"BOSSA"
Aquella muchacha de caderas rompientes y pechos de faro para solitarios navegantes
inflamaba el patio de butacas a razón de dos pases diarios con la facilidad y poderío de quien casca los huevos.
Mejor si son del vecino, que los propios no están mejor ni revueltos ni rotos.
Morena de pelo en cabeza y cuerpo
atizaba conciencias y lascivia a partes iguales entre ellos los rudos y ellas las tiernas
también a iguales mitades.
Vuelta tras vuelta
arrancaba suspiros al gentío de pocos gentiles
que en el magro precio del billete exigía derecho de pernada.
Y larga fricción contra su carne magra.
Pocos sabían que tras el ciclorama de cartón y colores de pasión
se ocultaba una vida sin vida ni virtudes ni flores ni aplausos.
Con virutas del día a día
la morena epicúrea repartía su tiempo entre patatas peladas y clases de pragmatismo:
urgía buscar un método abreviado para escapar de ese tiempo y espacio.
A ser posible, que el tránsito no fuera despacio.
En las estanterías de su trampa-hogar
El Sueño De La Razón compartía marcapáginas con Michel De Montaigne y El Hombre En Busca De Sentido.
Subrayando con el mismo lápiz de carpintero aquellos párrafos que eran tesoros para la memoria
y un insulto para los necios.
Los necios y brutos que tras el foso de contención de la orquesta
escupían piropos y lanzaban deseos que como vísceras en un matadero
colgando quedaban de las bambalinas.
Ellas eran peor:
ciegas de ira drogadas de rabia y sofocadas de envidia
arrojaban zapatos con más de una piedra dentro.
Los arcos de proscenium y sus piernas
eran planos paralelos del túnel del deseo.
En el que tanto ellos como ellas
gustosos quemarían el resto de sus grises y adocenadas vidas.
Al acabar hoy la función
Atenea la sabia morena voluptuosa ha adquirido en un puesto de libros viejos el último ejemplar completo de A Very Easy Death.
Pensando que si la vida no le fue fácil
Que al menos lo sea su epílogo imitando consejos de Simone De Beauvoir.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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