-Aquí dentro. Con esta plancha estaba el arma y los cartuchos.
-Vaya. ¿Y eso? ¿Qué es?
-¿El qué?
-Mira, esto. Diría que es una moneda antigua.
-Déjame ver… No... Una medalla, creo. ¿No parece un crucifijo?
-Sí. Es cierto. Una medalla con el enganche roto. Por eso la confundí con una moneda roñosa. ¡Qué montón de basura!
-A veces la basura sólo son cosas desordenadas. Si lo arreglas un poco estamos en un almacén. La tormenta debió poner todo patas arriba.
-Puede. Lo único que estaba en su sitio es lo del cajón: la plancha, una medalla y el arma. Extraña combinación.
-Y la munición.
-Sí, eso también. ¿Nos quedamos el arma?
-¿Sabes usarla?
-No, pero en las películas no parece muy difícil.
-Yo te enseño.
-¿Tú has disparado alguna vez?
-Claro. Mi padre quiso que aprendiera a defenderme en un mundo de hombres.
-Y la mejor defensa es hacerte pasar por uno. Así nadie se fijaría en ti.
-Cést Ça. Mira, esto se llama tambor, por los agujeros introduces los cartuchos, lo deslizas a su alojamiento, y listo.
-¿Y ya está?
-Y ya está. ¿Qué esperabas? ¿Un título universitario? Cógelo. Se llama revólver.
-Una título no, pero algo más de ciencia… Pesa más de lo que parece.
-Aquí la ciencia la pone el que lo inventó. Los usuarios no la necesitan.
-Ya veo. Cualquier descerebrado puede usarlo.
-Más afición cuanto menos seso. Este pesa más porque es de cañón largo. Mejora la puntería.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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