Había leído en el menú del día patatas con carne para el almuerzo: siente náuseas. Las arcadas casi le provocan el vómito y corre a la barandilla para echar lo que fuese por la borda. Los tres africanos, ahora sí, se le quedan mirando. El presunto homicida pregunta si se encuentra bien. Pero como lo hace en swahili Fausto no le entiende. Hace un gesto con la cabeza en señal de que todo está ok. Nada como el original idioma de los simios para entenderse entre tribus. Tras unos minutos de desconfiada observación mutua, los africanos desaparecen entre la carga camino de sus aposentos. Fausto, superado el percance corre al bote donde impaciente aguarda Charlotte.
-¿Cómo has tardado tanto? ¡Han salido esos tres negros de la bodega! Los he visto por debajo del toldo y casi me da algo. ¿Qué hago si me encuentran? Me estaba
-Sí, sí. Lo sé. Me he cruzado con ellos y he tenido que disimular.
-¡Pues yo estaba asustada! ¿Has visto que el más pequeño tenía un cuchillo enorme?
-Sí, claro que lo he viso. Un hacha y un machete.
-Me ha parecido que
¡Que sí! ¡Caaalla! Me estás poniendo nervioso a mí también. Vámonos rápido de aquí.
Cuando llega la hora de comer, Fausto no puede probar bocado.
-¿No tienes hambre? Sólo comes pan. Está bueno. Demasiado picante, pero bueno.
-No sé… ¿Qué tal la carne?
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
No hay comentarios:
Publicar un comentario