- ¿Y qué es lo que buscas?
- “El collar de la paloma”. ¿Lo tienes?
- ¡Pues claro! Con ese título, ¿quién se resiste a comprarlo? Si lo quieres no tengo ningún inconveniente en dejártelo.
- Ya que te ofreces... Prometo no destrozártelo. Odio que la gente te devuelva en mal estado las cosas que prestas. Además de que les estás haciendo el favor terminas reparando el estropicio.
Augusto, a quien los encuentros inesperados le arrollaban como una locomotora al viajero despistado, necesitaba su tiempo para recoger todos los miembros y reintegrarse. No obstante, le gustó oírla hablar. La observaba con detenimiento mientras ella movía los labios, los ojos, la cabeza... Saltaba de una zona de interés a otra y atrapaba, robaba, gestos, movimientos, miradas que iba archivando en su cerebro y con todo ello recomponía una persona que tal vez no tuviera mucho que ver con ella, pero de esto último él no era consciente. Augusto no reconocía a las personas tal y como eran. Su cerebro no funcionaba así, no identificaba a los individuos por mera comparación.
Esta cara y este nombre están archivados en tal o cual sitio de mi cabeza y corresponden “a” porque se parecen “a”. No. Él CREABA a las personas en su mente, surgían como un holograma y a partir de ese momento se establecía una comunicación esquizofrénica que no podía detener. - Pues a mí no me importa. ¡Total, ya los he leído! ¿Para qué son las cosas sino para usarlas? Casi me da hasta grima cuando descubro que alguien va de super-perfecto y supercuidadoso. Con lo entrañable que es cuando ojeas un libro viejo y descubres que está lleno de anotaciones y reseñas. Igual era de tu tío o tu abuelo y leyendo con atención lo que ha escrito casi puedes conocer a esa persona. Comentarios acerca de lo que pensaba o le preocupaba; fechas que quizás fueron importantes para él o alguno de su familia; su letra... Es algo que me encanta. Y las ideas que pasan por la cabeza de la persona que lee, cuando son apuntadas, son como si algo de ella quedara para siempre. Es fantástico. Yo guardo todos los libros de mi abuelo y cuando releo lo que él escribió parece que me estuviera contando sus
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