martes, 11 de marzo de 2014

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte 118 (novela corta alargándose)



-¡¡Puaghh!! ¡¡Esto es asqueroso!! ¡Vámonos, me ahogo!
-¡Es verdad!... Me estoy mareando. ¡Abre la puerta! ¡Que entre un poco de aire o me muero aquí mismo!


Fausto retrocede rápidamente escaleras arriba, recordando sus peores momentos de asfixia cuando ascendía de lo profundo del mar para alcanzar la superficie y el aire: el día que se tiró para terminar con todo y sólo encontró un nuevo comienzo. Abre con precipitación la puerta de entrada para subir corriendo hasta la rejilla donde la brisa de cubierta le devuelve la vida. Otra vez. Otra vez respirando con angustia y violencia, otra vez al límite de la disnea subacuática. Pero en esta ocasión no está solo. Sin terminar de recuperarse torna sobre sus zancadas en busca de Charlotte.

Ahí está ella, tirada en el suelo, amoratada y fría. Carga sus cuarenta y ocho kilos en los brazos y se la lleva al exterior, donde ocultos bajo las puertas del enjaretado permanecen diez minutos. Clavándose los cantos de las escaleras en la espalda. A decir verdad, últimamente cada vez que tiene problemas con el suministro de oxígeno una escalera aguarda después del desenlace.

Mientras en esto piensa, y observando la desesperante recuperación de Charlotte, por la mente le cruza la idea de hacerle un boca a boca, sin saber cómo ni cuánto. Dos peros se lo impiden: el primero que no conoce la técnica; el segundo que por este motivo sus primeros auxilios degenerarían en un beso: no por deseado es oportuno. En su experiencia asmático-sexual no quería al otro lado a un ser inerte, sumiso y ausente. O eran colaboradoras sus amantes o no había intercambio de experiencias que valiera la pena.

-¡Ahh! Qué… Qué ha pasado…
-Que casi nos ahogamos ahí abajo. Tú peor que yo, has perdido el conocimiento.
-Ayyy… ¿Sí? ¿Mucho rato?
-No, poca cosa. Un par de minutos tal vez.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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