CONFESIONES
Hubo un tiempo en que
para tus dilemas demandabas asistencia
espiritual.
El cura del pueblo
conocía además de tus pecados, algo peor:
tus secretos.
Chantajeado eras por el
espíritu santo con la excomunión.
Perdiste la fe en un
revés inaceptable de la vida.
Tanto rezo para tan
poco bien, no valía la pena.
Con el tiempo y la
economía sumergida afloraron tus dudas,
y pesares y cargas y
depresiones,
en la noble consulta
del psiquiatra.
Algo de psicoterapia y
mucha serotonina,
aflojaron un poco las
angustias, que no las preguntas.
Todo iba según lo
imprevisto hasta que una inversión piramidal,
mal calculada,
te ha puesto al borde
del naufragio.
Llámalo abismo si
prefieres o a los pies de los caballos,
si te va lo épico.
Hoy lloras y te
arrodillas y te confiesas y juras y prometes,
y suplicas humillado
como nunca
en el innoble despacho del
director de esa sucursal de confianza
amiga de toda la vida queremos
ser tu banco.
Quiere ese mediocre
empleado con aires de importancia
que a cuatro patas tú seas
el banco:
para sentarse él y lo
que fuera menester.
Según el gusto los
caprichos o los vicios del amo.
De todos los secretos
confesados a lo largo de una vida de sobresaltos
los que destapan el
colapso final de tus finanzas, cómo adivinar,
que iban a ser los más
amargos.
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
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