Pero al volver el rostro Fausto ya no la encuentra, la niña ha desaparecido; igual que en la ocasión anterior: vista y no vista.
-¡Yo no veo nada! ¡Vámonos de aquí! ¡Nos van a descubrir!
Él no se mueve. Si la imagen ha sido terrible, la repentina ausencia es desconcertante. Sobrecogedora. Escalofriante.
Del brazo le toma Charlotte y lo arrastra consigo. Cuando él despierta de su estupefacción, ya están frente a la puerta de la bodega. El ruido de la llave en la cerraja le devuelve al mundo de los mortales. Porque la niña no sabe en qué universo está.
-Pero… La niña… La he visto…
-¡Shh! Calla. Imaginaciones tuyas, olvídala. ¡Vamos adentro!
En el interior la iluminación nocturna del barco mantiene una hilera de bombillas encendidas en el techo. Débiles puntos de luz, pero suficientes para vislumbrar el camino: ahora otro tramo de escalera que termina en el suelo del primer sótano. Húmedo, herrumbroso y pestilente hasta la náusea. El aire viciado y asfixiante es una mezcla de mil olores. Todos malos: fuel-oil grano germinado grano en descomposición grano mohoso grano con excrementos de rata. Ratas cucarachas gusanos arañas residuos bacteriológicos residuos microbianos. Fauna diminuta diversa.
Grasa aceites ácido de baterías líquidos anticongelantes agua salada agua putrefacta aguas residuales carbón chatarra hollín madera podrida sal empapada y pringosa con varias capas de polvo adheridas. Cables mangueras herramienta lejía ácido clorhídrico orines excrementos. Pero excrementos humanos.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
No hay comentarios:
Publicar un comentario