jueves, 6 de marzo de 2014

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte 116 (novela corta alargándose)



Son las tres de la madrugada, y Fausto hace guardia junto a Charlotte que guarda la pesada llave en el bolsillo. La mar algo nerviosa, tormenta eléctrica de fondo, débiles resplandores iluminan el barco de forma intermitente.

-Ahora, vamos.

Charlotte sale del albergue en primer lugar, cuidando no pisar a los durmientes. Una suerte que el de los ojos de rana tenga sueño profundo doce horas al día; aunque a intervalos: nadie sabe cuándo toca vigilia. Ahora no los espía. Cuando Fausto cierra la puerta un relámpago ilumina la cubierta como luna nueva. Se queda petrificado.

-¿Qué ocurre? ¡Vamos!

Charlotte insiste pero Fausto no se mueve. Mirando en dirección al puente de mando. Bajo la repentina luz del resplandor la vuelve a ver. En esta ocasión claramente. Sus trenzas, su bata de colegio, sus pies, su mano con una cartera. Su ojo morado su otro ojo llorando su herida en el abdomen su sangre goteando su bata de colegio sucia sus pies descalzos su mano con un extraño bulto que pareció una cartera sus manchas en el suelo. Era ella otra vez, la niña de madrugada. Pero ahora con el terrible aspecto de haber sido golpeada, herida.

-¡Está otra vez ahí! ¿¡Pero es que no la ves!? –Fausto suplicante y asustado recrimina a Charlotte.

-¿A quién? ¿Qué? ¿Dónde?

-¡Ahí, en el mismo sitio de la vez anterior! ¡Ya te lo expliqué! ¡Mira, mira!




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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