VARIEDAD DE ESTILOS
Chirriaba una concertina por la estepa siberiana,
nada que ver con Lisboa o Buenos Aires,
con un eunuco vestido de Genghis Khan presionando con saña los botones minúsculos.
Roto el silencio absoluto por un momento de lujuria visual
aplauden con las rodillas los asistentes al pobre espectáculo:
una monja agnósica un músico anósmico un jinete afásico
un cetrero anorgásmico y un pastor abúlico.
Aplauden sin ganas hasta que les sangran las orejas.
Un halcón peregrino por error peregrina en ese momento y espacio del tiempo,
y el rebaño de orugas urticantes da saltos en círculo ante los oídos atónitos de sapos
y los ojos larvados de caracoles zombis.
Se pasea un pez gato con un ratón amarillo a la espalda y una flor en la boca;
en la boca de éste que el gato prefiere mustias ramitas de olivo cristiano.
Ninguno responde a la llamada,
de la selva,
que les hace vía móvil un pigmeo pívot de la NBA los domingos
y cuenta cuentos leyendas urbanas las noches de juernes.
Hay un rasguño en la tela de este cuadro surrealista
por el que la cabeza de un poeta español asoma.
Es su intento por escapar de la oscura mediocridad del entorno y vivir,
por un rato, en el realismo mágico.
Detrás de este lienzo solo hay realismo trágico.
Quién lo iba a decir, yo creí que este texto solo describía un mundo fantástico.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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