SE BUSCA VIVO
Me hago llamadas perdidas,
unas diez veces al día.
Me dejo mensajes de
cariño en el muro; también en la pared de mi casa
no vayas tú a creer que
es en el feisbuc sólo.
Me envío correos electrónicos,
con chistes estúpidos
y avisos de cita
urgente. No acudo por temor a perderme:
me propongo en sitios
exóticos y paraísos de ensueño, siempre.
En los que nunca he
estado y no será por falta de querer.
Me lanzo ráfagas de
guasap con fotos de mi mejor perfil:
sonrío a la cámara y a
todo aquel que quiera verme.
Tal vez escupirme.
Mi amistad ofrezco en
la sección de contactos. Y lo que pueda surgir.
En ocasiones me llamo y
hasta ahora, nunca contesto.
Temo decirme que sí. ¡Siempre
te estuve esperando!
Me escribo cartas anónimas
ofreciéndome cariño compresión y respeto.
Si acaso, algo de amor.
Recibo flores que
encargué el día anterior. Nunca acierto el color,
sí el olor.
En mi buzón dejo notas
redactadas a vuela pluma y la prisa de un suicida:
leídas con furtivismo
las oculto bajo el colchón, por si acaso.
En el tablón de
anuncios del barrio he colgado ayer un anuncio urgente:
“Perdido hombre blanco
sin hijos mujer ni cargas, busca encontrarse a sí mismo.
Ruego a quien conmigo dé
tenga un trato correcto. Es un ser inofensivo.
Se gratificará: a él
con un largo abrazo.
A ella con un largo muy
largo beso.”
Qué más se puede
esperar.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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