sábado, 11 de mayo de 2013

WITH ALL OF MY LOVE



WITH ALL OF MY LOVE


Dicen los expertos que entienden,
que aquello que con cariño amor y corazón se hace
termina por salir adelante.
Uhm…
Plantea esto ciertas dudas subjetivas. Tantas
que arrojan grandes sombras de inverosimilitud
sobre esta beata y luminosa escena.
Párrafos de argumentaciones:

Con el cariño de un niño dibujé aquellos faisanes tiernos
a mi profesor de ciencias y descubrimientos.
Un tirano de tercer curso cabrón aficionado a las hostias gratuitas
los suspensos fáciles las amenazas chantajistas.
A la lumbre de la clase los tiró:
dijo que eran demasiado buenos para ser dibujos de un niño.
Suspenso de compensación.
Demasiados buenos quizás para un niño, pero ciertos.
Otro suspenso de profesor mediocre malnacido y miserable.

Con cariño robé las llaves del coche para buscar
en mitad de la tormenta a mi padre.
Casi no llegaba a los pedales y justo veía el camino,
pero a mí sí me vio la policía. No sé si fue mala hostia o sólo casualidad.
Me detuvieron me expedientaron y a mi padre sancionaron.
Cuando volvimos a casa con el cinturón me pegó:
por no atreverse el cobarde a darle dos hostias a aquel policía cabrón.
Tan enano como soberbio tan ignorante como hijo puta:
otro policía no más que del montón.

Años más tarde, cuando con mucho amor recogí unas cerezas
de un árbol en mitad del camino para llevárselas a mi amor,
perdonen la redundancia pero ya van dos amores aquí,
un labriego resentido con los paseantes me soltó dos tiros de escopeta.
Las cerezas no eran suyas ni de nadie que el árbol lo plantó un gorrión
cuando perdió la cereza en pirueta de vuelo para impresionar a la amada,
ya está aquí otra vez el amor,
pero de ellas se apropiaba el tipo, era un agricultor,
por mera proximidad.
Escapé con un perdigón en la pierna y una bolsa de cerezas rota.
Que mi amor no quiso por un empacho de infancia,
con tarta de cerezas. Ahora le daban náuseas.
Descubrí aquel día de revelaciones adolescentes,
que casi tantas como yo.

Con amor infinito compré en Hong Kong un antiguo broche
a mi esposa de la dinastía Song.
En aquel último viaje de negocios para una empresa de cosméticos químicos.
No más que otros pero tampoco menos.
Por el amor guiado adelanté mi vuelta tres días: una sorpresa.
Para todos pues ella no me esperaba. Tampoco su amante.
Juntos y revueltos sobre la mesa de la cocina.
Al lado mismo del café con pastas, para visitas inesperadas.
Las tomé todas y me largué.

Recuerdo hoy todo esto entre sueños,
y debido a las últimas palabras del anestesista: no se preocupe amigo;
este equipo pone todo su corazón en el trabajo.
Y ese corazón suyo está en buenas manos.

Antes de terminar mi cuenta atrás a cero, ya estaba en un sopor profundo.
No lo suficiente. Les oigo hablar, hacer chistes con mis costillas.
Y con las manos manchadas de sangre tocarle el cirujano jefe
el culo a la asistenta jefa. ¿He dicho las manos?
¿Qué pasa con los guantes? ¿Qué hay de la esterilización severa?
¡Y toda esa sangre es mi sangre!

-Anestesista, dale gas hasta alcanzar raya plana.
Con este corazón nos retiramos todos. Perfecto para ese mangante,
perdón quise decir magnate, del petróleo saudita.

De todo corazón creí yo a mi cardiólogo cuando me habló de una lesión
sin gravedad en mi ventrículo derecho.
Reparable con una sencilla intervención.
Ahora le veo sonreír.
Y a mi corazón envuelto en hielo dentro de una cámara portátil.
Destino: tipo con más suerte, dinero.
Y menos corazón e ingenuo.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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