- ¿El caballero querrá tomar algo? –dijo el camarero con cierta impertinencia.
Augusto sacudió la cabeza como en un intento de sacudirse también los recuerdos de aquel día en que su vecina se quemó cuando ellos eran niños. Ese señor antipático, un poco estrafalario y bastante inoportuno le había arrancado de uno de esos pasajes en los que Augusto se abstraía de la vida... de los demás y, abandonado a sus pensamientos, era capaz de permanecer viajando, recordando, soñando, hablándose solo, durante largos períodos de tiempo.
Él no necesitaba la compañía de las gentes, la conversación de los demás, ni siquiera su presencia física. Todo ello, el mundo que le rodeaba, lo sustituía con facilidad por otro alternativo, impredecible y aleatorio. Pero propio.
¿Qué quería conversación? Las voces que, en ocasiones, literalmente le hablaban por los cuatro costados le mantenían en una animada charla. ¿Qué quería silencio? Las voces se callaban y podía concentrarse en el bullir, el ir y venir de sus ideas. ¿Un viaje? Los recuerdos de los sitios visitados se mezclaban con las fantasías de los lugares por él imaginados y un paisaje, un mundo único se descubría ante él. ¿Un poco más de excitación? Música, no necesariamente a todo volumen, era el LSD que le lanzaba por los vericuetos accidentados, dispersos e imprevisibles de su imaginación. Desbocado se abría paso entre sombras de rostros desfigurados, con las cuencas vacías y en continua mutación, que llenaban su cabeza cuando estaba sobreexcitado; fantasmas compañeros de viaje que, como flashes o destellos psicotrópicos, aparecían por su mente sin poder él controlarlos.
- ¡Eh?... Una Voll-Damm por favor.
El camarero dio media vuelta sin limpiar siquiera la mesa de los anteriores clientes. Augusto le siguió con la mirada, clavándosela por la espalda y sin perder ripio de todos sus movimientos. Vio que los pantalones, aparte de mal planchados, le quedaban cortos; que estaba a punto de soltársele el lazo del delantal y que aquel camarero necesitaba un corte de pelo además de una cura de adelgazamiento. Éste, rebuscó entre las cámaras intentando dar con la marca de cerveza, pero como no la halló, desapareció por el fondo del local.
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