OLA Y HOLA
Hago memoria.
Restauré un viejo velero y me lancé a la aventura.
Cortando mares atravesé océanos
dejándome arrastrar por corrientes profundas.
Pasaron jornadas donde mirar lo era todo.
Y no era nada.
Un tornado tornó mi velero.
Una galerna me devolvió a las cavernas:
oscuridad y frío.
Todo superé.
Amaneció soleado una mañana de agosto.
En el horizonte, un velero balsero.
Arropada en una toquilla trajo el viento una canción.
A la misma hora en que mataron a Lola.
Como yo, viajaba sola.
En su neopreno varias costuras:
cicatrices de grandes colmillos
mordiscos de un pasado carcelario.
Sonrió y saludó. Saludó y sonrió.
Curtida en luchar contra el viento,
y la marea,
me pareció fuerte,
y segura.
Envidié su mirada ilusionada y valiente.
La esperanza en los ojos de un niño.
La sorpresa en la mente de un adulto.
El raro privilegio de comenzar de cero,
siendo consciente de ello.
No queriendo perder un solo detalle.
Siendo un segundo un segundo eterno.
El espacio de tiempo que condensa el mundo.
Ella no abandonó su barco
Ni yo el mío
Pero navegamos juntos
De puerto en puerto.
Tuve suerte, aún hoy,
lo hacemos.
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