El desayuno fue modesto: pan mantequilla aguado café con leche. Sin grano de azúcar, el precio del azúcar se había disparado a causa de los especuladores. Nada nuevo salvo el derivado elegido. También en el café había más achicoria que café pero en alta mar cualquier producto que no fuera agua salada ya era un lujo. Además, no se podía esperar grandes derroches dado el reducido precio del billete.
-Extraña selección musical.
-La Cabalgata de las Valkirias. A mí me gusta. Es tan épica. Y con ese fondo musical te dan ganas de conquistar el mundo.
-Visto así… parece apropiada. Quizás un homenaje del camarero a los viajeros. Une especie de A La Carga, o similar.
-Podría ser. Lo preocupante hubiera sido una marcha fúnebre de Chopin, por ejemplo. Yo diría que es malayo. ¿No crees?
-¿El camarero? No sé… si nosotros somos variopintos la tripulación nos supera. Aquí viajamos todas las razas y un buen puñado de nacionalidades. En caso de emergencia podría resultar un problema, no nos vamos a entender.
-Tienes razón. Escucha, escucha. Ahora entra mi parte favorita.
-Salvo excepciones, como ésta, a mí la clásica no me emociona. Peor aún: me aburre. Pero se ve que tú entiendes.
-Hice la carrera de piano. Eso forma bastante, sí.
A Fausto casi se le atraganta la rebanada.
-¿Piano? ¿Pero no tocabas la flauta?
-Claro. Como instrumento de consolación. Imaginarás que un piano no cabe en la maleta.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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