CAMPO SANTO
Y pides a
las buenas gentes del lugar
que apoyen
esa causa tuya que no es tuya que es causa comunitaria.
Y los
parias mal paridos peor alimentados
con la
leche agria de burras desquiciadas
hacen causa
común contra tu causa por creer que es sólo tuya,
con la furia
controlada de las fieras enjauladas
y el valor
de los que cara a cara siempre huyen.
Con la
envidia de los que nada tienen salvo envidia
que para
nada valen por eso todo lo quieren.
Y por ellos
sientes asco.
Y por todos
los que dicen apoyarte
desde el
rincón más apartado de sus cuevas
a la tenue
lumbre de unas brasas escondidas
ocultos de
las miradas de envidiosos;
pero más
ocultos están por cobardía.
A tu
funeral no irán por miedo
a ser
vistos en la posición de apoyar tu causa perdida.
Y también
por estos sientes asco.
Aunque menos
que por aquellos que a la vista de todos te sonríen
tapados tras
sus máscaras de plástico
de este
mundo de plástico y cartón.
Tanto te
sonríen a la cara como te acuchillan
cuando confiado
tú les das la espalda.
Y ni con
aquellos ni con esos ni con estos
harás causa
común en esta causa que no es tuya que es de todos.
Al final de
la contienda verás que te has quedado solo.
Y aunque hayas
ganado habrás perdido
pues nadie
quiere que le vean a tu lado.
En lo alto
de la colina y con la espada vencida
ves el
valle de muertos y teñidos de sangre los arroyos.
Y si bien
los muertos bien muertos están por ser tus enemigos
te preguntas
si alguno de los vivos mereció tal sacrificio:
aunque lo
juren sabes que no, que no serán nunca tus amigos.
Amarga es
la derrota por vencido.
Como amargos
son los gritos de victoria
por hipócritas.
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
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