-¡Puag! ¡Qué asco! ¡Necesito que me dé el aire! ¡Me subo!
-¡No, no! ¡Cuidado con el crío! ¡¿Pero qué te pasa?! Mon dieu!
Fausto se detiene justo antes de abrir las puertas de rejilla. Tenía razón, Charlotte seguía siendo Charlotte disfrazada. Él seguía siendo él y ambos estaban en una escalera entre dos puertas en un carguero en medio del océano, más o menos o quizás un tercio. Pero todo lo demás no era real. Vuelve sobre sus pasos.
-Es cierto. Te ayudaré… Pero tal vez la llave esté en el camarote del capitán. O colgada de su cuello. Cuanto más cerca de él más importante será lo que esconden.
-O quizás sólo sea la entrada a las bodegas, a la sala de máquinas. En alguna parte ha de estar.
-Todo es probable, sí. Como podría serlo que estuviera inundado de agua. Las olas de esta noche han debido poner esto como una pecera.
-No lo creo. O nos hubiéramos hundido. Todo barco está preparado para devolver al mar el agua entrante. ¿Ves esa rejilla bajo la puerta? Es un desagüe.
-En fin, aquí no hay ninguna llave. Vámonos.
Charlotte se dispone a abrir las puertas superiores cuando unas voces se oyen próximas.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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