueño.
Un final sin justicia:
a ella se le fue la razón con la edad.
Quien siempre poseyó razón
desde hace algún tiempo no la tuvo más nunca.
A él le robó la ilusión una banda. De calamidades.
Que si por esto o aquello se fueron a la mierda los dos.
Sin nadie que les atienda viven entre doce paredes de papel pintado
y orines de viejo.
Sábanas amarillas toallas ásperas comida rancia de lata,
para perros de lata.
Joyas de otro tiempo que robará la familia;
cartillas de banco con ahorros y esfuerzo de toda una vida,
que derrochará la familia.
Como hienas se las disputarán a mordiscos de envidia.
Como buitres esperan a que se mueran.
Esto para mí, eso…. Eso también.
Y aquello y lo otro quita de ahí que recuerdo la Justa
lo dejó a mi nombre.
Por aquí lo tengo anotado, tal vez… en un calendario.
En casa de Justa y Justo se coló una pluma con tinta la justa
para las últimas letras del último párrafo.
Del último capítulo de su larga vida contable.
Contable respetable narrable.
En la puerta de entrada, esto dejaron escrito:
“Queridos vuestros y vuestras que saquearéis la casa como bandidos
antes de habernos enterrado,
podéis iros, todos,
y todas,
a tomar por saco. ”
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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