martes, 6 de diciembre de 2016

ON FIRE


ON FIRE








El blanquito caquéctico se movía en el centro de la pista como un negro atlético

subido de revoluciones.

Sin pudor describía obscenos golpes de cadera

que como un cazamariposas atrapaba las miradas de blanquitas escuálidas.

Alucinadas todas con los polvos mágicos que un camarero más generoso de lo habitual

disolvía en sus daiquiris plateados.

Era la sensación del momento y ellas se dejaban seducir hasta más allá de lo imaginable.

Pero mucho más acá de lo reprochable porque en aquel tiempo de excesos y retrocesos

y saltos en el tiempo para no llegar muy lejos

todo era probable.




Sobre las columnas de sonido los vasos vacíos y los ceniceros llenos se multiplicaban con el paso de las horas y las canciones.

Los límites los marcaba el DJ a golpe de surco y disco.

Jugándose reputación y sueldo,

y más de una paliza por frustrados con el canto equivocado,

en cada cambio de tema.




Un compromiso arriesgado pinchar algo nuevo para esas orejas de borregos que hacían como que entendían,

cuando ni siquiera oían al que tenían al lado.

Todo era ruido confusión ácidos alcohol.




Desde los lavabos de señoras,

por decir algo pues ahí las únicas señoras que entraban eran las del personal de limpieza,

el resto no dejaba de ser una fauna de fulanas en busca de polvos y sueldo sin estar claro el orden preferido,

en ocasiones se escapaba un alarido.

No era de placer, esto hubiera sido razonable.

Eran espasmos de estupefacción

ante la incongruencia del nuevo escenario tras dos ácidos mal encajados.




Por los pasillos y entre las butacas en ocasiones coincidían presas con cazadores. - No digo aquí cazadoras por no confundir con las chaquetas. Aunque también:

quien más quien menos gustaba de cambiarse la chaqueta tanto dentro como fuera tanto entre desconocidos como con colegas.

Eran tiempos, como hoy, de mucho cambio de chaqueta -.




Nada nuevo ni distinto a otra noche after cualquiera,

hasta que una rubia con buzón de chupapollas en pleno ascenso subidón le dijo a su amiga más borracha que ninguna:

- Estoy caliente.




La borracha le sopló a una tercera que la primera estaba ardiendo.




Ésta, que acababa de meterle hasta el estómago su lengua áspera a un bombero

con el que se había regalado un intercambio de manoseos tetas-verga para que la envidia matara a testigos y presentes, susurró a su hombre como una gracia que por ahí había fuego.




Tras el largo beso de la iguana ya tenía a su bombero con la entrepierna dilatada, no más que otra manguera simple de uso personal profesional esperando su oportunidad de encontrar cobijo y destino.

Iba por el cuarto " ron con cocaaa colaa " y quinto porro hachís puro marroquí,

así que también su cerebro estaba en ese nivel superior de excitación:

era el momento de demostrar virilidad hombría valor. Quién sabe si aparentar algo de coraje.

Ser leyenda entre tanta hembra delirante.




Gritó el macho con aspiraciones alfa:

- ¡Fuego! ¡Fuego!




No hizo falta un tercer aviso pues otro camarero eventual con intenciones de avispado fijo y ayudante del primero

clavó su codo siniestro de emergencia en el pulsador para emergencias mientras apropiadamente sonaba "Al Calor Del Amor En Un Bar".




Consecuentemente, lo que se prendió fue el diluvio local.

Lluvia tormentosa brotó como un milagro de los surtidores en el techo y la cortina de agua se comportó cual cortina de humo.




"La Estatua Del Jardín Botánico" quiso escapar pero antes la arrolló en estampida un gentío de colgados incapaz de encontrar una salida.

Su vida no era sino puro laberinto




En tumulto grueso y torpe, esta masa informe fue rebotando de pared a pared como lo hacen los muñecos arrojados sin piedad contra la máquina del tren.




Y como tales se fueron lastimando con pisotones y golpes. Con alaridos, ahora sí grandes gritos, y mordiscos.

No hubo sálvese quien pueda en ese circo de la decadencia y el absurdo.

No hubo opciones a las opciones de morir ahogado o aplastado.

O ambos.

"Déjame" a todo volumen en el pincha discos y Los Secretos dejaron de serlo.




Torpes y desentrenados servicios de urgencia cayeron por la zona a cuenta gotas.

- No podía ser de otro modo con tanta agua inútil de por medio -.




Y los cuerpos desarticulados de jóvenes sedientos de emociones fuertes,

y de jóvenas hambrientas de hombres fuertes, los unos clavados contra los otros como nunca antes aunque siempre habían soñado, se disolvieron en la mezcla corrosiva de ácidos alcohol agua a partes iguales.




Cuando los depósitos de la ciudad se sacaron dejó de llover en el local.

Horas más tarde el fofo cuerpo de bomberos consiguió con motobombas de alta potencia drenar el mar de estulticia de aquella sala de fiestas llena de cuerpos sin sentido.




Entre ellos, asomaba la cabeza del compañero:

un recién ascendido a oficial del cuerpo de bomberos con poca experiencia mucho afán por destacar

y todo por demostrar.

En el plato del DJ sonando en bucle: "Hoy No Me Puedo Levantar". Nadie se atrevió a quitarle la razón.




- A la mañana siguiente

la prensa local se haría eco del coraje, pundonor y entrega de éste oficial muerto en valeroso acto de servicio. Un ejemplo para la ciudad una medalla al mérito un sentido homenaje ofrecido por la corporación municipal. Del resto, solo se mencionó el número-.

© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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