domingo, 6 de diciembre de 2009

SOBRECUMPLIR

SOBRECUMPLIR


Rellené un pomo vacío con mermelada de ciruelas
Lo guardé en una gaveta a la espera de mi geba.

He pasado la mañana ordenando tarecos de otra vida
Para esta ya sobrecumplí el plan y nadie se enteró.

Me he enroscado como una serpiente
en torno al cuerpo de mi sombra,
o mi luz.
Que ya me están entrando dudas.

No pedí ni me di pista. No hizo falta:
me la dieron.
Aprendí rápido:
me adueñé de cuanto filo que pude.

Cogidos de la mano cantamos el Queridos Amiguitos
Embullaítos pasamos la noche entre retozos,
quejíos, y soplíos.
Y no sacamos billete para Madagascar.
Al contrario, con la copa de zumo de guayaba en mano
gritamos:
¡Esto está de pinga!

Me desconcierta la contradicción de ver la luz,
y la esperanza,
en el fondo de unas cuencas Tierra Cassel
y unos ojos carmelitas.

Escucho con atención, admiración,
y a veces duelo,
la conversación de unas manos de pianista genetista.
Y a veces duele.
Cuando hablan desde el recuerdo:
revolución o muerte.
Y Saturno se hizo carne y vistió de uniforme.

Lo primero: devoró a sus propios hijos.
Lo segundo: no llegó.
Por suerte.

Aún hoy recojo lágrimas traicioneras,
e inesperadas,
en un buchito.
La pérdida de los otros en bolas de cristal.
Y de sal.
Renuncia obligada a la vida que no debió ser.
Que no se debió vivir.
O malvivir.
De todo aquello
ha de renacer otro ser.

En él,
el buchito,
colocaré la flor de la ilusión,
también la esperanza.
Y en forma de alianza
crearemos nuestra propia minoría étnica.

Sin caudillos, libertadores, salvapatrias,
redentores, mesías ni clarividentes de la verdad absoluta.

Tanto dolor,
tanto dolor,
para nada.

Acondicionaremos un refugio,
en el corazón de un castillo,
en mitad de la nada.

Pero esta nada
será distinta,
porque será el centro de todo.


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