ENTREVISTA CON MI VAMPIRO
<<VIAJES
TRANSILVANIA EXPRESS. SU VIAJE DE LEYENDA.>>
-No está mal la frase
publicitaria, ¿no le parece?
-¿Perdón?
-El nombre de la compañía,
apropiado. ¿No cree?
-No sé, si usted lo
dice.
-Perdone, no me he
presentado. Me llamo Eristoff. Y soy siciliano.
-¿Con ese nombre?
-Sí, bueno. Es una
larga historia. Si quiere se la cuento.
-Mejor no. O me veré
obligado a contarle la mía. Y esta sí que es larga.
-Ya. Uhm… Misterioso
paisaje, ¿verdad?
-Para mí no.
-Pues para un residente
en el Sahara yo le digo que esta vista que tenemos es… integrante.
-¿Integrante? Querrá
decir intrigante.
-Ah sí, perdón. Eso,
integrante.
-¿Del Sahara? ¿No dijo
usted que era siciliano?
-Siciliano de origen.
Como he dicho una larga historia. ¿Quiere que se la cuente?
-No no, no se moleste. No
vaya a ser usted un integrista con tanto integrante. Pero si esto lo considera raro, espere al llegar a la zona de túneles.
Ahí el paisaje se vuelve... misterioso.
-¿Misterioso? ¿Más?
-Sí, así es. Ya lo
verá.
-O sea que este folleto
no miente.
-Déjeme ver…
-Es de la agencia. Ahí
compré el billete. Una oferta especial, todo incluido. Pero no sé que incluye
porque aquí no lo dice… No está claro. Problemas con el idioma, ya sabe.
-No, su billete no
miente. Tome. Incluso diría que se queda corto. Así que otro turista.
-¡No, no! Yo no soy
ningún turista, no me confunda por favor. Que uno tiene su dignidad. ¡Yo soy un
viajero!
-¿Un viajero? Pues
tiene apariencia de turista. De esos que no llevan nada organizado. Que llaman
a la puerta de una casa a las once de la noche, muertos de hambre, sucios y
tiritando de frío, para ver si les dan una cama. O una patada.
-¡Me insulta usted!
-Disculpe, no era esa
mi intención. Pero vienen muchos viajeros por aquí esperando hacer el trayecto
de su vida y uno se cansa de tanto aprovechado. Incluso aquí, en el tren, te
los encuentras por los pasillos fingiendo una amabilidad que no tienen o
dándote conversación en el vagón restaurante. Para que les invites a algo, ya
sabe. O en el compartimento, aprovechando cualquier excusa para iniciar el
diálogo. ¿No se ha dado cuenta de que sólo hablamos usted y yo?
-Sí, y me intriga.
¿Sabe por qué?
-Sencillo. De las seis
personas que aquí estamos, sólo usted es forastero. Y hoy me ha tocado a mí el
papel de amable ciudadano dando conversación al extranjero para que lo cuente y
vuelvan más a visitarnos. Con suerte, quizás sea un periodista mediocre
buscando la historia definitiva y escribe un gran artículo que nos resuelve la
temporada. ¿Qué me dice? ¿Tengo razón?
-De acuerdo, me ha
descubierto. No sabía que fuera tan evidente. Pero le digo que como periodista
soy bueno. Ocurre lo de siempre, que los medios pertenecen a grupos de poder donde
los puestos interesantes están ocupados hereditariamente. El resto, nos
buscamos la vida de freelance. Como yo.
-Por eso tiene que viajar.
Para vivir de los paisanos.
-¡No no! Yo me pago mis
cosas.
-Hasta que se le acabe
el dinero o consiga lo que ha venido a buscar… Déjeme adivinar… ¿Una historia
con misterio, intriga, sangre, vampiros y bellas mujeres secuestradas con
curvas voluptuosas?
-Yo no lo diría así
exactamente. Mis intenciones son
-¿Más elevadas?
-¡Sí, así es! Más
elevadas.
-¿Y le parece
suficiente mil ochocientos metros de elevación?
-No le entiendo.
-Es la altitud a la que
estamos ahora mismo. Claro que siempre se puede superar, hasta los dos mil
trescientos metros. Ahí sus intenciones alcanzarán el punto máximo de
elevación. Lo sabrá por la locomotora, apenas puede mover los vagones. Son
demasiados pero los recortes han traído estas cosas. Ahora viajamos peor.
-A mí me va a hablar de
recortes. Em… Y volviendo al asunto, sí lo reconozco. Esa es la historia que
busco.
-Lo sabía. Y le
agradezco que no me mienta. Otros lo han hecho y me enfurece muchísimo. Deben
creer que por aquí somos todos estúpidos, pero a ustedes basta sólo con
mirarles. Mochila, libreta, bolígrafo, grabadora, pilas de repuesto, cámara de
bolsillo... Lo habitual.
-¡Parece que me hubiera
registrado usted!
-No, no. No lo
necesito. Cualquiera de los aquí presentes lo habría adivinado.
-Presentes durmientes,
dirá.
-No se equivoque. Que
ninguna haya dicho una palabra ni haya abierto los ojos no significa que no
estén escuchando.
-Pero no nos
entenderán, supongo. Por cierto, ¿dónde aprendió mi idioma? ¡Habla usted muy
bien!
-Donde todos, en el
colegio. Escuela multilingüe.
-¿En el colegio?
-Sí. Mandarín, ruso,
español, francés e inglés. El gobierno invertía mucho en educación.
-¿Invertía?
-Sí, los recortes, ya
sabe.
-Ah, claro. Qué
gobierno más sabio tenían ustedes.
-No se engañe, como
todos. Era por el turismo. Para que podamos atender a turistas despistados como
usted.
-Viajero, le he dicho
que soy un viajero.
-Como prefiera. Viajero
despistado.
-Y… ya que nos hemos
sincerado… ¿No conocerá usted a algún vampiro, o similar? Me basta con un
familiar, no quisiera yo despertarlo de su sueño profundo.
-¿Un vampiro? Es usted
directo. Normalmente dan varios rodeos antes de afrontar la cuestión. Directo pero vulgar. Periodista viajero vulgar, un
turista, lo que yo digo. Mire por la ventanilla, aquel monte es el comienzo de
la zona de túneles.
-¿Y falta mucho?
-Veinte minutos
aproximadamente. Antes de los recortes esto se subía en diez, pero…
-Los recortes, sí. Como
en todas partes. No me ha dicho si conoce a algún vampiro.
-Sí, cómo no. Al igual
que el resto de los viajeros de este tren. Exceptuando a periodistas, turistas
y despistados. ¿Sabe cuánta gente lo confunde con el Orient Express?
-¡No me cuente! Hay
cada uno por ahí… ¡Tendrían a un vampiro delante y no se darían cuenta!
-Cierto. Como usted.
-¿Cómo yo? ¡Por favor,
me está faltando al respeto!
-¿Eso cree?
-Sí, eso creo.
-Juzgue usted mismo.
¿No quería encontrarse a algún vampiro?
-Sí, por favor. Debo
tres meses de alquiler y como no venda una buena historia me veo en la calle
con esos indignados.
-Está hablando con uno.
Y ni se ha enterado.
-¿¡Cómo!? ¡No le oigo
bien! ¡El ruido de la locomotora!
-¡Eso es porque nos
acercamos al túnel. Plena potencia! ¡Decía que tiene usted a uno delante!
¡Cerraré la ventanilla!
-Muchas gracias, así
mejor. ¿Quién, usted o uno de estos?
-Todos. Aquí somos
todos vampiros, hombre. ¿Qué ocurre, no estaba escrito eso en su folleto?
-Desde luego que no. Es
más, decía lo contrario. Mencionaba que tras largas averiguaciones y
adentrándonos en túneles secretos, pasadizos y criptas podríamos encontrar
algún vestigio de su existencia.
-¿Eso decía? ¿Lo ha
leído usted?
-Yo no, la máquina
traductora.
-Claro. Ay alma
cándida. Es usted más simple de lo que parece. ¿No se da cuenta de que eso son
trucos de vendedor? Para darle misterio y provocar su interés. Un truco para
turistas, lo que digo. ¿De qué se cree usted que vivimos en este país? ¿De
trabajar la tierra? La tierra es para el que la trabaja, y como aquí todo
pertenece al estado…
-Per… per… done. Señor…
¿cómo se llama? Aún no me ha dicho su nombre.
-Vladimir The Ripper es
mi nombre artístico. Aunque los amigos me llaman Antonio.
-¡Querrá decir Anthony!
O algo así.
-No, caballero.
Antonio.
-¿En español?
-Sí, en español.
¿Decepcionado?
-No le mentiré, un poco
sí. ¿Nieto de emigrantes quizás?
-Acertó usted. Primer
éxodo, época moderna.
-Ah, claro. Me han
contado que ahora hay una nueva oleada de emigrantes superior a la guerra. ¡Están
llegando al Sahara!
-Pues no lo sé, yo
perdí todo contacto. La tierra es tierra en todas partes.
-Pero, no entiendo. ¿Y
cómo se convirtió en vampiro? ¿Quién le mordió? ¿Lo era antes de nacer? ¿Duele?
Espere espere. Saco mi libreta de notas rápidas.
-Mire que es usted
infeliz. Se nota que es joven con ilusiones. No se preocupe, se le pasarán
antes de lo que imagina.
-A ver, dígame. No me
hable muy rápido que la taquigrafía aún la tengo verde. Cuente, cuente. ¿Cómo
se hizo vampiro? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Por quién? Las preguntas de todo buen
periodista, ya sabe. Ah se me olvidaba, ¿a cuántos ha mordido? ¿Le he
preguntado si duele?
-Tranquilícese hombre,
habrá tiempo. Además, una vez entremos en los túneles no va a poder escribir.
-¿Por qué? ¿Me van a
secuestrar? ¿A morder? ¿A matar? ¿A robar?
-Y dale. ¿¡Pero de
dónde ha salido!?
-Del Sahara, ya le he
dicho que del Sahara.
-¡Que no es eso! ¡Me
pone usted nervioso! ¡Y mire que he visto cosas! Digo que no va a poder
escribir por falta de luz. Los túneles y el tren están sin energía eléctrica.
Los recortes, se lo he dicho.
-Ah, vaya. Es por eso.
-¡Pues claro! ¿Qué
pensaba? ¿Qué algún vampiro le iba a chupar la sangre aprovechando la
oscuridad?
-Sí, qué menos. ¿No ha
dicho que esto está lleno de vampiros?
-Pues claro que lo
está. Este es un país sin industria, y el campo apenas da de comer. En general
todo el sector primario es ruinoso. Qué le voy a contar. Nuestro futuro está en
el turismo, por eso nos hacemos vampiros. De algo hay que vivir y los turistas
pagan bien estas bobadas.
-Creí que odiaba a los
turistas.
-¡Por supuesto que los
odio! Vienen aquí con su pulsera todo incluido y se creen los dueños de la
tierra. Hay que sacarles el dinero por ignorantes e imbéciles.
-Ya entiendo. ¿Y cómo
funciona?
-Antes era más
sencillo. Te colocabas los implantes, unas lentillas rojas, una capa larga y negra,
y ya podías empezar a trabajar. Rápido, simple y eficaz. Ahora, con estos
burócratas europeos, la cosa se está poniendo difícil. Hacen falta tres
permisos.
-¿Permisos?
-Sí, como lo oye. Uno
de sanidad, por aquello de los implantes. Yo me los hice en una clínica cubana
de maxilofacial. Unos verdaderos profesionales, créame. Aún guardo su tarjeta,
luego se la doy para cuando se haga mayor. También antes de lo que se imagina,
ya verá. Pero hay mucho intrusismo, y conozco a compañeros que las han pasado
canutas por culpa de las infecciones, material defectuoso… Un desastre.
-Donde haya un
profesional…
-Ya lo creo. El otro
permiso lo otorga el ayuntamiento. Nos asigna zonas y horarios de trabajo.
Prohibidas las inmediaciones de colegios y hospitales. Para los colegios mal
ejemplo, en los hospitales malas vibraciones.
-Es normal.
-Tal vez. Y que nos
quiten la pasta porque en el fondo todo es una excusa para sacarnos el dinero
con impuestos.
-¡A mí me va a contar!
-Y el tercero es del
sindicato. La jornada laboral, los días de fiesta, las tarifas, todo lo
controla el sindicato. Otra mafia casi peor que el ayuntamiento porque esos te
tiran piedras si te ven trabajando cuando no quieren. El último compañero acabó
en el hospital. Y después el ayuntamiento lo denunció por ocupación de zona
prohibida. Tuvo que empeñar los colmillos para poder pagar a todos esos
chupasangres. Un verdadero desastre.
-¿Y si enferma? ¿Dónde
va?
-Medicina privada,
joven. Otra pasta, no se crea. Esto del vampirismo se está poniendo difícil.
Cada mes hay una media de treinta nuevos asociados. Ya tocamos a cinco por
turista. Y con la crisis de valores y los precios sin subir en tres años… ya me
contará. Lo que digo, muy mal.
-¿Cuánto gana en una
semana?
-Se imaginará que
depende del mes. En verano hay más turista pero menos horas de luz. Y aún no sé
por qué pero la gente prefiere que le muerdan por la noche. Se meten más en el
papel.
-¿Cuánto cobra por una
mordida?
-Cinco dólares en la
muñeca. Diez en el cuello. Para el resto del cuerpo la tarifa es libre: fuera
del límite de zona.
-Como los taxis.
-Igual. ¿Qué es el
cuerpo sino un territorio conquistado?
-Tiene razón.
-Primer túnel.
-¿Cómo?
-Que recoja su libreta.
Entramos en el primero de los túneles… ¡Ahora!
-…
-¿¡Oiga!? ¡¿Me oye!?
-¡¡Sí, sí!! ¡¡Mal pero
le oigo!! ¡¡Es que ha sido tan repentino que me he llevado un susto!!
-¿¡Susto!? ¡¡No lo
creo!!
-¡¡Qué mal le oigo!!
¡¡Mucho ruido!!
-¡¡El túnel!! ¡¡Decía
que un susto es imposible!!
-¿¡Por qué!?
-¡¡Porque los sustos
son a quince dólares!! ¡¡Ya nadie hace nada gratis!!
-¿¡Quince dólares!?
-¡¡Sí!!
-¿¡Por qué más caro!?
¿¡No debía ser al revés!?
-¡¡Todo lo contrario!!
¡¡Es mucho más difícil asustar que morder!! ¡¡Y no digamos si el encargo es
para un adolescente!! ¡¡A esos no hay quien los asuste con tanto vídeo juego de
terror!!
-¿¡Y en euros!?
¿¡Cuánto cobra!?
-¡¡Lo mismo, quince!!
¿¡Por qué, quiere uno!?
-¡¡No lo sé!! ¡¡Sería
por el artículo!! ¡¡Aunque de momento con la negrura esta ya voy servido!!
-¡¡No se preocupe, se
acaba!!
-¿¡Qué!?
-Que se ha acabado.
Volvió la luz.
-Uff, y un poco de
silencio. No había forma de entenderse con tanto ruido.
-Eso ocurre porque los
túneles son muy estrechos. Los hicieron así por los recortes y ahora resultan
ensordecedores.
-No se crea, en mi país
la cosa también va muy mal.
-Yo mantengo la teoría
de que los túneles son tan ruidosos para que no conspiremos.
-¿Conspirar? No le
entiendo.
-Sí, hombre. Mire que
es usted joven. Si no nos oímos no podemos entendernos. Y así no conspiramos.
¿No le parece?
-Ahh. Oiga, pero… antes
aquí éramos seis. ¡Falta uno!
-¿Seis? Se confunde
usted. Estamos todos.
-¡Que no, que no! Le
digo que antes de entrar al túnel no había un asiento vacío. Y ahora sí, mire,
enfrente a la izquierda.
-Olvídelo, estamos
todos.
-¡Que no hombre!
-No insista, hágame
caso.
-No sé… Yo diría…
-Disfrute del paisaje
antes del próximo túnel.
-¿Cuántos son?
-¿En esta zona? Seis.
Pero más adelante hay otro buen número de ellos.
-Vaya. Oiga, me contaba
usted sus problemas con el sindicato y la salud, pero… ¿Puedo hacerle una
pregunta personal?
-Claro, para eso está
aquí, ¿no?
-Sí. Mire, es que tengo
curiosidad.
-Diría yo que no tiene
usted otra cosa en el mundo.
-Eh… Quizás tenga
razón…
-Pregunte hombre,
pregunte.
-Dice que es un
vampiro… Pero no le veo los colmillos. Ni los ojos sanguinolientos ni
-Ni la capa negra, ni
la piel blanca y fría como la luna, ni mi voz es cavernosa y grave ni la mirada
terrible asesina… ¿Verdad?
-Eh... Sí, así es.
-Ayy, siempre me tocan
a mí los más difíciles. ¿Cree usted que en un día caluroso como hoy, viajando
en este viejo tren estrecho y sin aire acondicionado puede uno ponerse la capa
encima? Un poco de piedad, caballero. ¿O quiere que me deshidrate? Y la piel
blanca es puro maquillaje, no se engañe. Yo mismo le he dicho que soy
descendiente de españoles. ¡Españoles del sur!
-Sí, lo he anotado.
-Pues ya sabe si los
conoce un poco: tez morena, pelo negro, ojos negros. Sangre árabe que corre por
sus venas. ¿O no se ha dado cuenta?
-Pues… no.
-Para ser periodista no
es usted muy observador. Lo de los colmillos se lo perdono porque los míos son
retráctiles. ¡Mire, mire!
-Tiene razón, no se
nota nada.
-Sin embargo, fíjese
ahora.
-¡¡¡Ahggg!!! ¡¡¡Joder
qué susto!!!
-Tranquilo joven, ¡no
se marche! Siéntese, siéntese y se lo explico.
-¿Qué me siente, a su
lado? ¡Sólo si promete no volver a sacar esos colmillos!
-Que sí hombre. ¿Qué se
ha creído, que me paso el día enseñándolos porque sí?
-Bueno, vive de eso,
¿no?
-Tiene razón, y por el
susto son quince dólares.
-¿Quince dólares?
-Pues claro, ¿o
prefiere que le cobre la entrevista?
-No no. Tenga su
dinero. Pero en euros debería ser más barato, ¿no? Con el cambio…
-¡Tarifa plana! Quince
monedas.
-Sólo tengo billete de
veinte.
-Traiga. Lo que sobra
es un depósito.
-¿Depósito?
-Sí, por la
explicación. Ya le dije que fui a una clínica cubana, categoría. Como ellos
hacen trabajos maxilofaciales, aplican un sistema de reconexión muscular y
nerviosa que al arquear el labio superior asoman los colmillos. ¿Lo ve?
-Quite quite. Ya he
visto bastante. Aunque es interesante.
-Y caro. Me quedo con
su depósito.
-Vaya. ¿Pero no se nota
usted raro sin ellos? Después de todo, es un vampiro.
-Al contrario, joven.
¿Sabe las llagas que me hacían? Se clavan en el labio inferior y no te dejan
vivir. Se lo digo yo. Tengo un amigo que las está pasando canutas por culpa de
los colmillos. Le han provocado una infección, porque no se engañe, nosotros
tenemos registro sanitario pero… ¿y los clientes? ¿Están limpios los clientes?
¿Se han lavado antes de solicitar el servicio? Hay muy poco aseo personal.
-¡Eh un mondo
difficile!
-¡Segundo túnel!
-¿Otra vez?
-¡¡Sí!!
-¡¡En el próximo
avíseme con más tiempo!!
-¡¡Lo haré!!
-…
-…
-…
-…
-¿¡Quién me ha tocado!?
¿¡Quién ha sido!?
-¿¡Qué le ocurre
joven!?
-¡¡Alguien me ha rozado
el cuello!! ¡¡Por detrás!!
-¿Rozado? ¡Eso es
imposible!
-¿¡Qué dice!? ¿¡No le
oigo!?
-¡¡Ahora!!
-¿¡Qué!? ¡¡No le
entiendo!! ¡¡Grite más!!
-Digo que ahora se
acaba el túnel. ¿Mejor?
-Ah sí. Es un alivio.
-Y un bonito paisaje.
-¿Bonito? ¡Yo no veo
nada! ¿Dónde estamos, en las nubes? ¡Y quiero saber quién me ha tocado!
-Se altera usted con la
facilidad de un joven, amigo. Tranquilícese o no terminará el viaje. Disfrute
de este paisaje cerrado de niebla y silencio a mil novecientos metros.
-¡Qué empeño con que
disfrute! Si sólo veo nubes, ¿es esto un tren o un avión? ¡Y quiero saber quién
me ha tocado! Un momento, falta otro pasajero. ¿Lo ve? ¡Ese asiento vacío no
estaba antes!
-Tranquiiilo. Todo está
bieeen.
-¿Cómo que está bien?
¿Cómo que está bien? ¿Pero no se da cuenta? ¡Ahora somos cuatro! Salimos seis
de la estación, cinco del anterior túnel. Cuatro ahora. ¿Qué es lo que pasa,
eh? ¡Y quién me ha rozado el cuello!
-¿El cuello? ¿Está
seguro? ¿No habrá sido usted mismo apoyándose contra el asiento?
-¡No no! ¡De eso nada!
¡Alguien me ha tocado! ¿Y por qué falta otro? ¡El señor del sombrero, ése
falta!
-Serénese. Les va a
despertar.
-¿No decía que no
dormían?
-Usted hágame caso.
Todo está bien. Serénese.
-Uhm… Vale… Me calmo.
Quizás haya salido al pasillo. ¿Podría ser, no?
-¡Pues claro, hombre!
¿Ve? Todo es cuestión de perspectiva.
-De acuerdo. Pero
juraría que alguien me ha tocado el cuello. Y ya me gustaría a mí tener algo
más de prespectiva en esa ventanilla. Todo niebla… Marea.
-Perspectiva. Es por la
falta de profundidad. En la niebla no hay distancias ni referencias. Por eso la
gente se pierde con tanta facilidad. Y respecto a lo del cuello, es imposible
que le hayan rozado.
-Para usted todo es
imposible.
-Esto que dice sí.
Susto más contacto son treinta monedas. ¿Y usted, ha pagado?
-¡Por supuesto que no!
¡Cómo voy a pagar por esas gilipolleces! Debo tres meses de alquiler.
-¿Gili qué?
-Gilipolleces.
-Me gusta la palabra,
¿puedo usarla?
-Sí, ahí la tiene. Son
diez pavos.
-¿Diez qué? ¿Pavos?
-Pavos sí, monedas. Son
diez euros.
-Ah, dinero. Tenga. ¿Y
qué significa?
-¿Pavos?
-¡No hombre! Gilipo…
lleces.
-Ah, tonterías.
Estupideces, eso.
-¡Oiga, me ofende
usted! ¡Un respeto por la profesión!
-Perdone, no quise
ofenderle pero me entra una cosa cuando lo recuerdo. No sé qué es, no tengo
palabras pero me pone nervioso.
-Escalofrío.
-¿Qué?
-Escalofrío. La cosa
esa para la que no tiene palabras se llama escalofrío.
-Exactamente.
Escalofrío.
-¿Ve como sí hay
palabras? Usted es periodista, debería conocer todas las palabras.
-Sólo las importantes.
-¿Las importantes?
¿Cuáles son según usted? Yo que hablo seis idiomas le aseguro que para mí son
todas.
-Asesinato, secuestro,
chantaje, terremoto, extorsión, accidente, catástrofe, inundación, huracán,
asolar, desprendimiento, derrumbe, volcán… Ese tipo de palabras es importante.
Ofrecen buenos titulares. ¿Seis idiomas? ¿No eran cinco?
-Ah ya entiendo.
Sensacionalismo.
-Llámelo como quiera.
Pero pagan el alquiler. Oiga, ¿las preguntas no debería hacerlas yo? Soy
periodista.
-Pregunte usted.
Pregunte. Aproveche ahora que todavía es gratis.
-¿Qué quiere decir?
-Lo que oye. El
sindicato está pensando regularizar el tema preguntones.
-¿Preguntones?
-Sí, así llamamos por
aquí a gente como usted. Quieren saberlo todo pero son demasiado cobardes para
probar nada.
-Bueno, a mí me
gustaría pero ando mal de liquidez.
-Sí, sí. Le entiendo.
Pero pregunte rápido que pronto hay dos túneles. Prácticamente seguidos.
-De acuerdo. No olvide
avisarme. ¿Hay algún límite de edad para los vampiros?
-Me gusta que me haga
esa pregunta. Mejora usted.
-Gracias, lo intento.
-Últimamente con esto
de la crisis la edad para establecerse está bajando demasiado. Como sigamos así
volveremos a los tiempos de la revolución industrial. Y yo estoy muy en contra,
¿sabe? Todo ese vampirismo adolescente es un despropósito. Muchachos agresivos
que aún no saben nada de la vida ya están dando mordiscos por ahí. ¡Incluso
unos a otros! No tienen formación, no siguen un ritual o llevan un protocolo. No
cuidan los detalles. Lo de esos muchachos es el mordisco por el mordisco, sin
protección alguna. No sé dónde vamos a ir a parar. Mal, muy mal.
-Me suena. Así que no
hay límite de edad. Anotado. ¿Y por arriba? Nunca he visto un abuelo vampiro.
-Lo mismo. Antes de la
crisis la edad para trabajar estaba bien definida. Pero la escasez y la merma
de las pensiones ha devuelto a las calles a gente con más de diez años de
retiro. Le digo que como sigamos por este camino vamos a encontrar a abuelos
desdentados por la calle tratando de morder a los clientes y… Qué le voy a
contar.
-¡No siga! ¡Puahg qué
asco!
-Feo está que yo lo
diga, pero sí, un asco.
-Brrr… Pasemos a otra
cosa. Siempre me ha intrigado eso de volar. ¿Cómo lo hacen? ¿Es natural, hay
cursillos, pueden asistir los no vampiros? A mí me gustaría si están en precio.
-¡Ay, volar, alma
cándida! Se lo cuento después de los túneles.
-¿Qué?
-¿No me dijo que le
avisara? ¡Pues ahora!
-¡¡Se lo agradezco!!
-¡¡No las merece!!
¡¡Recuerde!! ¡¡Son dos!!
-¡¡Ah ah ah ah ah ah ah
ah ah!! ¡¡Qué qué qué paaaaasa!!
-¡¡Tranquilo!! ¡¡Son baches!!
-¡¡Ah ah ah ah!! ¿¡Có
co como que baaaches!?
-¡¡Sí hombre!!
¡¡Baches!! ¿¡Nunca ha ido en avión!? ¡¡Pues lo mismo!! ¡¡Baches!!
-¿¡Y y y y yyy cuántooo
va aaa durar estooo!?
-¡¡Sujétese!!
-¿¡Qué!? ¡¡Ayyy!!
-¡¡Le dije que se
sujetara!!
-¡¡Ay ay ay ay!!
-¿¡Qué le ocurre!?
-¡¡Ay ay ay ay!!
-¡¡Aguante un momento!!
¡¡Entre los dos túneles hay una ventana de luz de treinta segundos!!
-¡¡Ay ay ay ay!!
-¡Ahora! Pero hombre,
¿qué hace usted en el suelo?
-¡Ay ay ay!
-¿Por qué no me hizo
caso? Mire que es usted joven. Le advertí de que se sujetara. ¿En qué está
usted pensando?
-¡Ay ay ay! ¡Qué golpe!
-Duele, ¿eh? Mejor
quédese ahí. Ahora viene el otro túnel.
-¡¡Ayayayay!!
-¡¡Cierre la boca!!
¿¡No me ha oído!? ¡¡Esto está lleno de baches!! ¡¡La culpa es de los ladrones!!
¡¡Roban el hierro de las vías!! ¡¡Por eso vamos a saltos!! ¡¡El gobierno no
tiene dinero para reparaciones!! ¡¡Se acaba ahora!! ¡¡No se preocupe!!
-…
-¿Lo ve? Vuelta a la
placidez del viaje en tren.
-¡Ayayayay!
-Vamos, vamos. No se
queje usted tanto.
-Ayayayay. Qué golpe.
¡Qué golpes!
-Veeenga, incorpórese
usted que no ha sido nada. Estos jóvenes, ¡se nota que no han pasado hambre!
-Ayayay. Ayúdeme por
favor.
-Eso está mejor. Deme
la mano. Así es. Arriba. Vamos, vuelva a su asiento que está molestando a los
viajeros.
-¿Molestando?
¿Molestando yo?
-Sí hombre. Ocupando el
pasillo invade su espacio.
-¿Y quién se ocupa de
mí? ¿Quién me ha tirado al suelo? ¿Eh? ¿Y quién se ha liado a patadas conmigo? ¿Eso
no es molestar?
-Ya vuelve usted con
sus paranoias.
-Le digo que alguien me
ha tirado al suelo de un empujón y luego me han pateado.
-Se confunde usted. Han
sido los baches. Esa es una zona muy dañada y los accidentes dentro del tren
son frecuentes entre los turistas. ¡Ya le avisé!
-¡Y le hice caso! Me
agarré pero le repito que alguien me ha dado un empujón. Caí al suelo y después
empezaron las patadas. Seguro que tengo más de un hueso roto. Ayayay, qué
dolooor.
-Eso es imposible.
-¿Otra vez con ese
cuento? ¡Fíjese! ¡Ya falta otro!
-Digo que es imposible
porque la paliza vampira son cincuenta dólares por cabeza. Si como dice usted
han sido varios, ponga un mínimo de ciento cincuenta. ¿Le ha cobrado alguien?
-¿Cobrarme? ¿Le parece
poco cobrar la paliza? ¡Y con paga doble!
-Pues si nadie le ha
cobrado han sido los baches, ya le dije que hoy nadie trabaja gratis.
-¿Y cómo se explica al
otro que se ha ido? La mujer gruesa, ¿no ve que ya no está?
-Todo en ooorden,
olvídelo.
-¡Olvídelo, olvídelo!
¿No sabe decir otra cosa? ¿Cómo voy a olvidar que cada vez que entramos en un
túnel desaparece alguien? Ya sólo quedamos tres. Según su teoría del pasillo
debe estar lleno de gente. Ayy, qué dolor. Debo tener más de un hueso hecho
puré.
-No sabe usted apreciar
lo hermoso de la vida. Estos momentos de serenidad… lo son todo, joven. ¿No se
da cuenta?
-Yo sólo me doy cuenta
de que aquí desaparece la gente y todos se despiden de mí. ¡Y no hace ninguna
falta! Estoy empezando a creer que este viaje fue una mala idea.
-Pronto se desalienta usted.
Se nota que es joven, le falta cuajo.
-Esto no tiene nada que
ver con la juventud. Una paliza es una paliza.
-Relájese, hombre.
Disfrute del paisaje.
-¡Pero qué paisaje si
no hay otra cosa que nubes y más nubes!
-Utilice su
imaginación. ¿Qué hay debajo de las nubes?
-Usted sabrá. ¿Ha
pasado más veces por aquí, no?
-Piense que podría ser
un hermoso bosque lleno de animales corriendo en libertad. O una llanura
interminable de yerba alta y fresca. O el mar. Imagine que debajo tenemos un
océano infinito azul profundo. Entonces, el viaje sería otro, ¿no le parece? Y
usted es un viajero y no un turista cualquiera, ¿no es así?
-Si debajo hubiera un
océano mal me lo pone. No sé nadar y tengo pánico a las profundidades. Padezco
un miedo incontrolable a no saber qué hay bajo mis pies.
-¡Qué falta de
romanticismo la suya!
-No puede haber mucho
romanticismo cuando te han dado una paliza por la cara.
-¿Por la cara? Pues no
le veo señales. ¿No dijo que era en el cuerpo?
-¡Ay, déjelo! Es una
forma de hablar. Mejor seguimos con la entrevista.
-Como quiera. Tenemos
tooodo el tiempo.
-Uhm… No sé cómo
interpretar eso… Es igual. He comprobado que en la oscuridad no podía verme.
¿Es así?
-Correcto.
-Yo creía que los
vampiros veían perfectamente en la oscuridad. Por eso prefieren la noche, son
aves de presa.
-¡Ja ja ja ja ja! ¿Pero
de dónde saca usted esas ideas tan absurdas? ¡Aves de presa! ¡Ja ja ja ja ja!
-Lo que he leído por
ahí.
-Cuentos infantiles
supongo. Aves de presa, qué majadería. Pues no, no veo en la oscuridad. Al
menos no mejor que usted. ¿Ve usted algo?
-No, nada.
-Yo tampoco. Y menos a
esta edad. Sin mis gafas no soy persona.
-Querrá decir vampiro.
-Lo que prefiera. Usted
es el periodista y seguro que sabe mucho de todo.
-Procuro estar
informado, sí. Es mi deber.
-Claro, claro. Leyendo
periódicos, supongo.
-Principalmente.
-Ah, entiendo.
-Ya que ha hablado de
la edad. ¿Cuál es?
-Pregunta personal.
¿Cuántos años diría usted que tengo?
-No sé… Entre cuarenta
y cincuenta, pero soy muy malo para estas cosas. Supongo que me equivocaré en
más de cien. ¿Tal vez doscientos?
-¡Ja ja ja ja ja! ¡Mira
que es usted ingenuo! ¡Doscientos años! ¡Qué horror! Me divierte usted con sus
inquietudes de best seller mediocre. Qué quiere que le diga, no me gustaría
pasar de setenta. La vida de vampiro no es para un anciano. Conozco algún caso
y…
-Vaya.
-¡Ja ja! Le noto
decepcionado.
-Un poco.
-¡Qué sería de la vida
sin esas decepciones!
-Quizás. Entonces,
supongo que lo de volar…
-De volar nada, amigo.
Me permitirá esta cordialidad. Y para serle sincero, esto sí que lo lamento. No
sabe cuánto me hubiera gustado volar. ¡Aunque sólo fuera por el día! Volar…
debe ser lo más parecido a la libertad.
-Bueno, hay más cosas.
-¿Ah sí?
-Claro. Andar en moto,
conducir un descapotable, una lancha, muchas cosas transmiten esa libertad.
-¿Eso? perdóneme, pero
eso no es más que viento en la cara. Si quiere bajo la ventanilla, saca usted
la cabeza y tendrá la misma engañosa sensación de libertad. Pero no es más que
un sucedáneo. Volar… es otra cosa.
-Vaya, me fastidió
usted la experiencia. Y dígame, otra cosa más… Cómo diría yo…
-Usted verá que es el
periodista y conoce todas las palabras importantes para anunciar cualquier idea.
Es lo que hacen los periodistas, ¿no? Contarlo todo aunque sea mentira.
-No aprecia mucho esta
noble profesión.
-La profesión sí. Los
que la ejercen son el problema. Pero siga, siga. Continúe usted con sus
preguntas.
-Ahí va, sin paños
calientes. Es el tema de la sangre. ¿De verdad que es la sangre lo que
convierte a un vampiro en inmortal?
-Ayyy, pero qué habré
hecho yo para recibir tanto castigo. Vamos a ver, ¿tengo yo cara de inmortal?
-No lo sé. Nunca he
conocido a ninguno.
-Yo tampoco. Le puedo
asegurar que hasta el momento los compañeros de profesión más antiguos van
muriendo uno tras otro.
-Bueno eso es lo que
cree usted, pero quizás resuciten o algo así.
-¿Resucitar? ¿Y cómo
salen de dos metros bajo tierra? ¿Con las uñas? Por no hablar de los que son
incinerados. Que no hombre, que no. Ha leído usted demasiadas gilipollezes. ¿Se
dice así?
-No no. Es gi li po lle
ces. Con c de corazón.
-Ah, entiendo. Me gusta
la palabra, gilipollezes, seguro que la puedo revender por ahí. Aunque bien
podría ser con z de corazón, ¿no le parece?
-Como quiera. Y ahora
que salió el tema, ¿es verdad que sólo pueden morir de una estaca
-¿Clavada en el
corazón? ¡Toma, y usted! ¡A ver quién es el tipo duro que no fenece con un
estacazo en el corazón! ¿Me permite una grosería?
-Sí por supuesto. Estoy
acostumbrado, siendo periodista… Con toda confianza. Está usted en su tren.
-Amigo, tiene usted la
cabeza llena de mierda.
-Oiga, sin faltar.
-Le he pedido permiso,
ahora no me proteste.
-Tiene razón, disculpe.
Pero son diez pavos por el insulto.
-¿Diez pavos? ¿De dónde
saco yo diez pavos?
-Diez monedas, hombre.
-¡Ah!, explíquese
mejor. Aquí tiene.
-Es que… ¿sabe todo lo
que yo me he documentado antes de venir?
-Usted ha leído, cosa
muy distinta a documentarse. Y no en las fuentes adecuadas. De lo contrario no
haría esas preguntas tan ridículas.
-A usted le parecen
ridículas pero es lo que la gente quiere saber.
-Ah no, amigo. Lo que
la gente quiere saber y lo que cuentan los periodistas son dos cosas muy
distintas. No se engañe.
-Tiene razón.
-Claro.
-Pero volviendo a la
sangre. Si no inmortaliza sí servirá al menos de alimento. Recuerdo que cuando
era pequeño en mi pueblo se mataba el cerdo y la sangre era muy apreciada para
comerla con cebolla o hacer morcillas, por ejemplo.
-¿Y usted ha venido
hasta aquí para buscar vampiros? Debería volverse a su pueblo. En cualquier
caso, si bien un humano es un cerdo bipedestante, yo nunca la he probado.
-Entonces, cuando
muerden qué hacen, ¿la escupen?
-Me obliga usted a ser
grosero nuevamente.
-Vale, le he entendido.
¿Puede responderme?
-Todo eso de
alimentarnos de sangre no es otra cosa que basura sensacionalista. Aquí somos
gente culta, educada, seria. Sensible. ¿Se cree usted que yo me voy bebiendo la
sangre de cualquier mangurrián que encuentro por ahí? ¿Eh? ¿Tengo cara de ser
un chupasangres?
-Pues no lo sé, tampoco
he conocido a ninguno.
-Permítame que le
corrija. ¡Ha conocido a muchos!
-¿Yo?
-Sí, usted. Y yo, y
cualquier persona que viva en este mundo que llaman civilizado. ¿Nunca ha
rellenado un formulario bajo la mirada atenta y sospechosa de un servidor
público? ¿Nunca ha sido amonestado, o sancionado? ¡Ahí tiene usted a sus
chupasangres! Por aquí de momento nos basta con el zumo de tomate y coca cola.
-¿Zumo de tomate y coca
cola?
-Sí, por supuesto. ¿De
verdad pensaba que era sangre? ¡Qué asco! Por no hablar otra vez de las
enfermedades. ¿Cómo sé yo que el cliente no lleva un regalo contagioso? Insisto
en el tema sanitario: yo estoy limpio, ¿y ellos?
-Lo entiendo. Nunca me
lo había planteado de esa forma.
-Supongo que no, habida
cuenta de que llevan dos siglos escribiendo porquería sobre nosotros y el duro
oficio de vampiro. Gilipollezes, con zeta de corazón que me gusta más.
-Pues el suyo será
duro, pero el de periodista… No se imagina el desgaste que supone inventar una
historia cada día, fingir que has contrastado las fuentes, darle realismo, es
terrible.
-Se acostumbrará. No se
preocupe. Pero ahora que lo comenta, observo que nuestras profesiones tienen
algo en común.
-¿Ah sí? Ya me dirá.
-Vivimos en una farsa.
Nos pasamos el día fingiendo que ocurren cosas que no son ciertas para
interesar a los demás. Ya sabe, ¡tanto mientes tanto vales!
-¿Sí?
-Sin duda. ¡La mentira
es un valor en alza!
-Me alegra oír eso. Se
cansa uno de tanto apuro económico. Y yo me hice periodista para inventar
historias y ganar dinero con ellas.
-Por eso muchos de
ustedes se pasan a la novela negra. No encuentran la diferencia.
-Así es. Para terminar
con el asunto de la sangre. Si no es cierto que muerden a las víctimas
-Clientes, joven. Son
clientes. Y no es sangre sino zumo como he dicho. Aquí no muere nadie so pena
de prisión por homicidio involuntario. Ese es nuestro mayor miedo, que se nos
muera alguien del susto. Porque hay gente muy delicada demandando emociones
fuertes. No se imagina qué miedo dan.
-Lo tacho, clientes
entonces. Preguntaba cómo es la parafarnalia esa de la sangre chorreando.
-Se dice parafernalia.
Con e de estrechez, para que la recuerde bien. Como ya he explicado, al zumo de
tomate y coca cola no hay producto que lo supere ni efecto especial que lo
iguale. Para el espectáculo cada uno tiene su método, pero se utiliza mucho un
dispositivo similar al suministro de suero en hospitales. Yo, por ejemplo,
llevo la bolsa en el bolsillo, me disculpará la redundancia.
-No es necesario.
-Bien, como decía, de
la bolsa parte un pequeño tubo de goma que sujeto al brazo y dejo asomar por la
manga boca.
-Boca manga, creo que
se dice así. Aunque no estoy seguro, falté a muchas clases, ¿sabe?
-Sí, se le nota.
Bocamanga entonces. En la mano escondo una pequeña bomba y con ella extraigo el
contenido hasta el lugar donde quiero. Por eso debo poner la mano cerca de la
boca al simular el mordisco. Para que el zumo chorree en el lugar correcto.
-Todo muy artesanal.
-Sí. Como le digo no
hay un solo método y tampoco fabricante que lo comercialice.
-¿Y la mezcla, a qué se
debe?
-Al igual que el
invento, su contenido va en gustos. Hay quien prefiere sólo tomate,
vegetarianos o con problemas de sobrepeso en su mayoría. El inconveniente es
que da un color demasiado rojo. Y hay gente negra, muy negra por dentro a la
que le corresponde un tono más oscuro. Pura psicología como ve.
-¿Y su sangre, cómo es?
-¿La mía? Roja. ¡Como
la suya supongo!
-Quise decir la de la
bolsa.
-Pues hable con
propiedad, hombre. ¡El zumo!
-Sí, eso.
-Con un toquecito de coca.
Aporta un color algo más oscuro y, lo más importante, sabe mejor. Más dulce. Ya
bastante incómodo es nuestro trabajo como para meterse por el gaznate un
producto que no gusta, ¿no le parece?
-Uhm… Si le dijera las
cosas que yo me veo obligado a tragar para sobrevivir.
-Me hago cargo. Como
bien ha dicho, ¡e un mondo difficile!
-Veo que es un
profesional, lo tiene todo pensado.
-La experiencia, joven.
Siempre es un añadido. Sin embargo, aún no he resuelto el tema de la
temperatura.
-¿La temperatura? ¿A
qué se refiere?
-Evidente. A la
temperatura del producto. A primera hora está muy fría y los clientes lo notan.
Si bien esto les causa cierta impresión y aporta mayor realismo que luego
aparece reflejado en sus fotos o vídeos. Porque todo lo graban, no se crea. Aún
no cobramos derechos de imagen, pero el sindicato está en ello.
-Es comprensible. ¿No
llevará una muestra. Ya que estamos.
-Yo soy un profesional
y en cualquier momento aparece un cliente que se ha de satisfacer. Aquí mismo,
en la maleta. Mire, mire.
-¡Vaya! ¡Qué cantidad
de bolsitas!
-¡Hay que ir preparado!
Es temporada alta y se ha de ganar dinero para cuando baja la clientela.
-Claro, claro. Veo que
tiene de distintos colores.
-El color es el mismo,
joven. Lo que cambia es la tonalidad. ¿De verdad acabó la carrera?
-¡Entre las primeras
notas!
-Pues cómo serán las
últimas. Así nos va.
-¿Puedo probarla?
-Probarlo. Es zumo no
sangre. Masculino singular.
-Como quiera. ¿Puedo?
-Después de todo lo que
le he contado sería una ofensa no hacerlo. Tome, tome. Beba un chupito. ¡Esto
es calidad!
-Ahhh… Pues tiene
razón, está deliciosa.
-¡Y dale! Delicioso.
-Exquisito. ¿Puedo
repetir?
-Sí, por supuesto. Me
halaga usted. Zumo hecho sólo con tomates de la cosecha de invierno.
-Ahhh… Excelente. ¿Y
eso por qué?
-¿Por qué excelente o
por qué de invierno?
-Lo segundo. ¿Puedo
repetir?
-Claro, tome. Soy muy
exigente con el género. Sólo así logra uno buenos resultados. El tomate de
verano se estropea rápidamente. Es más barato porque no todos los proveedores
pueden mantener la cadena de frío. Se les echa a perder en campas y almacenes
de bajo coste. Mal producto, precio más bajo. En invierno, se imaginará que
ocurre lo contrario.
-Ahhh… Inmejorable. De
los mejores zumos de tomate que he probado nunca. ¿Un último chupito?
-Tenga. Acábese la
bolsa.
-Gracias es usted muy
amable.
-No las merece. Son
treinta dólares.
-¡Glub! ¿¡Qué!?
-Cinco por chupito. No
se queje, es un buen precio. Y si tenemos en cuenta la calidad… Se ha bebido
una bolsa entera, ¿sabe cuánto
-Vale, vale. No siga.
Buen producto ya lo sé. Aquí tiene. Estoy recordando ahora el tema ajos,
crucifijos… esas cosas. Supongo que todo mentira, claro.
-Supone bien. De hecho,
tengo una gran predilección por los ajos. Machacaditos con aceite de oliva son
excelentes para el corazón, yo tomo dos cada día.
-¿Predicación? ¿Es
usted religioso?
-He dicho
¡predilección! Anote, pre di lec ción. Eso es, con dos ces y tilde. ¡En la o,
no en la e! Por dios. Sin ir más lejos, este zumo lleva unos dientecitos de
ajo. ¿Ha notado ese picorcito al final? Cosecha de invierno también.
Extraordinarios. Del sur del país. Pura delicatesen.
-El único picorcito que
he notado han sido los treinta euros. Si lo sé me traigo dólares, eso que me
había ahorrado. Maldito euro.
-Venga venga. No se
queje usted. Y lo que me preguntaba del crucifijo. Yo mismo tengo uno en mi
habitación.
-Lo que yo he dicho,
predicación. Lo sabía, mi olfato periodista no me engaña.
-Pues le aconsejo una
revisión. El crucifijo perteneció a mi madre, ella sí era religiosa. Y mucho.
Pero mi ateísmo es más fuerte que el odio. Lo guardo por su recuerdo. Murió el
año pasado.
-¡Cuánto lo siento!
-No diga bobadas. ¡Qué
lo va a sentir si no la conoció!
-Por educación, ya
sabe.
-Pues déjese de
formalidades conmigo. Y vaya recogiendo que pronto llega el quinto túnel.
-Lo había olvidado, es
tan amena su conversación…
-Lo sé, lo sé. Me lo
dicen siempre mis clientes. Un profesional, lo que digo.
-Voy guardando mi
libreta, entonces. No quisiera perderla ahora que está llena de notas.
-Guárdela bien, sí.
Mejorando lo presente, pero no se tiene cada día la oportunidad de entrevistar
a un vampiro como yo.
-Ya está, todo en
orden. Me agarraré bien fuerte al asiento, no quiero que me vuelvan a tirar. A
este ahora lo voy a vigilar bien.
-¿Ya vuelve usted con
sus paranoias? Se habrá caído en algún bache. Nada más.
-¿Ah sí? ¿Y la paliza,
también la he imaginado?
-Quizás, la capacidad
de autosugestión del ser humano es increíble. Piense en todos los charlatanes
que hay por el mundo repitiendo con sus estigmas las heridas de Cristo en la
cruz.
-Lo que usted diga.
Pero a mí me han dado una paliza. Además, ¿no era usted ateo? Como se le ocurra
acercarse al tipo de enfrente le planto una sonrisa en la cara de una patada,
ya verá cómo le despierto. Vaya un sujeto, no ha cambiado de postura ni ha
movido un músculo en todo el viaje. Parece un muerto.
-Usted ve muertos y
amenazas con mucha facilidad. Se nota que es periodista.
-¡De raza! Y me da
igual lo que piense, yo no me fío… El túnel, ¿es largo?
-Este no, pero también
está lleno de baches. Le recomiendo que cierre la boca o se partirá algún
diente castañeteándolos. Peor aún, puede
cortarse la lengua con ellos y eso para un periodista resultaría fatal. ¿No le
parece?
-No sé cómo interpretar
eso… ¿Y usted?, no parece alterarse.
-La costumbre, joven.
Agárrese, ¡ahora!
-¡¡Uhm!! ¡¡Mmm!!
¡¡Mmm!!
-¡¡Tranquilo!! ¡¡Ya me
lo contará a la salida!!
-¡¡Agg!! ¡¡Mmm!!
¡¡Mmm!!
-¡¡Sigo sin
entenderle!!
-¡¡Mmm!! ¡¡Agg!!
¡¡Mmm!!
-¡¡Espere unos
segundos!! ¡¡Esto se acaba!!
-¡¡¡MMM!!! ¡¡¡MMM!!
-¡¡Ahora!! ¿Ve?, mucho
mejor. Se altera usted demasiado. Claro, la juventud es lo que tiene. Exceso de
casi todo.
-¡Puahg! ¡Qué asco!
¡Puag, puag! ¡Abra la ventanilla! ¡Tengo que escupir en alguna parte!
-¿Pero qué dice hombre?
-¡Qué asco, qué asco!
-¿Asco? ¿Por qué? ¿No
decía que le gustaba mi zumo?
-¡Que no es el zumo!
¡Alguien me ha dado un beso! ¡Tengo que vomitar! ¡Abra la ventanilla que tengo
que vomitar!
-¿Cómo dice? ¿Un beso?
¿Aquí, ahora?
-¡Sí aquí, en el túnel!
¡Siempre me pasa algo en los túneles! ¡Cojodeeer! ¡Y de tornillo! ¡Qué asco
toda la lengua gorda y babosa y áspera dentro de la boca! ¡Puahg! ¡Tengo que
vomitar! ¡Tengo que vomitar!
-¿De tornillo? ¿Qué es
eso? ¿Ferretero además de periodista?
-¡Que no hombre! ¡Que
me han dado un beso con lengua!
-¡Ah un beso
apasionado! Se explica usted muy mal le voy a ser sincero.
-¡De tornillo, con
lengua, apasionado! ¡Me da igual cómo lo llame! ¡Puag, abra la ventanilla le
digo que tengo que vomitar!
-No se lo aconsejo.
Enseguida tenemos el otro túnel y si saca la cabeza se la dejará en la pared. A
esta altura el espacio es mínimo, los recortes ya se lo he dicho. A nivel de
suelo, en la vía, hay algo más de sitio, pero no aquí.
-¡Pues deme zumo! ¡Algo
que me quite este sabor asqueroso! ¡Ha sido el tío este guarro! No hay otra
posibilidad.
-Tenga, su zumo. Fíjese
en el picorcito del ajo que le he mencionado. Y en las especias, un poquito de
orégano, una pizquita de albahaca y una puntita de pimienta. Roja, por
supuesto. Son veinte pavos, como usted dice.
-¿Veinte, no eran
treinta?
-Sí pero me quedo la
palabra, le descuento diez pavos por la palabra pavos. Es corta, me gusta.
-El negocio es el
negocio.
-Así es. ¿De modo que
por eso estaba usted tan callado en el paso del túnel?
-¡Como para no estarlo!
¡Casi me ahoga el asqueroso! ¿¡Ve!? ¿¡Ve lo que le digo!? ¡Otro que ha
desaparecido! ¡Mire, ya no está!
-Tranquiiilo. Tome su
zumo con delectación, hombre.
-¡Pero qué delección ni
qué narices!
-Delectación.
-Lo que yo he dicho.
¿No se da cuenta de que cada vez que entramos en un túnel a mí me ocurre algo y
uno de los viajeros desaparece? ¿Me está tomando por imbécil? ¡Que yo soy un
periodista!
-Tranquiiilo, todo está
bien.
-¿Pero cómo me voy a
tranquilizar? ¿Se ríe de mí o qué pasa?
-No, no. En absoluto,
joven. Es que le noto muy alterado, eso es todo.
-¿Alterado? ¡Yo soy el
que no entiende su parsinomia!
-Se dice parsimonia. Y
no es tal. Lo que ocurre es que hay que tomarse la vida con sosiego. Y usted,
joven y periodista, está en el grupo de alto riesgo. Morirá de un infarto antes
de los treinta y cinco si no aprende a relativizar.
-¿De los treinta y
cinco? ¡Será una suerte si no me da un ataque en este viaje!
-Pues por eeeso. Beba,
beba su zumo y verá cómo se relaja. Pero beba con moderación, conocerá el
consejo.
-Algo he oído. ¿Y sabe
qué le digo? Le haré caso. A la mierda todos, si se quieren ir que se vayan; no
debe quedar sitio en el pasillo para una mosca. Pero tengo un mal rollo con
estas desapariciones y sus despedidas… que mejor no le cuento.
-Mal rollo. Uhm…
interesante expresión. Beba y disfrute. Del zumo y del paisaje. ¿Ha notado el
picorcito del ajo? El próximo va por cuenta de la casa.
-Ahh, yo no encuentro
ese picorcito que dice, y no sé si será por la albahaca el tomillo o el laurel,
pero está delicioso.
-Tomillo y laurel no
lleva, pero probaré en mi próxima remesa, me quedo también la sugerencia. Le
abono la idea y la expresión mal rollo con el siguiente zumo gratis.
-Gracias. Su paisaje en
cambio no lo aprecio tanto. Sólo veo nubes.
-No es lo que se ve, joven.
Sino lo que pueda imaginar bajo esas nubes cubriéndolo todo.
-A estas alturas del
recorrido sólo cosas chungas, en el sentido más abierto de la expresión.
-¿Chungas? Otra palabra
curiosa, ¿me la vende?
-Faltaría más. Veinte
pavos, en euros por favor.
-¿Veinte? Ha subido
usted.
-La inflación. ¿O
prefiere una deflación?
-¡No, no, no! Quite,
quite, mucho peor. Aquí tiene su dinero, sus pavos. Puedo ahora utilizar esta
palabra con propiedad, la he pagado.
-Y hablando de alturas.
¿Cómo andamos?
-Qué pregunta, en tren,
¿no lo ve?
-Digo que cómo estamos
de altitud.
-Pues hable usted con
propiedad, ¡hombre! ¿O es que aún no ha pagado esas palabras que usa?
-Estoy yo como para
pagar palabras, si no tengo para el alquiler.
-Vamos, que siendo
periodista escribe usted de prestado.
-Las palabras sí. Es lo
que hacemos los periodistas, robar historias de otros. Somos…
-Ladrones de vidas.
-La mayor parte del
tiempo sí.
-Y cuando no hay nada
que robar, se las inventan.
-Qué le voy a contar.
-Nada, mejor no me
cuente nada porque será robado o mentira. Y me siento incómodo, oiga. Me
convierte usted en cómplice de un delito de apropiación. Y yo soy un vampiro
serio.
-Le comprendo. Ahh,
exquisito. No me ha contestado.
-Dentro del próximo
túnel alcanzamos la altitud máxima. Dos mil quinientos metros.
-¿No dijo que eran dos
mil trescientos?
-Sí, pero la inflación
aquí es muy fuerte.
-Suerte que tienen. En
mi país estamos sufriendo una deflación y eso
-Eso es hundirse.
-Así es.
Definitivamente. Ya le dije que las cosas estaban mal, ¿quiere que le cuente?
-No, no. Que me hace
cómplice.
-¿Y tiene que ser
precisamente dentro del túnel cuando se alcancen esos metros?
-Qué quiere que yo le
haga: graciejas del ingeniero. Lo llamó el túnel doble arco.
-¿Doble arco?
-Sí, la curva
horizontal es un arco. La vertical otro.
-Qué complicado.
-Y costoso en vidas. Se
diseñó así pensando en el premio internacional de arquitectura.
-¿El Pritker?
-Pritzker. Sí. Pero no
lo ganó.
-Claro, poco práctica
la idea.
-No, no. No fue por eso.
Sabe que genialidad y práctica pueden ser conceptos antagónicos.
-¿Entonces?
-Pues precisamente por
eso, por carecer de concepto fue que no lo consiguió.
-Ah… ¿Y el doble arco
es muy largo?
-No demasiado. El
problema es que la locomotora ya apenas tiene potencia para subir tanto y la
velocidad a la que se atraviesa es ridícula.
-O sea que no es largo
pero sí lento.
-Exactamente. Va a
tener usted madera de periodista después de todo.
-Ya se lo decía yo. ¿Y
cómo de lento?
-Más de lo que se
imagina. ¡Fíjese que corre el rumor de que algún tren todavía no ha salido de
él! ¿Puede creerlo?
-A estas alturas,
perdón por la redundancia, ya me creo todo.
-Pues le digo que va
tan lento que puede usted incluso bajarse en marcha, adelantar unos metros,
pasear, y luego retomar el tren en el mismo vagón.
-Eso es muy lento.
-Sí.
-Uf. Al menos sólo
quedamos nosotros dos en el compartimento. Espero que esta vez no ocurra algo raro.
¿Y queda mucho?
-Nada. Empieza justo
ahora.
-¡¡Vaya!! ¡¡Sí que
estábamos cerca!!
-…
-¡¡Pues tiene usted
razón, la marcha se vuelve más lenta!! ¡¡Y más!!
-…
-¡No sé por qué grito
tanto! A menor velocidad menor estruendo.
-…
-Estoy pensando en eso
que ha dicho, lo de bajar del tren. Para estirar las piernas… Claro que… va tan
cerca de la pared… que asusta… No sé… ¿Se le ocurre alguna otra cosa de la que
no hemos conversado?... Por la entrevista, lo digo… ¡Ah sí!, la luz del sol…
¿No le quema la piel?... ¿Cómo era aquello?... Claro que con las protecciones
que hoy hay en el mercado… Con un factor cien no le queman ni las llamas… ¿Es
así como lo hacen? ¿Con protección solar?... Oiga, ¿me oye?... ¡Eh,
caballero!... ¡Vladimir!... ¡Vampirooo!... Pero bueno, ¿dónde está?... No le
siento aquí al lado… En el asiento… ¿Ha visto el juego de palabras? No le siento
en el asiento…. Pues a mí me parece ocurrente… ¿Lo capta?... ¡¡Eh!! ¿¡Me
oye!?... ¡¡Oigaaa!!... Dita sea… ¿Se ha quedado dormido o qué le pasa?… Todo me
tiene que pasar a mí… Uhm… Me parece que en la mochila llevo un mechero. Voy a
buscar… A ver… libretas… lapiceros… pasaportes falsos… ajos… estacas…
crucifijos… libros. Con lo preparado que yo venía, Crepúsculo, Tocar La
Oscuridad, La Saga De Morganville… todo me he leído… Hay que documentarse… Por
si las cosas se ponían feas… ¡Ah, sí! ¡Aquí está! Mi mechero… Vamos a ver que
lo enciendo… ¿Oiga?... Pues no, aquí no está… ¿Dónde se ha metido?... Otro que
me ha dejado solo, ¡será posible!... ¡Ay, que me quemo!... Pues nada, tendré
que investigar por ahí… Con esta marcha extralenta no será difícil desplazarse
por esta birria de tren… Y eso que no me gusta nada el periodismo de
investigación, no está pagado. Te juegas el tipo por una miseria y siempre
encuentras algo que no te gusta… Es lo que tiene investigar… que descubres
cosas que no se pueden contar, y luego qué haces con ellas, ¿te las comes?,
pues no, hay que venderlas… Pero no las compran… La verdad no está bien vista
en el mercado. Como decía Vladimir, no cotiza. O algo parecido… Y yo me hice
periodista para inventar historias, no para descubrirlas. Siempre asusta la
verdad, yo soy miedoso por naturaleza. Bueno el mechero ya está frío, seguiré
por ahí a ver qué encuentro. Uff, último trago de zumo… ¡y valor! ¡Allá voy!...
¡Eh, ¿hay alguien ahí?... Qué pasillo tan largo, no lo recordaba así… La oscuridad
es lo que tiene, sombras infinitas… Pues en este compartimento no hay nadie
tampoco… Nadie por delante, nadie por detrás… Mi sombra y yo, vaya dos… Nadie
por ningún compartimento, ¿dónde es la fiesta? Porque en algún lugar tienen que
estar todos. Ya lo tengo, en el vagón restaurante, con sus zumos de tomate y a
saber qué más le ponen… Voy para allá… ¡Ay, cómo quema el mechero!... ¡Qué
barbaridad!, pues no, no recordaba yo que el pasillo fuera tan largo… Nada,
este vagón vacío también… todo vacío. Lo que digo, tiene que haber un fiestón
en alguna parte. Dicen que si cantas no tienes miedo, que es un mecanismo
psicológico de eliminación del temor… Creo que lo he leído en algún suplemento
semanal o así… Aunque ahí dicen tantas gilipolleces, gilipollezes, como decía
Vladimir… Ya lo estoy echando de menos, qué cosas, se encuentra uno a un
desconocido en un viaje y le cuentas tu vida como si nada… Aunque en este caso
me doy cuenta de que ha sido al revés… No he hablado de mí, claro que yo
tampoco tengo mucho de interés… Nadie por aquí tampoco… Pues juraría que cuando
he subido al tren había gente, ya estoy dudando… ¡Se confunde usted!, diría
Vladimir, disfrute, disfrute del paisaje, beba su zumo… Como si lo oyera… Ah
mira qué suerte, vagón restaurante. Seguro que aquí va toda la peña… Uy, esa es
otra palabra que podía haberle vendido, no creo que él la use con ese
significado… Vaya, qué siniestro lugar es este… Un vagón restaurante vacío… ¡Y
con las mesas puestas!... Qué raro… platos… copas… pan de centeno, digo yo que
no entiendo de pan y para mí todo el que no es blanco es de centeno… ¡Incluso
hay botellas de vino abiertas!... Como si estuvieran esperando a los clientes…
Sí que es raro esto… Ya me estoy mosqueando… ¡Oigaaa!... ¿Hay alguien ahííí?...
Qué tontería, el idioma… A ver en el próximo vagón… Ah, que esto es la
locomotora, mucho mejor. Seguro que aquí está el maquinista y me explica el
misterio… ¿Se habrán bajado todos a las vías como ha dicho Vladimir? Pero no he
visto ninguna puerta abierta… no sé… Más adelante… más adelante… Qué sucio está
todo, claro, el carbón. Pura negrura. Como si hubiera ya poca… Y qué olor tan
penetrante… A ver… Una puerta… Aquí debe estar el maquinista. ¡Exquius miii!...
Bon yuuurrr!... ¡Qué tontería, si no sé hablar ningún idioma! ¡Oigaaa! ¡Señor
maquinistaaa! ¿Se puedeee?... Nada, que no me oye, claro el hombre irá a lo
suyo y… Me voy a quedar sin gas, voy para la cabina… Hola, ¡Jelouu!... Pero,
¡si aquí tampoco hay nadie!... ¡Estoy solo en este tren! ¡Solo! ¡Lo sabía, sabía
que el periodismo de investigación no era lo mío! ¿¡Qué hago yo ahora, eh!?
¡Socorrooo! ¡Ayudaaa! ¡Pliiisss! ¡¡Socorrooo!! ¡¡Jelll!!
-Baje la voz, hombre.
Que manían tienen todos con gritar.
-¿¡Qué, quién anda ahí!?
-Que baje la voz.
-¿¡Quién es, no le veo!?
¡¡Le advierto que voy armado!!
-Ji ji ji ji ji. Armado
dice. ¿Con un mechero? Ji ji ji ji ji.
-¡Peor, soy periodista!
¡Puedo hacer mucho daño! ¡De la cara inmediatamente o lo contaré todo como yo
quiera! ¡¡Se arrepentirá!!
-Ah, en ese caso.
-¿¡Cuántos son!? ¡Oigo
varias voces!
-Deje de gritar,
hombre. Y apague el mechero de una vez.
-¡Me niego! ¡No sin
antes verle la cara!
-Ya está, otro
alterado. ¡Pues por eso no nos ve! ¡Por culpa de la luz! Apague ese mechero le
digo.
-No sé… Nada de lo que
ocurre en este tren parece normal.
-Apagueee le diiigo.
-Sólo si antes promete
no pegarme. O morderme. ¡O lo que sea que hagan por aquí!
-Ay, pero qué paciencia
hay que tener con estos turistas. Aquí el único peligro es usted. ¡Va a
incendiar el tren! ¡Apague ese mechero!
-Está bien, pero le
recuerdo que sigo siendo periodista.
-Lo sabemos, y puede
hacer mucho daño, sí.
-De acuerdo. ¡Ay, me
quemé!
-Se lo decía yo. Va a arder
el tren empezando por usted.
-Pues yo no veo nada.
-Un momento, que nos
sacudamos el polvo del carbón. No hay otra forma de viajar de incógnito, ¿sabe?
-¿Cuántos son? Le
anuncio que también soy cinturón negro.
-Sí, sí, claro.
Cinturón negro de cuero, ¿no?
-Para que no se le
caigan los pantalones, ji ji ji ji ji.
- Ji ji ji ji ji.
Cinturón, cinturón. Ji ji ji ji ji.
-Es verdad, me han
descubierto. Pero yo no veo nada.
-Un momeeento. Ahora
salimos.
-¡¡¡AHGGG!!!
-Creo que nos ha visto.
¿Tú qué dices?
- Ji ji ji ji ji. Ahora
sí, ji ji ji ji ji.
-¡Pero, caballero! ¡No
se vaya hombre!
-¡Vuelvaaa!
- Ji ji ji ji ji.
Cinturón, cinturón. Y periodista. Ji ji ji ji ji.
-¡Caballerooo! ¡Que
estamos aquííí!
-¡Vuelvaaa!
-Sí eso, vuelvaaa.
-¡Pero no se baje del
treeen!
- Ji ji ji ji ji.
Cinturón y periodista. Ji ji ji ji ji.
-¡Que no nos hemos
presentadooo!
-¡Joveeen!
-Nada, es inútil.
-Otro que se larga.
-Y otro que nos deja
sin la paga.
-Tenemos que mejorar la
presentación, te lo llevo diciendo seis meses.
-Y yo, y yo también se
lo dicho, pero este no hace caso.
-Pues sí, hay que
suavizar la entrada a escena porque yo no puedo seguir sin cobrar.
-Se asustan demasiado
pronto. La idea del polvo del carbón no es buena, además, ¡me irrita la
garganta!
-Un momento, no me
echéis todos a mí la culpa. Es de la agencia, que vende billetes sin explicar
qué significa un todo incluido.
-Sí, eso es.
-Sí sí. Ji ji ji ji ji.
Periodista y turista. Ji ji ji ji ji.
- Ji ji ji ji ji. Todo
incluido. Toma. Ji ji ji ji ji.
-Sí. Turistas.
-Turistas.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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