ETAPAS DE MONTAÑA
Sin duda, hay episodios que marcan una vida y te estampan contra la realidad
como un mosquito en parabrisas, un bofetón de hijoputa madre o directamente
un golpe de bate.
El primero llegó el día que, caminando por la calle yo te vi,
un tierno muchacho te espetó:
-¿Me dice la hora, señora?
Tú, desde la escandalosa turgencia de tus caderas prietas
y el sobreexcitado orgullo de tu autoquerencia
tragándote ese sapo con espinas obedeciste marchando del lugar tan rápido
como malherida.
No sería la última.
Habías asimilado ya esta tragedia repetida con el cabalgar de los años hasta que
un amargo de infarto emocional te reubicó otra vez:
-Perdiste por edad la oportunidad del carnet joven el bono joven la beca joven
y las oposiciones juventud.
Como fichas de dominó atizó la última ese castillo de naipes
en el que pensabas vivir para siempre como la bella dama más hermosa y más bella
que conoció la tierra.
Fue que no.
La última sonrisa fresca que de tus labios calló, clavada quedó en la oxidada verja
que desganada abre el traumático paso hacia la madurez:
Un páramo del desencanto, un desierto de ilusiones, un erial cubierto con polvo,
otros polvos,
de desengaño; un yermo campo donde alijar rutinas y frustraciones.
Resignada a esta travesía de los cuarenta años largos por el desierto
sin dios ni milagros que te amparasen
comenzaste a ver flores donde solo había cardos
oportunidades que disfrazaban engaños amores que solo eran cuernos
felicidad en el sexo con extraños soluciones todas y siempre en los vasos de güisqui.
Incluso a esto estabas acostumbrada que a todo se adapta el buen superviviente
hasta que un día, uno cualquiera de esos que te hacen creer que ya tienes todo bajo control,
entre paso y paso corto para no caer y hacerte pedazos,
recibes lo que pensaste podría ser tu llamada de la esperanza:
-Al otro lado, la operadora amable de sonrisa fácil y piel turgente
que todavía conserva y usa el carnet de joven,
solo quiere venderte tu último seguro.
Que ya no es de vida sino de muerte. Lo llama de decesos para que no enteres.
Entrada ya en esta etapa amarilla y rancia como el tocino viejo
te haces la última y única pregunta que nunca quisiste:
-¿Para qué estás aquí qué es lo que has hecho que cayó en barbecho
y cuánto te queda antes de ver la cruz
de tu última moneda?
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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