ENTORNO A LA Ñ
<<Ñaque: Gran
Compañía de Teatro>>. Así dice un diminuto cartel colgado en la puerta
del local. Ñon piensa que para ser una Gran Compañía deberían proceder en
consecuencia: un cartel de dos por dos metros sobre la entrada sería más
apropiado. Y no ese ridículo letrero de cartón escrito a mano con rotulador.
-Además, rojo –se dice antes de abrirla de un puntapié.
En el local ocho
personas. Una gran espacio de trescientos metros cuadrados. Antiguo taller
clandestino de batas de casa caído en desgracia por culpa del Modelo 54. Diseño
con grandes flores amarillas que utilizado para un vídeo porno amateur arruinó
las ventas: las mujeres asociaron el modelo 54 con el sexo de cocina y dejaron
de comprarlo. No querían parecerse a las porno chachas. Los maridos no pensaban
igual pero esto no resolvió el conflicto.
Por eso, con los
sobrantes de tela sin vender los miembros de la Gran Compañía cubrieron paredes
y techo. Una forma de decoración arriesgada en el color, poco teatral según los
expertos, e informal en el estilo. –Qué poco estilo –piensa.
Ñon, bailarín de
vocación pero rompepiernas por profesión, y por gusto, observa la escena con la
agudeza visual de un ñacurutú. A su izquierda, sobre una vieja mesa de madera,
probablemente usada como soporte de alguna máquina de tejer, un canastillo
hecho con fibra de ñisñil. Dentro unas monedas de poco valor. Como todo lo que
hay por ahí: restos de un naufragio dramático, sin supervivientes.
Se las mete en el
bolsillo. –¡Me quedo la ñapa! –grita a los presentes pero ninguno le hace caso.
Cada uno abstraído en su labor fuera y dentro de la obra que ensayan. Metidos
en el papel, que se dice.
Más a la izquierda,
apiladas contra la pared, docenas de cajas sin abrir. También del naufragado
taller. En sus etiquetas está escrito: <<Ñipe. Producto de Chile. Visite
nuestro bar.>>
Hacia el fondo, a la
derecha, un piano sin cola contra la pared. Como un detenido y con las manos
arriba, o la tapa. A las teclas un ñapango practica una melodía. Ñon quiere
reconocer en ella La Vida Es Un Carnaval, pero no está seguro. El pianista es
malo de cojones.
En el lado opuesto a la
izquierda, un negro ñangotado limpia algo que Ñon confunde con yuca, después
con batata. Ni lo uno ni lo otro.
En el centro del local,
apenas diez sillas alineadas hacen de cuarta pared. En una de ellas otro tipo,
también mulato pero más claro. Con papeles en una mano observa y escucha a las
personas de enfrente. Y frente a él y Ñon, al fondo del local y de extremo a
extremo, un escenario demasiado sonoro. La tarima es de madera de ñandubay.
Cinco personas sobre él: dos en el centro, una a la izquierda, dos a la
derecha. Ñon se acerca y sienta en una de las sillas que está detrás de lo que
podría ser el director. Para lo que ha venido necesita hablar con el jefe.
Desde su posición, comprueba que el negro no limpia batatas, sino ñame. Que el
director es un tipo ñaruso y resulta algo repelente. Y el pianista un ñengo que
apenas puede mantenerse en la silla. Menos aún tocar el piano con gracia.
Los que están sobre el
escenario no van mejor. El de la izquierda, blanco gordo pequeño feo, sujeto de
una soga cuida de un ñandú. Ñon no se explica qué pinta ahí ese bicho pero
cosas más raras ha visto. Y eso era una Gran Compañía de teatro, así que todo
podía ocurrir. Más, si era extravagante.
Los de la derecha del
escenario, hombre y mujer. Él un ñeque caucasiano disfrazado de pastor
holandés. Ella una ñorbo amarilla vestida con una chilaba confeccionada en
Somalia con hilo de ñandutí. Cosas de la globalización, ahora hay de todo en
todas partes. Sobre todo si es malo, esto se copia rápido.
Los del centro, otro
hombre negro como el trabajo y una mujer alsaciana. El negro metido en un buzo
naranja parece un repartidor de butano. Sentado en un banco con un pequeño
cartel que dice: <<Recién pintado>>. Ella enfundada en un traje de
neopreno, sobre el traje una ñangué. De pie subida en una tabla de surf y con
el brazo en alto, se dirige al negro del banco:
Alsaciana
-¡Juro por mi ñaña que
no volverán a humillarme!
Director
-¡Que no, que no y que
no! ¡Cojodeeer! ¿Dónde has leído tú eso, puede saberse? El texto dice: ¡A dios
pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre! ¡¡Apréndete el texto de una
vez, por favor!! Otra vez, desde el principio.
Negro sentado
-¡Eh compadre!, ¿cómo
es eso?
Ñandú
-¡Eso digo yo! ¡Ya me
tenéis harto con vuestra plasta de obra! ¡Llevamos un mes para que la ñata esa
memorice el puñetero texto! ¡Si hasta yo me lo sé! ¿¡Y a mí quién me abona las
horas extras, eh!? Esto no estaba en el contrato. Una semana de trabajo y luego
liberado era lo pactado, ¡ladrones! Al menos en el circo había tres comidas
diarias y un solo pase: nadie va al circo. Pero aquí, una comida y todo el día
de ensayos. ¡No, esto no era lo acordado! O se aprende el texto de una vez, o
cambiáis de actriz, o me lío a coces con el ñoco este gordo hasta que me suelte
y me largo. Además, ¿nadie ha pensado que tener una cabeza de ñu en la pared
del escenario podía herir mi sensibilidad? ¿Eh? ¡Exijo su retirada inmediata!
Caucasiano
-¡Déjate de ñoñerías y
apechuga como el resto! Aquí estamos todos por amor al arte.
Ñandú
-Por amor al arte
estaréis vosotros. Yo lo que quiero es comer y no oír tantas gilipolleces.
Además, ¿no crees que decirme a mí apechuga es un insulto? ¡Si lo que más tengo
es pechuga! ¡Maldito ño de mierda! Ven, ven aquí que voy a hacer ñuto contigo.
¡Así comeremos!
Negro cocinero
-¡Ah no! De la comida
me encargo yo. A mí nadie me pisa el puesto. Además estoy preparando un ñame
con ñoras que os vais a chupar los dedos. Bueno, y tú la pata.
Ñorbo amarilla
-¿Otra vez ñoras?
¡Nooo! Me dan acidez y luego no puedo ensayar.
Ñapango pianista
-¡A mí también! Casi me
enterráis el último día que cocinaste ese pastiche. ¿No podrían ser unos ñoquis
con nata de blancos?
Actor negro
-¡Eh compadre! ¿Por qué
no hacemos caso al animal y nos comemos al pastor? Aquí sólo está de figurante
y bien podíamos colocar un muñeco, che. Nadie se daría cuenta.
Caucasiano
-¡Maldito aficionado a
las maracas! ¡Te voy a hacer picadillo! A ti sí que te vamos a comer, ¡en carne
para hamburguesas! ¡Voy a hacer ñoclo contigo!
Pianista
-¡Ñoquis, ñoquis,
ñoquis! ¡Yo quiero ñoquis!
Negro cocinero
-¡No tenéis ningún
respeto por mi labor! ¡Todo el mundo se cree con derecho a opinar! ¡Un día de estos
me marcho y a ver qué coméis! ¿Sabéis cuántas horas me paso en la calle
pidiendo para la guagua con la foto de mis hijos colgando del cuello? ¡Y todo
para poder comprar unas miserables batatas, o yuca, o lo que nadie quiere de la
tienda! ¿Eh? ¿Alguien ha pensado en mi trabajo? ¿Opino yo sobre el vuestro?
¡Porque si empiezo no paro! Mediocres, eso es lo que sois, unos mediocres
desagradecidos.
Actor negro
-¡Pero compadre si tú
no tienes hijos!
Ñorbo amarilla
-¡Y la foto me la has
robado a mí! ¡Son mis sobrinos, siete años que no los veo! ¡Devuélvemela!
Alsaciana
-¡Serás mentirosa y
amarilla! Esa foto me la encontré yo cuando ocupamos el local! Estaba aquí,
tirada en el suelo. ¡Tú me la has robado!
Director
-¡Callaros, callaros,
callaros! ¡Cojodeeer! ¡No hay forma de llegar al tercer acto con vuestras
peleas! ¿Para qué me he partido yo los huesos escribiendo esta obra si nunca la
vamos a representar? ¿Me queréis decir? ¡Esto es un ultraje!
Ñandú
-¡Otro mentiroso! La
obra la escribí yo cuando estaba en el circo, entre horas muertas y animales
muertos de aburrimiento. Para no acabar como ellos y tener la mente ocupada. ¡Y
es autobiográfica!
Blanco gordo
-¡Ñato, no me lo habías
dicho!
Ñandú
-¿A ti? ¿A ti? ¡Qué te
voy a decir a ti si sólo piensas en comer!
Cocinero
-¡En comer sólo piensa
este negro, en qué hacer para comer cada día! Ustedes se la pasan soñando con
vivir de este cuento.
Caucasiano
-¿Cuento? ¡Qué falta de
respeto, qué insulto a la razón! Nosotros somos artistas. Y tú un simple
cocinero que no sale del plato de ñame con ñoras y el ñoclo con yuca salada.
Cocinero
-¡Pastor holandés sin
ovejas! ¿No sabes que hoy la cocina es un arte? ¿No ves a los cocineros como
estrellas de teatro? Qué digo, la gente de teatro nunca son estrellas. ¡Como
estrellas de cine!
Pianista
-¿Artista un cocinero?
Hoy se llama artista a cualquier ñangotado comemierda. ¡Yo sí soy un artista!
La música es la más sublime de las artes. Y no mostráis ningún respeto por mi
obra.
Cocinero
-¿Ñangotado yo? Te voy
a tirar con el martillo de hacer ñuto. ¡Qué me hablas tú a mí ñiquiñaque de
dedos rotos! Si tu familia malvivía recogiendo flores de ñire y engañando a los
turistas diciéndoles que eran buenas para el corazón.
Pianista
-¡No, eso es falso!
¡Soy ñublino hijo y nieto de ñublinos! Todos pianistas, violinistas y luthiers.
¿Y tú? Ñáñigo hijo de ñáñigos bebedores de mate y ron.
Actor negro
-¿Ñáñigo, tú eres ñáñigo
compadre? ¿Qué pasa que nunca te vi en las reuniones?
Cocinero
-Toma, por alguna razón
son secretas mi güei.
Pianista
-¡Tú que vas a ver con
esos ojos virados! Si te has de pasar la obra sentado para no tropezar.
Actor negro
-¡Traédmelo aquí que le
reviento la cabeza! ¡Traedme a ese pianista que en tres meses no ha aprendido a
tocar La vida es un carnaval!
Amarilla
-¡No disparen al
pianista! Ohmmm… Ohmmm… Ohmmm…
Caucasiano
-Ya ha vuelto la mística.
¡Qué ñubla la chorba esta! ¡Director!, ¿puedo cambiar de pareja? No soporta a
esta jipi amarilla.
Amarilla
-Ohmmm… Ohmmm… Ohmmm…
Director
-Yo soy el que no os soporta
a ninguno. Seis años de bailarín, cuatro de arte dramático, cinco de director
de escena, dos de prácticas en el Madison Square, uno en Broadway. Y todo para
terminar con esta compañía de vagos y ñoños. ¡Me voy! ¡No os aguanto más! ¡Abandono!
Prefiero recoger ñocha como mi abuelo. Al menos tenía paz y le daba para comer.
Blanco gordo
-Ay nooo doctorcitooo,
no nos abandone. ¿Cómo seguir sin usted que es el alma de la compañía?
Director
-¿El alma? ¡El alma y
el diablo! Todo, todo soy yo aquí. ¿Y para qué? ¿Para aguantar esta pandilla de
mendrugos? ¡No no no! ¡Se acabó!
Ñandú
-¡Eso es, vete! ¡Cobarde!
¡Pusilánime! ¡Alfeñique! Pero no a recoger ñocha, sino ñapindá. ¡Fardos de ñapindá
con las manos desnudas para que te hagas un hombre! Por lo menos en el circo
teníamos un domador con agallas. Elefante que no se balanceaba en la telaraña,
latigazo. Pájaro que no cagaba sobre un espectador, latigazo. Pez que olvidaba,
latigazo. Cocodrilo que no lloraba, latigazo. Pero tú no. Tú lo soportas todo. Al
pianista de dedos rotos, al cocinero ladrón, al caucasiano figurante porque no
sabe leer, a la amarilla budista colgada, al negro ciego que no quiere bastón
por coquetería y hay que tenerlo sentado porque si no va de sopapo en sopapo. Incluso
a la alsaciana desmemoriada que no se aprende dos frases. Por no hablar de este
gordo tontorrón que estoy obligado a soportar, sin iniciativa para hacer un
ñudo a no ser que se lo pidan por escrito. Vete, sí. ¡Huye cobarde!
Director
-¡Esto no es una compañía
de teatro! ¡Es un nido de cuervos! ¡Una madriguera de ñacaninás! Sin mayor
talento que el de insultarse unos a otros y a mí. Yo, que me he preparado para
triunfar malgasto mi tiempo con unos majaderos cuya única habilidad es ocupar
locales y su mayor inquietud hacerse con mate para pasar la noche calientes.
Cocinero
-¡Eso es! Que de la
comida sólo me encargo yo y nadie me lo valora. ¡Y la cocina es un arte!
Director
-¡Tú cállate ñáñigo! Cerca
has estado de intoxicarnos en más de una ocasión con tu santería de aficionado.
Me largo, abandono, no me busquéis. ¿Y tú, quién eres tú?
Ñon
-Yo venía a cobrar lo
que se adeuda o echarles a la calle a tiros, pero en realidad soy bailarín.
Pianista
-¿Otro bailarín? Aquí
bailan hasta los cojos.
Director
-Así que bailarín. Mejor,
estas ñacaninás no notarán el cambio. Toma, aquí tienes el texto completo. La obra
es tuya. Toda para ti. La dirección, la compañía, te lo doy todo. Puedes quedártelo
a condición de que nada me devuelvas. ¿Hay alguna vacante de gánster donde tú
trabajas?
Ñon
-La mía.
Director
-Me la quedo, una cosa
por otra. No se hable más. ¡Por fin una forma honrada de ganarse la vida!
Pianista
-¡Haré los honores! ¿Conoce
el nuevo director La vida es un carnaval?
Ñon
-Play it again, Sam.
© CHRISTOPHE
CARO ALCALDE
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