WITH ALL OF MY LOVE
Dicen los expertos que entienden,
que aquello que con
cariño amor y corazón se hace
termina por salir
adelante.
Uhm…
Plantea esto ciertas dudas
subjetivas. Tantas
que arrojan grandes
sombras de inverosimilitud
sobre esta beata y
luminosa escena.
Párrafos de argumentaciones:
Con el cariño de un
niño dibujé aquellos faisanes tiernos
a mi profesor de
ciencias y descubrimientos.
Un tirano de tercer
curso cabrón aficionado a las hostias gratuitas
los suspensos fáciles
las amenazas chantajistas.
A la lumbre de la clase
los tiró:
dijo que eran demasiado
buenos para ser dibujos de un niño.
Suspenso de compensación.
Demasiados buenos quizás
para un niño, pero ciertos.
Otro suspenso de profesor
mediocre malnacido y miserable.
Con cariño robé las
llaves del coche para buscar
en mitad de la tormenta
a mi padre.
Casi no llegaba a los
pedales y justo veía el camino,
pero a mí sí me vio la
policía. No sé si fue mala hostia o sólo casualidad.
Me detuvieron me
expedientaron y a mi padre sancionaron.
Cuando volvimos a casa
con el cinturón me pegó:
por no atreverse el
cobarde a darle dos hostias a aquel policía cabrón.
Tan enano como soberbio
tan ignorante como hijo puta:
otro policía no más que
del montón.
Años más tarde, cuando
con mucho amor recogí unas cerezas
de un árbol en mitad
del camino para llevárselas a mi amor,
perdonen la redundancia
pero ya van dos amores aquí,
un labriego resentido
con los paseantes me soltó dos tiros de escopeta.
Las cerezas no eran
suyas ni de nadie que el árbol lo plantó un gorrión
cuando perdió la cereza
en pirueta de vuelo para impresionar a la amada,
ya está aquí otra vez
el amor,
pero de ellas se
apropiaba el tipo, era un agricultor,
por mera proximidad.
Escapé con un perdigón
en la pierna y una bolsa de cerezas rota.
Que mi amor no quiso
por un empacho de infancia,
con tarta de cerezas. Ahora
le daban náuseas.
Descubrí aquel día de
revelaciones adolescentes,
que casi tantas como
yo.
Con amor infinito compré
en Hong Kong un antiguo broche
a mi esposa de la
dinastía Song.
En aquel último viaje
de negocios para una empresa de cosméticos químicos.
No más que otros pero
tampoco menos.
Por el amor guiado
adelanté mi vuelta tres días: una sorpresa.
Para todos pues ella no
me esperaba. Tampoco su amante.
Juntos y revueltos
sobre la mesa de la cocina.
Al lado mismo del café
con pastas, para visitas inesperadas.
Las tomé todas y me
largué.
Recuerdo hoy todo esto
entre sueños,
y debido a las últimas
palabras del anestesista: no se preocupe amigo;
este equipo pone todo
su corazón en el trabajo.
Y ese corazón suyo está
en buenas manos.
Antes de terminar mi cuenta
atrás a cero, ya estaba en un sopor profundo.
No lo suficiente. Les oigo
hablar, hacer chistes con mis costillas.
Y con las manos
manchadas de sangre tocarle el cirujano jefe
el culo a la asistenta
jefa. ¿He dicho las manos?
¿Qué pasa con los guantes?
¿Qué hay de la esterilización severa?
¡Y toda esa sangre es
mi sangre!
-Anestesista, dale gas
hasta alcanzar raya plana.
Con este corazón nos
retiramos todos. Perfecto para ese mangante,
perdón quise decir
magnate, del petróleo saudita.
De todo corazón creí yo
a mi cardiólogo cuando me habló de una lesión
sin gravedad en mi
ventrículo derecho.
Reparable con una
sencilla intervención.
Ahora le veo sonreír.
Y a mi corazón envuelto
en hielo dentro de una cámara portátil.
Destino: tipo con más
suerte, dinero.
Y menos corazón e
ingenuo.
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
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