No esperé a que cicatrizaran las heridas.
Gotas de sangre y sal
marcaron el camino que tomé.
Subí a mi moto, marché.
Desnudo ante el viento
huí derramando errores y temores.
En aquella carrera suicida
encontré a Thérèse:
la habían dejado en la cuneta.
Caminaba en solitario
Tampoco pedía ayuda.
Me gustó su trasero,
perdón,
su espíritu, su cerebro:
de lucha, de esfuerzo, resistencia.
¿Subes? –pregunté.
¿Sabes pilotar?
Tienes razón:
yo tampoco vendría conmigo.
No soy de fiar.
Luego de una duda razonable
sólo una,
Thérèse montó.
Vámonos - dijo.
Vámonos lejos.
Yo también necesito,
alcanzar,
el país de los abrazos, de los besos.
Sólo eso.
Cuida mi corazón.
Sólo eso.
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