71º 10´ 21´´- 25º 47´ 40´´
-Respeto, esto es lo
que nos falta. Respeto por parte de todos. Empezando por los hijos y terminando
por las instituciones con su manada de ineptos ahí trabajando.
-Dicen que trabajan.
Porque a mí el mes pasado una muchachita pintada como una puerta y tacones de
fulana, por tres veces rellenó mal la ficha de ingreso.
-¡Es lo que yo digo, ya
no saben trabajar!
-No saben porque no
quieren. Estas generaciones no son como la nuestra.
-O la de nuestros
padres.
-¡Padres y abuelos! Que
trabajaron como bestias para poder comer. ¡Ellos levantaron este país de
soplagaitas, y no los políticos!
-De la política no me
hables, que sabes que me altero. Me niego a que mi corazón se dispare por culpa
de la política. ¡Tres pastillas! ¡Tres pastillas diarias para que no reviente!
Todo por la política y sus miserias.
-La política no es más
que el reflejo de la sociedad. Miserable por naturaleza. ¡Cuidado! ¡Mira ese
cómo viene!
-¡Algún veinteañero de
mierda! ¡Pues yo no me aparto! ¡A ver quién tiene más huevos!
-Haces bien, ¡dale! A
nuestra edad estos mocosos no nos van a asustar. ¡Acelera!
-¡Tooomaaa! ¡Cómo ha
pasado! ¿Has visto? ¡Tenía una cara de espanto que no se le quita en un mes!
-Que se fastidie y
aprenda. Muchachito con coche veloz pero sin cuajo. ¡Casi quema la bocina de
tanto pitar!
-¿Y le has visto los
brazos?
-¡A él y a la que le
acompañaba! ¡Parecían dos molinos de tanto agitarlos!
-Seguro que han
insultado a toda la familia. Lo que yo digo, juventud histérica.
-¡Y cobarde! Porque
mira que esos jóvenes se arrugan a la mínima.
-Eso es porque no han
trabajado ni sufrido como nosotros. ¡Yo con catorce años ya estaba repartiendo
periódicos!
-Y yo antes de los
dieciséis ya montaba calefacciones con el mío en el taller de mi abuelo. Tres
generaciones con un mismo oficio. ¡Así se hacen grandes profesionales! No como
ahora, un cursillito de nada y ya se creen ingenieros. ¡Cuidado con el stop!
¿Lo has visto?
-Sí tranquilo. Pero tenemos
a un imbécil pegado al culo queriendo adelantar y no sabe.
-Ah, ya lo veo. El del
BMW azul. Otro cobarde, seguro.
-Sí ese. Antes de
cruzarnos con la pareja de asustados ya asomaba el morro, pero no se atreve.
Mucho coche, nada de valor. ¡Y ahora no me da la gana a mí, mira tú por dónde!
Hacen veinte pavos a que no me adelanta antes del stop.
-Si quieres que te
invite a desayunar pídemelo y ya está. Contigo estas apuestas siempre se
pierden. Llevamos cuatro mil kilos y parece que condujeras un deportivo.
-Cuatro mil más el
remolque. Que con las motos pasa de seiscientos.
-Cinco mil. Peor me lo
pones.
-Pero hombre, ¿no ves
que este motor va sobrado de fuerza?
-Sí, pero una caravana
es una caravana. No se conduce como un coche. Ya hemos visto dos fuera de la
carretera en lo que llevamos de viaje.
-Bah, que tú te asustas
enseguida con esto de conducir.
-¡No es verdad, es
prudencia!
-¡Pues antes bien que
me animabas a seguir en mi carril cuando venía ese adelantando mal!
-¡Por tu culpa! ¡Que me
calientas y…!
-La culpa mía, faltaría
más.
-Ahí sí. Aún no sé cómo
me dejé convencer para este viaje.
-¡Será que te ha ido
mal conmigo! Te lo dije, el stop y ese chulito ahí sigue. Detrás.
-¡Eso ya lo sabía yo!
Basta con asomarte un trapo para que entres embistiendo como un toro. ¡Y a ti
tampoco te ha ido mal conmigo!
-La mierda de GPS se ha
vuelto a equivocar. En el stop a la derecha. ¡Y no a la izquierda!
-¡Esos inventos
modernos! A mí dame el mapa y lo demás…
-¡Pero si no lo puedes
leer sin gafas!
-Con gafas o con lupa,
pero uno sabe dónde está y hacia dónde se dirige.
-Eso es cierto. Y lo
que has dicho antes también.
-Tengo sed, ¿quieres un
refresco? Voy a la nevera.
-Paramos en media hora
para desayunar. Ahora no me apetece. ¡Y ten cuidado, no te vuelvas a caer!
-¡La culpa es tuya!
Llevas esto lleno de cosas. ¡¿A quién se le ocurre traer el equipo de
submarinismo donde vamos?! Con la temperatura que hay. Y las colchonetas encima
de las camas, las tablas de surf… ¡Todo, has traído todo!
-No, todo no. Sólo lo importante.
La mujer en casa, a cuidar de los nietos. Malditos hijos egoístas. La vida
sacrificada por ellos y ahora con los nietos. Como si uno no hubiera tenido
bastante. ¡Y siéntate ya, que me pone nervioso verte por la caravana dando
tumbos!
-¡Ya voy, ya voy! Ahh,
qué bien enfría esta nevera. Pues yo me niego a pasarme la jubilación de
niñero.
-Para ti es fácil
decirlo, ¡como no tienes hijos! Y átate el cinturón, que aquí hay mucha curva.
-Pues vete más
despacio, contigo no hay manera de disfrutar del paisaje. ¡Siempre el corazón
en la garganta!
-¡Si me turnaras algo
podrías ir a tu gusto!
-Sabes que no me gusta
conducir. Me estresa.
-A ti te estresa todo.
Salvo los números.
-Pues gracias a ellos
hicimos buen dinero, no te quejes.
-Eso es cierto. No me
quejo. Nos ha ido bien juntos, ¿verdad? ¡Hicimos grandes cosas!
-La última este viaje.
Casi tengo frío, voy a poner la calefacción. A quién se le ocurre con setenta
años meterse un viaje de diez mil kilómetros.
-A nosotros, que somos
de los de antes. Duros y correosos. Yo siempre tuve este sueño y por culpa de
los hijos no pudo ser. Era ahora o nunca. Malditos egoístas, nunca mostraron
respeto por su padre. Ni siquiera de viejo. ¡A la mierda todos!
-Los jóvenes no
respetan nada. Y a los padres lo que menos, ¿qué esperabas?
-¡Tú qué sabrás si no
tienes hijos!
-Pues por eso, porque
son unos egoístas no los quise. Mi mujer y yo, nadie más. Lástima que…
-La vida es así. Pero
no valía la pena seguir sufriendo, hicisteis lo correcto.
-Lo sé, lo sé. La
pobre, fue tan buena conmigo… no podía negarme.
-A mí me decepciona que
uno se pase la vida luchando y cuando decide que ya ha tenido suficiente, no le
dejen renunciar. ¡Nos prohíben hasta tirar la toalla!
-Hipocresía es lo que
sobra. Todos saben que la eutanasia debería estar legalizada. Pero la presión
de la iglesia y los ultra derechones es muy grande.
-¿Y dónde estuvieron
los tres años que ella se pasó en la cama sufriendo? ¿Quién estaba a tu lado?
¿Eh?
-Cuatro, fueron cuatro.
-Me da igual, a tu
puerta no llamaron para ofrecerse.
-Al revés, nos
amenazaban con llevarnos a los tribunales por pedir públicamente fin a tanto
dolor.
-¡Mira qué lago! ¡Es
precioso!
-¿Es un lago o es el
mar? Deja que mire en el mapa.
-Fuisteis valientes. En
situaciones extremas es cuando uno demuestra de qué pasta está hecho. No como
mis hijos, se han pasado la vida llorando y el menor tiene treinta y cinco pero
sigue llorando como un niño.
-Tenías razón, es un
lago. Aquí está. La culpa es de esa nuera tuya que lo tiene dominado, es puro veneno.
No quisiera yo estar en el pellejo de ese muchacho.
-Sabía yo que no podía
ser el mar, está en la otra dirección. Te has equivocado de gafas. Lástima de
nietos, esa bruja les va a arruinar la vida. ¡Y aún quería llevarse la caravana
este verano y dejarnos al cuidado de los hijos! ¡Qué falta de respeto! ¡Son tus
hijos, no los míos! Y mi tiempo es mi tiempo, yo me lo he ganado. Me lo
merezco. Le contesté. Menudo drama, mi mujer llorando del disgusto. ¡A la
mierda! ¡A la mierda todos!
-¡¿Eh, no era esa la
salida!?
-¡Mierda! ¡Es cierto!
¡Maldito GPS!
-Qué harías tú sin un
GPS para echarle la culpa. Pasa que te enrollas y…
-¡Tú, que me das
conversación y me despisto!
-¿Yo? Claro, si la
culpa que no se pierda. O es del GPS o mía, pero nunca tuya. Creo que por eso
nos has traído a los dos. Para echarnos la culpa de lo que pase. ¿Y ahora qué
hacemos?
-Pues qué vamos a
hacer. Seguir.
-¿Sin parar? Llevas
seis horas conduciendo. ¿No crees que deberías hacer un descanso? Aquí son muy
estrictos con estas cosas.
-Con estas y con todas.
Esta gente no sabe vivir. Si hasta tienen cara de estreñidos, ¿te has fijado?
-Sí, me he dado cuenta.
No sé… ¿Quieres que te turne lo que queda?
-¿Ahora? ¿Y quitarme el
mérito de llegar a destino? Ah no, no. Yo de este asiento no me muevo. ¿No
dices que te estresa conducir?
-Aquí hay poco tráfico
y quizás…
-Nada. Tú sigue con tu
mapa. ¡Y vete a por una cerveza! Que yo lo valgo.
-¿Cerveza? Está
prohibido beber alcohol al volante, ya lo sabes. ¡Aquí te llevan a la cárcel!
-¡A la mierda todos! Tú
tráeme la cerveza que el éxito de haber llegado hasta aquí vale la pena ese
riesgo.
-Tú sabrás. Ahora voy.
-¡Y no te caigas!
-Que noooo.
-Qué árido, pero qué
hermoso es esto.
-Qué bien enfría esta
nevera. Toma.
-Gracias. ¿Tú también?
-Sí, yo también. Si nos
detienen por tu culpa al menos eso que me llevo por delante. Así dividimos el
viaje en tres partes y no en dos.
-¿Cómo es eso? No me
canso de este paisaje. Asombroso. ¿Aquello son renos?
-Espera, que me pongo
las gafas de lejos. Sí, yo diría que lo son. Vaya un grupo tan grande.
-El mayor. Hasta ahora
hemos visto una docena a lo sumo, pero no una mancha como esa. Por eso no los
distinguía.
-Toma, y porque te
niegas a ponerte las gafas. Tú también las necesitas aunque te hagas el
valiente y conduzcas sin ellas.
-¿Qué era la idea de
tres partes?
-Fácil. Una para subir,
veinticinco días más o menos. Otra para bajar, parecido supongo. Y otro mes en
la cárcel por conducir bajo los efectos del alcohol.
-Ja, está bien. Me
gusta. ¡Salud!
-¡Salud!
-No será bajo los
efectos del alcohol sino con los efectos.
-Un brindis por el
efecto que causan los efectos.
-Salud.
-Salud y efectos.
-¡Mira, mira! ¿Son los
efectos o es realidad?
-Otra vez las gafas,
espera. Pues sí, creo que es realidad. Ahí está. ¿Qué dice tu GPS?
-A ver… que estamos… ¡A
cincuenta kilómetros de Sidney!
-¿De Sidney? Pero…
¡Pero eso es Australia!
-Así es. Aquí lo dice,
mira. ¡Australia!
-¡Tira esa porquería.
¡A cincuenta kilómetros de Sidney! ¡Ahora sí que me muero, pero de risa! ¿No
había otro lugar más lejos en todo el mundo?
-Tienes razón, ¡a la
mierda!
-¿Pero qué haces?
-Tirarlo, ¿no lo has
visto?
-¡Era una forma de
hablar, no literal! ¡Te pueden sancionar por arrojar objetos desde la
ventanilla!
-¡Me da igual! ¡Ya está
hecho! Mierda de aparato. ¡Un brindis por los GPS muertos!
-De esta no nos
libramos. Y mira que hemos estado cerca de la cárcel muchas veces, pero me da
que esta caemos. ¡Salud! Por los GPS muertos.
-Lo hemos conseguido,
Andrew. ¡Lo hemos hecho! ¡Estamos aquí!
-Así es Martin, así es.
¡Gracias a ti lo hemos logrado!
-Ah no, no. Gracias a
los dos. Si tú no me acompañas yo no hago este viaje. ¿Con quién? ¿Con los
egoístas de mis hijos? Esos me hubieran abandonado en la primera gasolinera.
Atado a un poste si hace falta. Y mi mujer… Con ella no se puede. Si no ve a
los hijos dos veces a la semana se deprime. No, sin ti no hubiera podido, Andrew.
Juntos, como siempre Andrew.
-¡Aparca ya de una vez,
que me estás emocionando! Y tranquilízate o te va a dar otro ataque. Y a ver
qué hago yo aquí contigo, que te has traído miles de cosas pero no el
desfibrilador. Mira que eres cabezota.
-Ya voy, ya voy. Aquí
está bien. Con todo este sitio no estorbamos a nadie.
-No sé a quién, sólo
estamos nosotros.
-Podemos bajar las
motos y dar una vuelta por ahí, será emocionante. ¡Y veinticuatro horas de luz!
¿Sabes todo lo que dan de sí veinticuatro horas? No quiero dormir, no quiero
dormir. Voy a estar despierto hasta que llegue la noche.
-Para eso faltan cuatro
meses. Lo tienes difícil.
-Aquí nos quedamos
cuatro meses si hace falta, pero yo no me pierdo esa experiencia. Todo o nada,
este es un país de absolutismos. Así son las cosas y donde fueres haz lo que
vieres.
-Y las auroras
boreales, dicen que son espectaculares. ¡Habrás traído cintas suficientes! Porque
voy a grabarlas todas.
-Este cacharro ya está.
Yo me bajo ahí te quedas.
-¡Eh, espera!
-¿Sabes, Andrew? Ahora
que hemos llegado me doy cuenta de que este era el viaje de mi vida.
-Ponte un poco a la
derecha, que se vea la bola de hierro esa.
-Sí, el viaje de mi
vida y he esperado setenta años para hacerlo.
-Ah, qué foto más
hermosa. A mi mujer le hubiera gustado esto. El silencio, la paz. El horizonte infinito
de mar.
-Eres un romántico, Andrew.
Y un poeta.
-Romántico sí, poeta no
pude. Quise pero esperé a jubilarme para hacerlo. Y ahora que ella no está, me
falta motivación.
-La vida es así,
querido amigo. Desperdiciada en tareas que no gustan para seguir viviendo. Trabajar,
dormir, trabajar. Cambiamos nuestra vida por dinero, y lo dejamos todo para más
adelante.
-Y ese adelante a veces
no llega nunca. Como le pasó a ella.
-Pobre mujer, sí, le
hubiera gustado esto.
-Voy a poner el trípode,
para fotografiarnos juntos.
-¿Sabes, Andrew? He tenido
tiempo para pensar en este viaje. Sobre todo cuando dormías y yo iba
conduciendo.
-Ya está. Diez segundos
y disparo.
-Ven aquí viejo amigo. Hagámonos
juntos la foto testigo. Lo logramos. ¡Hemos llegado a Cabo Norte!
-Cuando parpadee la luz
roja te callas, o saldrá borrosa.
-¡Y decía el inútil GPS
que estábamos en Sidney!
-Calla un seguuundo… Ya
está. Foto de prueba hecha. Ahora habla lo que quieras.
-¿Sabes, Andrew?
-No, no sé. Y nunca me
has llamado por mi nombre tantas veces seguidas, ¿se pude saber qué aire te ha
dado?
-No quiero volver.
-Ponte un poco más allá
que quiero sacarte con esa ladera gris de fondo. ¿Qué?
-Que no quiero volver.
-¿Pero qué tonterías
dices? No te muevas.
-Lo que oyes.
-Ya está. ¿Y tu mujer y
tus hijos? Que lo diga yo que no me espera nadie, ¡pero tú! Allí está tu vida,
tu casa.
-Esa vida ya no me
pertenece. Mis hijos la han hipotecado con su falta de respeto. ¡Egoístas hijos
de puta!
-¿Pero qué estás
diciendo? ¿Se te ha acelerado el marcapasos o has mezclado la medicación?
-Que no, que no los
quiero volver a ver.
-¡Pues olvídate de tus
hijos! ¡Tienes a tu esposa!
-Ella también les
pertenece, lo sabes. Vive para ellos, lo has visto miles de veces. Les compra
ropa, comida, cocina para ellos, cuida de los nietos. ¿¡Qué más quieren los
cabrones!? Y todo lo que ella hace me salpica a mí, que los tengo que soportar
en mi propia casa. Ya estoy harto, nadie me respeta. ¡Un jubilado tiene sus
derechos! ¡No es el esclavo de los demás! Estoy harto de oír tú que tienes
tiempo haz esto, tú que tienes tiempo haz lo otro, a ti que te sobra el tiempo
mira a ver si… ¡Que no, que no! ¡Que el tiempo es mío y sólo mío! ¡Joder! ¿Cuándo
si no lo voy a disfrutar? ¿Es que no nos lo hemos ganado, Andrew?
-Pero… Algo se podrá
hacer, háblalo… No sé…
-Que no, querido amigo.
Que no hay nada de qué hablar, va siendo hora de actuar o será vivir la misma
mierda otra vez.
-Piensa lo que dices Martin,
porque…
-No hay más que pensar.
Ya sabes mi máxima: más acción y menos reflexión.
-Bueno, si lo tienes
tan claro… ¿Y entonces, cuál es el plan? Ya que estamos los dos en esto, ¿podrías
compartirlo? Me voy a sentar en esas escaleras. A ver si se me cae la bola del
mundo encima y rematamos el viaje con la increíble historia de dos ancianos
soportando el mundo. El mito de Sísifo hecho puré de ancianos. Vaya.
-Voy contigo. Qué paisaje
tan inhóspito, ¿verdad? Y qué fea la bola de hierros esta.
-Inhóspito pero
hermoso. Estar aquí es asomarse a la ventana del fin del mundo. Afuera, sólo
agua salada. Este sitio te da la medida de la tierra, de lo pequeña que es. Todo
es mar, ¿te das cuenta Martin?
-Eres un poeta, Andrew.
Como he dicho, he tenido mucho tiempo para pensar. ¿Qué vida nos aguarda en
casa? ¿Qué final podemos esperar?
-Pues no lo sé Martin. A
veces me he hecho esa pregunta y por lo general no me gusta la respuesta. Lo mejor
de la vida ya lo vivimos hace tiempo. Tenemos más pasado que futuro, eso es
evidente.
-Cierto amigo, cierto. En
realidad, diría que sólo tenemos pasado. Y que volver atrás es volver a ese
pasado. No lo quiero, ya no.
-El futuro será corto,
tienes razón amigo.
-Con mucha suerte, yo
moriré de un infarto; doloroso pero al menos será breve. Si por fortuna es
fulminante porque cabe la posibilidad de que a algún enterado del club de
jubilados, o incluso un gilipollas cualquiera de mis hijos le dé por enchufarme
el desfibrilador y me reanimen a medias. Entonces, bobo para el resto de mis días.
¿Te imaginas?
-Sí, la verdad es que
te imagino hecho un cretino mirando al techo y… no sé qué pensar. No es para ti
ese papel, no.
-Pero como ves, tres
infartos y aquí sigo. Cabe entonces la posibilidad de morirse de viejo. ¡De
viejo! El sueño de toda persona y sin embargo… ¿Has pensado qué significa morirse
de viejo?
-Ando confuso a ese
respecto, deduzco que tú me vas a iluminar.
-¡Estoy hablando en
serio, Andrew!
-Y yo, Martin, y yo.
-Morirse de viejo es
irse apagando poco a poco. Retrocediendo en este campo de batalla que es vivir.
Huyendo en retirada confiando en no ser atrapado por el enemigo sabiendo que la
muerte nos espera.
-¿Y tú me llamas a mí
poeta?
-Calla. En mi caso,
deduzco que esos hijo putas egoístas me encerrarán en una residencia, junto a
mi mujer si ya no les sirve, y nos abandonarán. No sin antes habernos
incapacitado para desvalijar nuestras cuentas, vender las propiedades, quedarse
las joyas que regalé a mi esposa a lo largo de los años. Las nueras esas indecentes
que tienen menos clase que una mula se las pondrán o venderán a bajo precio en
alguna tienda de empeños. Así son de ignorantes Andrew.
-Lo sé.
-¿Y en la residencia? ¿Qué
vamos a hacer? Vivir como zombis. Babear frente al televisor viendo dibujos igual
que niños atontados. Sonreír como idiotas por cualquier estupidez y cagar el
pañal. Morirnos indecentemente Andrew. Olvidados por los hijos, odiados por los
cuidadores, ignorados por los otros residentes. Que ni unos ni otros sabemos dónde
estamos ni con quién. Eso, querido amigo, es morirse de viejo. ¿Tú lo quieres?
-Visto así… Me dejas un
poco helado.
-Eso es porque aquí
hace frío. Tenías que haberte bajado una chaqueta como yo.
-Aquí siempre hace frío.
-¡Es Cabo Norte qué
esperabas! ¿Chicas en biquini y piña colada?
-No por favor. Sabes cuánto
odio el clima tropical.
-Nosotros que hemos
hecho tantas cosas, no podemos morir como despojos. ¿¡Puede haber mayor falta
de respeto!?
-Siempre que esa bola
no se nos caiga encima ahora no se me ocurre otra.
-No sabes qué supone
que los hijos te utilicen, te esclavicen y te humillen. ¡Malditos egoístas!
-No los tengo pero,
¡malditos egoístas! ¿Y qué propones? ¿Otra foto?
-Mejor prepara la cámara
de vídeo. Tengo todo calculado.
-Voy por ella.
-Espera, a ver qué te
parece. Este es el plan: sacamos las motos. Pones la cámara filmando al mar. Aquí
por ejemplo, que se vea también la bola de hierro esta que llaman monumento
Cabo Norte. Todo en un plano secuencia. Nosotros en el extremo de la imagen con
las motos en marcha. Arrancamos a toda velocidad y para cuando lleguemos aquí
ya hemos engranado cuarta velocidad. Eso son mínimo 130 kilómetros por hora. Suficiente
para saltar Andrew. Cuando lleguemos a este punto saltamos, volamos con las
motos hacia el mar. Tu infinito mar Andrew. Y la cámara filmándolo todo. ¿Qué
te parece?
-Sería un final épico.
-Exacto querido amigo. ¡Un
final épico! Sabía que entenderías la grandiosidad de nuestra despedida. Tú sí.
-Yo no tengo nada que
perder. A diferencia de ti, nadie me espera en ninguna parte. Ya viví lo que
quise. Y lo que no, sé que nunca llegará. Nuestro paso por este mundo no dejará
muchas más huellas. Tú, en cambio, tienes… Tienes razón. Lo que te espera,
¿para qué vivirlo? Morirás, y no será de viejo. Te matará algún disgusto inútil.
De ser así, morirás inútilmente. Ahora entiendo el significado de la frase…
-¡Dame un abrazo,
Andrew! Dame un abrazo querido amigo. Me has emocionado, ¡jodido poeta!
-Déjate de mariconadas
Martin. ¡Y vamos a hacerlo!
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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