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martes, 12 de abril de 2011
PROYECTOS
PROYECTOS
Este momento dulce que acaba de salir de la botella como un genio
deberíamos aprovecharlo. No durará mucho.
Ambos sabemos que estamos condenados a entendernos:
a entender que no estamos hechos el uno para el otro.
No te llamaré mi vida ni yo seré tu amor.
No encontraremos las razones para dedicarnos el tiempo necesario.
No habrá, tampoco, interés por escucharnos.
Sabemos de antemano que no nos importa lo que el otro tenga que decir:
frases sin interés ni fundamento.
Dejemos que pase el tiempo como lo hace la tormenta.
Siempre hay calma entre tormentas.
Ayer oí cantar a un ruiseñor en la ventana de nuestra habitación.
Por un instante creí que era aquello una señal.
La inspiración que te sugiere qué camino has de seguir.
En su caso, era volar o morir porque el gato se percató de su presencia.
¿Qué gato nos dio a nosotros el zarpazo letal?
Se nos llevó algo más que la lengua.
Yo lo sabía, tú lo sabías. Creo que también el gato.
¿En qué momento pasa el amor a ser obcecación? Resignación.
¿Cuándo el encanto ha cedido paso al desencanto
y no nos hemos enterado?
Será porque no hemos querido.
Será porque no nos hemos querido. Qué paradoja.
Hagamos algo por nosotros: dejémonos llevar por el viento.
Yo del norte, sabes que siempre busqué el frío.
Tú del oeste, tantas veces a mi lado tuve la impresión
de que cada día te apagabas. Te apocabas. Te ocasabas.
No lloraremos por lo que vivimos.
Sí, sí lo haremos.
Hagamos algo por nosotros: vamos a olvidarnos el uno del otro.
Cedamos paso a la inexistencia, que no es sino la mejor supervivencia.
Nada como la negación de lo vivido para llenarla de sentido.
¡Qué sinsentido!: renegar de la experiencia para actuar con sabiduría.
Abracemos esta nueva filosofía: el amor al abandono.
Ejercitar la desmemoria vaciando el viejo desván de los recuerdos.
Demasiadas telarañas descubren nuestro inútil paso por la vida.
Seamos prácticos, demolamos.
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