miércoles, 6 de marzo de 2013

AND321




AND321


La actividad febril de aquel poblacho otrora insignificante
se basaba en los excesos del consumismo desaforado
la guerra de las apariencias, la frivolidad y el contrabando.

La búsqueda de la felicidad por la compra compulsiva y el autoengaño
de individuos en permanente estado de frustración y perplejidad.

Los centros comerciales las cadenas de perfumerías
las joyerías las tiendas de electrónica pasajera obsolescente
se nutrían de una muchedumbre a la huída y la autocompasión
que por unas horas entre escaparates, luminosos y muestras gratuitas,
creían poseer el pasaporte de la libertad sin nacionalidad
ni obligaciones patriótico-impositivas:
La comunidad fagocita al individuo hasta su aniquilación.

En tan solo tres horas de adquisiciones inútiles,
con el beneplácito y connivencia de la tarjeta de crédito silenciosa
e indispensable de un sistema abocado al exterminio,
la masa de pobladores sin pueblo,
de ciudadanos anónimos sin pasado ni secretos,
imaginaba estar viviendo en el parnaso de los por fin y para siempre
ausentes.

El descenso a los infiernos del común de los mortales se daba
cuando el agente de aduanas,
sin prisa ni contemplaciones ni concesión alguna a la amabilidad,
preguntaba:

¿algo que declarar?

  

© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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