DES-ENCUENTRO
Hiciste una señal desde el vagón:
¡Sube!
Con el último suspiro un salto.
¡Aquí! ¡Busca el 327!
Lo intenté.
Interceptó el revisor:
me escabullí.
Un atasco de viajeros bloqueó el camino:
me colé.
Dos baúles sin dueño cayeron al pasillo.
De uno extraje un cuaderno de memorias.
Me entretuvieron.
Busqué el 327, no lo encontré.
Pregunté, nadie supo responder.
¡Entendió usted mal!
Sentenció el maquinista.
En el suelo, seguí leyendo las memorias ajenas
como propias.
No está aquí lo que busco.
Me arrojé de aquel tren en marcha.
Despedazándome con el lecho de la vía,
creí ver,
en la última puerta del último vagón:
¡327!
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