NANA
PARA UN ABUELO
Que sí que no que caiga un chaparrón:
si nos cae más agua nos ahogamos.
Con azúcar y turrón:
con sal en las heridas y carbón piedra sobre la
cama.
Para que te jodas y calles. Basta ya de decir
que no tienes con qué calentarte.
Que no vengan a vernos ni a socorrernos.
Y a molernos a palos y robarnos a poco que nos
descuidamos.
Que no nos pidan autógrafos y firmemos un
testamento algo incierto.
Incierto por inseguro. Y aunque no sea
correcto, por incorrecto.
Que nos traten con amor cuando nos están
encerrando.
Y cuando no también.
Que no nos digan te quiero, y ya que he venido
hasta aquí
todo lo que te queda me lo llevo.
Que no nos desnuden y nos abandonen en la
calle. Al menos,
en las gasolineras siempre para alguien.
Que los servicios sociales sean más sociales y
no nos cierren el servicio.
No estamos para auto sufragarnos con la pensión
que nos dejan.
Que no haya enfermeras piadosas que nos quiten
de en medio por la vía venosa.
No lo nieguen, resulta penosa.
Que no haya auxiliares psicópatas que a la cama
nos amarren. Y abusen.
Que no haya empresa privada que la cocina
controle:
nos aguan la sopa y el caldo de gallina.
Que las noches sean silenciosas y el vigilante
nocturno vigile.
Y no se meta en las habitaciones vestido de
nazi.
Que con la porra hace daño y su mirada es
salvaje.
Que no haya muyahidín que nos lea el corán.
Y con su AK-47 nos haga repetir Al salam Al
salam.
Que no nos dejen el televisor encendido
en programa continuo de 24h GH 32, porque
espain is diferen.
Que no haya teletienda ni videntes ni tarot ni
gana un millón.
O dos si llamas a tiempo y respondes cuántos
son dos más dos.
Que no haya suplementos vitamínicos para halterofílicos.
Ni colchón antiescaras ni grúas especiales ni
sillas mecánicas.
Que todo es una escusa para engordar la
factura.
Y engordar el pez gordo que todo esto controla.
Que no haya que decir sí señor no señor. Ni duchas
frías.
Ni medidas de contención. Ni correas ni toallas
ni almohadas sobre la cara.
Que no haya elecciones para que a babosearnos no
venga la ministra del ramo.
Del ramo de flores que siempre en la recepción
le regalan,
y en el jarrón yo las meto a las flores y a
ella,
para que sirvan de algo aunque sea por un rato.
Que no haya herencia que repartir, para que,
ya que como viejos y por viejos no nos dejan
vivir,
al menos sí nos dejen morir.
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