HABITACIÓN CON HUÉSPEDES
Con exquisitez
freudiana he habilitado un cuarto para las visitas:
Insonorizado aire a
condición zona de reposo luz eléctrica megafonía
evacuatorios ventanilla
de intercambios grifo de líquidos espejo de
reflexiones en el techo
pared de rompecabezas al frente puerta blindada
resistencia probada a patadas
puñetazos golpes y gritos.
Puro trabajo de
orfebrería constructiva y obstinación refinada.
Ningún detalle se me
escapa.
En él todo he dispuesto
para cuando vengan a casa. Mejor de uno en uno
que el cuarto es
individual, personalizado al gusto. Ya he dicho:
para reflexionar con
intensidad monacal.
Una vez lo enseño, que
a toda visita hago la ronda muestreo del hogar,
siempre quieren entrar.
La curiosidad
puede ser perjudicial
para la salud.
Y ya ellos voluntariamente
dentro, los encierro voluntariamente yo.
Creyendo que es una
broma ríen.
Después se enfadan,
diciendo que es una broma pesada.
Luego gritan, incluso
amenazan con ir a la policía, para ello
primero han de salir.
Cuando les entra el pánico,
un par de días más tarde día arriba día abajo,
es mi mejor momento. Entonces
toman conciencia de la nueva situación:
Sí, es mi habitación
del pánico.
De causar pánico.
A partir de ahí siempre
lloran.
Grandes pequeños
hombres mujeres valientes cobardes chulitos apocados.
Todos en el mismo
trance prometen lo que haga falta.
Con los días siempre se
ablandan.
Con las semanas,
mueren: de hambre.
No he dicho que mi
habitación especial de las visitas
tuviera provisión de
alimentos.
Para ello es mi
ventanilla de intercambios.
Hasta la fecha, nadie
ha reconocido sus pecados
ni dicho algo que
mereciese un sencillo té con pastas.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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