A FIN Y DAD
No sé cuándo
cojones vas a aprenderte este ritual
y dejar de
presionar para hacer lo que quieres:
ahora un
paseo ahora un salto ahora la comida en el plato.
Y siesta y
vuelta a empezar.
Y cuando te
aburres, a jugar:
aquí
estamos todos para hacerte disfrutar.
Vamos a la
playa, oh, oh, oh, oh. ¡Pues no!
Aquí no va
nadie a ningún sitio que no hay tiempo para fiestas
y sí mucho
trabajo.
Trabajo del
que duele, del que no da beneficios,
ni es
recompensado.
¿Alguna vez
te preguntaste para qué estamos juntos?
Tú para ser
feliz y bailar cada día una milonga distinta.
Yo para
cumplir con la obligación de tocarte cada día
una milonga
nueva.
Y después
todas las mías,
que no son
milongas pero sí condenas.
Alguna,
perpetua.
No sé cuándo
cojones vas a aprender que aquí se hace lo mismo
cada día aunque
no guste.
Porque no
gusta lo evitas al evitarlo ya lo hará el esclavo.
Y casi sin
darme cuenta ya estoy en otra trampa de la que salir no puedo
aunque sepa
cómo hacerlo:
hay que deshacerlo
todo y reescribir el último capítulo, todo entero.
Que no
quede una coma que repetirse pueda.
A la coma
le siguen las frases y a las frases la historia y ya estamos igual.
Tú bailando
tu milonga, yo,
tocando los
mambos.
Mambo qué
rico está, ¡pues no!
Se acabó el
mambo la música la fiesta la compañía el teatro.
En adelante
a joderse todos que al final,
eso de vivir,
no es otra
cosa que pasar malos ratos.
Y el bueno,
olvidarlo.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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