AGARROTADO DAGUERROTIPO
Aquel niño que ocasionalmente quiso ser piloto
miró a la cámara con la cautela de una tribu
que teme le estén robando el alma en cada foto.
¿Quién eres tú sujeto intruso
que fijarás este momento en la retina de todos los curiosos?
A falta del aparato adecuado
gobierna desde las riendas un borrico gris plomo tóxico como la época.
Y se pregunta si puede confiar en el fotógrafo:
¿un padre que pasaba por allí?
¿un tío despistado un amigo del padre un conocido del tío?
¿un amigo del amigo de sus amigos? ¿un enemigo de todos?
Queda para el baúl de las preguntas sin respuesta el cuarto sujeto de esta escena
porque el tercero es el borrico. Soportando a la fuerza de un amo
quién sabe si maltratador,
la inestable carga con estoicismo. Propia de otro asno resignado
por la fuerza de los palos y las cosas.
¿Cómo te atreves sin permiso a retratar este momento digno de olvido?
¿Es que no ves que un día yo me veré y no querré reconocerme?
¿Quieres acaso que me tire yo del animal para que esto no ocurra
puto día cabronazo cuando tras un duro encontronazo
con los años y la fuerza a palos del destino
deba hablar conmigo mismo y prefiera haber sido yo el borrico?
Tras el que nunca fue piloto
un segundo personaje interpreta la escena con tristeza.
Sabe que entre ellos y el mundo habrá siempre una pared
recia gris dura como la que cierra su espalda.
No habrá perdón para lo que a renglón siguió no habrá consuelo.
No habrá justicia ni amor que lo remedie ni pena que el tiempo cure.
No habrá lugar para el olvido no tendremos lo que merecimos.
O sí demasiado de lo contrario.
No seremos más que otra mancha en el trapo viejo del tiempo que,
por culpa de una foto que nos hurtaron,
no limpiaremos.
Seremos, quién sabe aún lo qué seremos.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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