-¿De qué estarán cargadas estas cajas?
-No lo sé. No entiendo nada. Espero que no sea opio o podríamos abastecer a medio mundo.
-Quién sabe. Igual ni ellos mismos conocen lo que transportan. Sólo ven las cajas y ya está, como nosotros.
-No hay capitán que no sepa qué lleva su barco.
-¿Y si le han engañado? Esta, por ejemplo. Aquí cabe un hipopótamo, pero si en el cartel pone azúcar, o rompes el embalaje o te lo crees.
-Sí. Ahí tienes razón –y siguió caminando.
Lo que Fausto no supo es que el ejemplo elegido decía <
-Mira, aquí están. Los encontré.
Él cierra la puerta de su curiosidad entre interrogantes sin resolver y se apresura a alcanzarla. A su lado, frente a unos pocos toneles intactos y los pedazos de otros, exclama:
-¡Vaya desastre!
-Sí, pero muy interesante.
Agachada, frota los dedos contra la pared interior de un trozo de tonel y con la punta de la lengua se chupa las yemas, en un gesto que Fausto observa y traduce como un sublime acto de erotismo. Deseó ser uno de esos dedos, el corazón, de más longitud que el resto, para penetrar hondamente en su boca hasta alcanzar el caliente arco de la garganta.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
No hay comentarios:
Publicar un comentario