martes, 18 de abril de 2017

BOSSA



"BOSSA"




Aquella muchacha de caderas rompientes y pechos de faro para solitarios navegantes

inflamaba el patio de butacas a razón de dos pases diarios con la facilidad y poderío de quien casca los huevos.

Mejor si son del vecino, que los propios no están mejor ni revueltos ni rotos.




Morena de pelo en cabeza y cuerpo

atizaba conciencias y lascivia a partes iguales entre ellos los rudos y ellas las tiernas

también a iguales mitades.




Vuelta tras vuelta

arrancaba suspiros al gentío de pocos gentiles

que en el magro precio del billete exigía derecho de pernada.

Y larga fricción contra su carne magra.




Pocos sabían que tras el ciclorama de cartón y colores de pasión

se ocultaba una vida sin vida ni virtudes ni flores ni aplausos.




Con virutas del día a día

la morena epicúrea repartía su tiempo entre patatas peladas y clases de pragmatismo:

urgía buscar un método abreviado para escapar de ese tiempo y espacio.

A ser posible, que el tránsito no fuera despacio.




En las estanterías de su trampa-hogar

El Sueño De La Razón compartía marcapáginas con Michel De Montaigne y El Hombre En Busca De Sentido.




Subrayando con el mismo lápiz de carpintero aquellos párrafos que eran tesoros para la memoria

y un insulto para los necios.




Los necios y brutos que tras el foso de contención de la orquesta

escupían piropos y lanzaban deseos que como vísceras en un matadero

colgando quedaban de las bambalinas.




Ellas eran peor:

ciegas de ira drogadas de rabia y sofocadas de envidia

arrojaban zapatos con más de una piedra dentro.




Los arcos de proscenium y sus piernas

eran planos paralelos del túnel del deseo.

En el que tanto ellos como ellas

gustosos quemarían el resto de sus grises y adocenadas vidas.




Al acabar hoy la función

Atenea la sabia morena voluptuosa ha adquirido en un puesto de libros viejos el último ejemplar completo de A Very Easy Death.




Pensando que si la vida no le fue fácil

Que al menos lo sea su epílogo imitando consejos de Simone De Beauvoir.


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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