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lunes, 16 de noviembre de 2009
SANTANDER
SANTANDER
Iza en Puerto Chico la bandera, roja y gualda,
el cuerpo de bomberos.
¡Manda huevos!
Al poeta Pepe Hierro que mira a la bahía
se le taladra la cabeza con tamaña estupidez.
E hipocresía. Y cobardía.
Gime el viento entre los mástiles de atraque.
Noche y día. Retorcido.
Gime y no se agota.
Tal vez llora.
Limpian las gaviotas la autovía
picotean la carne del último accidente:
una joven muy tierna.
Los concesionarios de automóviles tienen más luz de noche:
para impresionar a los clientes,
que de día:
por su ausencia.
Tiempos de crisis total.
Total, los valores hace años se perdieron.
Y a nadie le importó.
Devorado es el paisaje por excavadoras,
especuladores y ayuntamientos.
Sedientos de capital fácil y rápido.
El otro capital, el humano,
también se perdió hace años,
triturado por la ignominia y la incultura.
Y la desfachatez.
Tampoco importó.
Visite piso piloto en ayuntamiento piloto
de una España sin piloto.
Son tiempos de desgobierno
en el país de la fanfarria y cuchufleta.
Contamina las marismas Ferrocantábrica
y los miles de habitantes,
mal acomodados,
en urbanizaciones fantasma para durmientes indiferentes.
Trocean las marismas las paralelas de hierro
los polígonos irregulares del puerto, Heras y Muriedas.
Pájaros de acero cabizbajos cuatro patas
duermen el sueño del gigante prisionero.
Del abandono y el olvido.
Duermen y sueñan con los barcos que cargaron.
En un ayer hoy muy lejano.
¿Otra vez la crisis?
Invade la Hierba de la Pampa las cunetas, prados y montes.
Conquista el conquistado. Con retardo.
No ha olvidado.
Desgarra la noche el maquinista afilador
con su tren de vía estrecha y frenos de cuchillo.
En el barrio Las Acacias poco ha cambiado:
siguen su lento doblegar los edificios.
Doblegados por invadir un lugar que no les corresponde:
esos terrenos, eran del mar.
Hoy todos se inclinan humillados.
Y se culpan especuladores, ayuntamiento,
técnicos. Unos a otros.
La culpa será de las excavadoras,
no cuentan con buenos abogados.
Voy a Santander y me voy. Voy y vuelvo.
Limpio zapatos en la plaza del Ayuntamiento
vendo periódicos en la plaza de toros.
Y el buen gobierno se deshace del Caudillo
ecuestre y cagado:
de palomas.
Es buena la coartada para, también,
deshacerse de los locos y borrachos
que dormitan en sus bancos.
Violenta se azota la bahía contra el dique
enterrados en su fango dos siglos de basura.
Retroceden las vacas,
antes sagradas,
por los valles de Cabuérniga, Pas y Soba.
Sobaos, quesadas y cocidos lebaniegos
para matar el hambre.
Orujos para matar el frío.
Paciencia para matar el hastío.
Vengo de Santander y me vuelvo.
Buenos son los buenos momentos.
Tomemos un vaso de leche con bizcocho.
Y paseemos por Comillas
Porque allí, espera la universidad
Y Gaudí.
Son tantas las ocasiones en que...
poco más quiero pedir.
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