GOLOSOS
Dice mi amiga, de esas de toda la vida.
De la de jugar a canicas al balón a muñecas a cuentos a médicos.
A lovers.
A padres sobresaltados por accidente. Asustados por sorpresa.
A padres separados por conveniencia,
mutuo acuerdo sentido común sensatez y experiencia,
que ando goloso últimamente. Para ella,
más que nunca.
Y hubo un tiempo en que fue mucho.
Dice mi amiga, amiga de toda la vida y más que amiga.
Amiga con deberes,
voluntarios,
y derechos,
obligatorios a rozar,
que ya no me mira con aquellos ojos de cristal ni me siente con aquel cuerpo de modelo perfecta.
Que ahora que esos ojos allí donde miran sólo ven cataratas,
puro paisaje despeñado,
y que su cuerpo está cerca de arder,
no será esta vez de pasión,
cuerpo deshecho y contrahecho con los años del exceso y el abuso,
me quiere más que nunca.
Y aunque no me ama,
como nunca,
aún sirvo para un rato.
Bueno o malo, corto o largo, está por demostrar.
Dice mi amiga que ya se ve en capilla,
y si bien jamás se imaginó de blanco en un altar,
esto de verse amortajada en negro con todos sus amigos llorando y fingiendo,
aún está peor.
Dice mi amiga, agarrando mi mano fría con la suya helada,
que no la deje ahí. Que nos fuguemos.
Como hicimos de pequeños.
Dejando atrás obligaciones, compromisos, normas y leyes.
Relaciones.
Que el tiempo que nos queda quiere pasarlo conmigo,
porque fui yo el único que nada le pidió.
Dice mi amiga,
de esas de toda la vida hasta que la muerte y no la suerte nos separe,
que quiere salir conmigo corriendo hacia el horizonte.
Ese que veíamos quebrado tras los acantilados de roca y turba,
tal vez turbados, asomado a un mar verde cinabrio.
Que recuerda con nostalgia los paseos por el cielo anaranjado,
yo remando, ella soplando al viento.
Que lamenta si alguna vez nos lastimamos el uno al otro el otro al uno,
pero más aún cada vez que nos hemos silenciado.
A veces, más daño hace el olvido que un mordisco.
Dice mi amiga,
ahora que arrojo sus cenizas contra el viento y éste me las echa en cara,
que me esperará sentada en el tiempo. Y el que haga falta.
Para vernos en nuestro habitual punto de encuentro,
ahí donde el sol se esconde cada tarde.
Para que hablemos, nos amemos y luego,
¡qué cojones!,
ella baile su mejor danza del vientre y yo me jarte de dar palmas.
¡Que para eso estamos los amigos!
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