Fausto apuntando a la caja fuerte:
-Así que cualquier idiota puede manejar un arma.
-Oui. Ya te he dicho: cuanto más idiota más interés. Debe ser el poder: con un arma sometes fácilmente a tus enemigos.
-Qué mejor defensa para un idiota... Siempre que el rival no lleve otra.
-En ese caso a matarse.
-Y ya está. Nada que ver con las habilidades del individuo ni el talento. El que mejor puntería o suerte tenga, vencedor.
-Así de simple, aunque también para matar hace falta alguna habilidad. ¿Qué habrá en esta caja?
-¿No has mirado si está abierta?
-No. Tanto desorden… Que lo que más me ha llamado la atención ha sido el revólver. Creo que porque era lo único que estaba en su cajón, supongo.
Fausto baja el arma. Ella se acerca a la enorme caja.
-Debes ser la primera persona que ante una caja fuerte no tiene la tentación de abrirla.
-¿Cómo funciona esto? No sabemos la combinación…
-¡No toques las ruedas! ¡Si está abierta la bloquearás! Déjame.
Efectivamente, la caja fuerte no es tan fuerte: gira la gruesa palanca de apertura y un ruidoso mecanismo acciona ocho grandes cerrojos que rodean la puerta perimetralmente. Ahora, está abierta. Mirando ambos el contenido, quedan pasmados.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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