ROBERT
Aún estaba
su cuerpo caliente
cuando ella
decidió que ya había tenido bastante.
Cuatro años
eran demasiados para no querer recuperarlos.
A él le
conoció en una feria:
elegante cuerpo
atlético grandes ojos castaños pelo rubio simpático.
Alegre, vital,
seguro que muy cariñoso.
De allí
salieron juntos.
Toda ilusión
pura felicidad.
Ella puso
la casa él su juventud.
Ella el trabajo
para mantenerse, él,
la esperaba
en casa.
Juntos
daban paseos por el parque,
los fines
de semana al campo.
A su
familia la veían cada vez menos,
él la fue
separando:
no quería
compartirla con todos esos extraños.
Ella preparaba
la comida, él la engullía rápido.
Ella limpiaba
y ordenaba, él, a menudo rompía algo.
Ella se
desesperaba él la miraba y callaba;
por si
acaso, no quería que lo echaran.
Sabía cuándo
había cruzado la raya.
Ella se
esclavizó por él:
tarde descubrió
que sólo era un cabrón egoísta.
Y adquirido
ya el compromiso, no podía despacharlo a la calle.
Ella se
hartó, él,
un día sin
más, se murió.
Ella no
pudo evitarlo y a pesar de esos cuatro pesados años,
lloró:
veinte
segundos.
No dan para
más tanto amor.
Aún estaba
su cuerpo caliente
cuando ella
decidió que ya había tenido bastante.
A él le
conoció en una feria:
elegante cuerpo
atlético grandes ojos castaños pelo rubio simpático.
Alegre, vital,
seguro que muy cariñoso.
Un golden
retriever de raza de nombre ilustre y difícil.
Ella se lo
cambió por Robert.
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
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