domingo, 30 de marzo de 2014

VENERACCIÓN

VENERACCIÓN


Ella tiene a su marido en un pedestal.
Un tarugo torpe necio tosco. Como todos los tarugos,
qué esperabas.

Que le dio hijos
¿Hijos?
Bueno, dos hijas y un primer señuelo falso:
son complicados los comienzos para todos.
¿Para todos?

Que le contó mentiras y le untó zalamerías:
otra forma dulce y enmascarada de decir mentiras.
Que le dio algo de gusto, poco, breve, torpe. Tosco.
Y más de un disgusto.

Que le dijo siempre pide por esa boquita
pero siempre hizo esta boca es mía.
Que le prometió la luna y le pidió la vida.
Que a su lado estuvo siempre no protegiendo sino pidiendo.

¡Vida mía!
Sí era suya la vida de ella:
hazme esto tráeme lo otro recuérdame aquello.
Sube baja quita pon muévete estate quieta. Calla.
Vete. O vete y calla.

Ahora que no me haces falta que para esta fiesta estoy mejor solo.
¡Saca la guitarra Juan que yo traigo el acordeón y la armónica!
Me basto como soplagaitas me sobro de muerde armónicas.
Doblo acordeones cuando derrocho talento.

Ella tiene  a su tarugo sobre un pedestal.
En una urna, hecho cenizas.
¡Bien! Dijeron todos cuando ocurrió.
Bien, dijo ella cuando se decidió:
le prendió fuego al sofá con su taruguito dentro.  

Calentito él sólo se dejó hacer.
Pensó que era un braserito arrimado por su amorcito.

Nadie preguntó nadie lloró nadie sufrió.
Tampoco él, que se durmió abrazadito.
A su cojín, en su sofá, al calorcito.

Ella mira a su tarugo del pedestal.
Y siente paz.  




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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