POSADA
Hoy me retiro a descansar. Quiero portarme mal.
Dejaré para mañana lo que tenga que hacer hoy.
Y lo que hoy es urgente mañana será más.
Esto sí que mola: fastidiar.
Colgaré mi ropa de obrero en la percha del jefe,
que él sí que es un perro verde,
y saldré corriendo calle abajo.
Luego, ya en el cruce donde se me cruzan todas
las ideas y deseos,
todas las rabietas y dulzuras, éstas menos,
tomaré camino arriba.
Recto al monte. Que no me vea nadie.
Ni marchar ni quedarme, o me quitarán el sitio
los envidiosos.
Adelantaré en raya continua, tocaré la bocina a
las viejas,
y los viejos, no me vayan a acusar de micromachista,
palabro adecuado a nuestro tiempo de
soplagaitas y beatas
en permanente estado de rabieta.
Ya lo decía Freud, hay que follar más y peor.
Dejar los buenos modos para el altar y poco más.
Llegaré a mi destino rompiendo récords. Récords
de desobediencia civil.
Y si es preciso militar, que nunca sabe uno en
qué ejército está.
No respetaré ninguna señal:
de prohibición de sugerencia de advertencia.
De sí señor no señor. Todas de obediencia.
Civil o militar, lo mismo da. Sabemos que
siempre hay alguien dispuesto
a mandar. A los demás.
No dejaré bar sin frecuentar ni papelera sin
quemar.
No cogeré autoestopistas si no es para
llevarlos en dirección equivocada.
Alejarlos del destino para perderlos
definitivamente:
sea realidad eso que tanto sueñan y no pueden.
No me detendré cuando la autoridad me lo pida,
ordene, que la autoridad nunca pide nada.
Aceleraré cuando me digan frene.
Y por sus caras de sorpresa, ante el conductor
rebelde,
veré que por fin estoy haciendo lo correcto.
Y lo que quiero:
mandar a tomar por culo a todo conocido.
Persona, jerarquía o cosa. No quisiera verme yo
mezclado en asuntos turbios.
Pues para sucio ya estoy yo.
Llenaré el depósito con gasolina robada,
mejor de algún coche oficial que tiene más
octanaje,
y en un par de acelerones me planto en el otro
lado de este mundo.
Que mundos hay muchos y quiero yo clarificar.
Iré perdiendo combustible, para dejar un
reguero visible.
Y porque una vez en el lugar elegido,
me bajo me planto y me enciendo.
Prendo fuego al coche con lo que lleva
dentro,
pertenencias inútiles del lugar sin interés donde
viví,
y del coche al reguero.
Arderá todo el camino, este es mi propósito:
que no quede rastro de mí, ni del lugar de
donde partí.
Para no poder regresar.
No es que quiera volver a empezar porque sé que
volveré a equivocarme
es que no quiero arrepentirme, y retornar.
Conviene protegerse contra la debilidad.
Hoy puede ser un buen día, rara vez tiene uno
la oportunidad de reconsiderar
el momento idóneo para terminar con todo.
Empezar mejor con lo que más ata.
Siempre se puede flaquear.
Hoy me retiro a mi posada. No me llaméis, no
estoy para nadie.
Menos aún para vosotros, viejos conocidos.
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