PULSÓMETRO
Hoy no me
encontraba el corazón.
Que no me
latía ni me daba señales de vida.
Y no sé si
es porque estoy muerto o disimulo o en el camino de serlo.
Pues para
lo que hay que vivir me da que no vale la pena tanto latir y latir
como si en
ello nos fuera la vida.
Que todos
los días son iguales para el que nada posee y a esto lo llaman suerte:
el que
viene es distinto y peor.
El primero
de otro montón de días iguales
que con
inocencia llamamos racha y nos decimos:
ya vendrán
tiempos mejores. Con tal de que sean distintos.
Nunca
llegan que nunca lo son
que sólo
nos acostumbramos al nuevo combate
donde las
hostias se sirven a pares.
Somos el púgil
necesario para que haya ganador:
El otro.
El más
fuerte el que siempre besa la gloria.
Nosotros besamos
la lona y a ras de suelo tenemos la perspectiva perfecta
para ver de
qué piel están hechos los zapatos que nos pisotean.
Si es de
hombre o mujer, qué altura de tacón.
Son zapatos
nuevos y duelen o están bien domados
de aplastar
a la gente.
Hoy no me
encontraba el corazón y ya sé por qué:
estoy en el
proceso de abandonar este ring.
Me iré como
vine, arrastras y sin que se entere la gente.
Que no me vean
huir o no me dejarán partir.
Me dirán
¡ponte en pie!
Y vuelta a
empezar con la fiesta de golpes,
y ya sabéis
todos que esto
no puede
tener otro fin.
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
No hay comentarios:
Publicar un comentario