viernes, 15 de noviembre de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte LXXXI (novela corta, de momento)



-Te sangran las manos, ¿qué te ha pasado?

-Un accidente doméstico. Soy un torpe, nada importante.

-Seguro que te has cortado abriendo una lata. Típico de hombre que se mete en cocina. –Sin pretenderlo, ella le proporciona la mejor explicación a sus cortes con las conchas de mejillón y la roca.
-Tienes razón. Era una lata de mejillones. 
Ambos se quedaron pensativos largo tiempo. Escuchando los aullidos de la tormenta, los rugidos del mar hecho una fiera rabiosa y desbocada. Pero también agrias conversaciones de otros pasajeros. Protestando seguramente por las duras condiciones del carguero, no preparado para largos viajes con personas y este había comenzado de la peor forma imaginable. Al rato, en una tregua no de calma sino de menor zozobra, ella preguntó: 

-¿Por qué has grabado antes? ¿Haces películas? ¿Vives del cine?

-Me voy defendiendo.
Esta fue la respuesta más ambigua que encontró. No podía contarle la verdad: que vivía de los muertos, del dinero obtenido por las muertes en su familia. Que no sabiendo cómo salir adelante intentó algunos proyectos pero no funcionaron. Y que eso del cine no sabía si podía ser una profesión o una evasión. Tal vez ambos, a veces lo único que diferencia una profesión del mero entretenimiento es que alguien pague por ello. Y que es entonces cuando ese mero pasatiempo deja de serlo ante los ojos de los demás para convertirse en una actividad propia de adultos responsables, lejos de la chiquillería de artista: inmaduro, vago y desorientado por definición. No podía decirle que pretendía vivir del arte casi en cualquiera de sus siete manifestaciones, y no de un trabajo decente.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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