COSTE/BENEFICIO
Se nos rasgaron los
ojos de tanto comprar en los chinos.
Basura amarilla.
Y blanca. Y azul. Y por
qué no, Roja.
Como roja era la sangre
que por las venas del orgullo circulaba,
hasta que el corte
brutal y doloroso de una realidad
que no esperábamos
nos ha traído un nuevo
desorden mundial.
Tampoco esperábamos ser
desangrados como los cerdos en los pueblos.
Y aquí estamos: sin
gota de esperanza, tal vez ni de vida.
Del falso combate entre
comunismo y capitalismo,
ha vencido por KO el
mismo ganador: el Bien.
Siempre el Bien para
unos pocos elegidos,
a cambio del amplio Mal
para todos los demás. Salvo excluidos.
Para ellos, también
siempre, queda algo aún peor.
Hoy el fantasma
embalsamado de Mao
se pasea sonriente y más
fuerte que nunca Por Bruselas.
Y Fráncfort. Y Londres.
Y París. Y.
Por los casinos de la
bolsa donde los tiburones se comieron a sus hijos
en lo que fue el mar
muerto del dinero:
evaporado como Aral.
El comunismo
capitalista venció al capitalismo liberal.
Se embolsó en
comisiones millones de fortunas,
y la libertad de todos
los que un día creyeron que eran libres.
La élite de
excombatientes rusos en la sombra de otro comunismo clandestino
se alza poderosa y
orgullosa.
Con ojos de diamante y mostrando
todos sus dientes de oro
sonríe a los
bolcheviques descastados: sin dientes y con ojos como platos.
Unos y otros compraban
deuda y pagarés.
Hoy se adjudican países
que afirmaban ser territorio soberano.
Se les fue la mano concediéndose
la libertad de gobernar por los demás:
el pueblo que hoy paga
sus excesos con la pérdida total de libertad.
Ya no dejan cartas de
amor en tu buzón. Ni de amistad.
Ni siquiera
invitaciones de asistencia en calidad de público distinguido.
Ya no te dejan buenas
noticias ni catálogos de publicidad
para salivar haciéndote
ilusiones:
la felicidad del
comprador es la salud de todo un sistema
engordando con un
consumo en constante crecimiento.
Si compras habrá Paz Amor
Prosperidad.
La repentina austeridad
del consumista es la mecha que encendió
el barril de pólvora
que reventó el polvorín:
voló como nunca el
sueño capitalista.
Se nos rasgaron los
ojos. Y la carne,
y todo el invento que
teníamos montado,
con la pólvora.
Que inventaron los
chinos.
Los del comunismo
salvaje.
Con la mano de obra
barata de su pueblo de desclasados,
trabajando por nada en
los talleres de falsificaciones.
En las fábricas con
inversión extranjera,
sin horarios ni
derechos ni respeto. Casi sin sueldo.
Y la búsqueda del mayor
beneficio ha resultado en el mayor sacrificio.
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
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