martes, 3 de septiembre de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte XXXVIII (relato no tan breve)



La mujer del bombero haciendo cola delante del pensionista que pasea el carrito de la compra por un kilómetro de calle y escaleras para no gastar en autobús; que detrás tiene a la hija del médico suspendida en su última oportunidad universitaria al lado de su novio guitarrista sin empleo; que ha mandado al hermano pequeño a por dos litros de la leche más barata; que en el camino le entretiene la amiga de la madre y mujer del juez suspendido por dos años de empleo y sueldo a causa de un error dice él pero da igual que los apuros económicos son de verdad; que deja al chico y saluda a su vecina para contarle sus angustias hasta que el repartidor de menudeo de pollo pide paso con un gesto pensando qué hacer para cobrar lo que adeuda el puesto treinta y tres cerrado por liquidación total, se liquidó el viudo con una soga pero ya estaba asfixiado por las deudas él era más cadáver que ninguno; por el mal olor de la descomposición echaron la puerta abajo los bomberos lo descolgó el bombero que ahora está de baja por quebranto postraumático que tiene a la mujer muy preocupada narrándole su historia a la segunda de la cola; que mientras finge que la escucha observa coqueta la cámara de Fausto se arregla el pelo oscuro moja los labios afilados bajo su nariz de cotilla mirada de chismosa orejas de espía hipocresía de guardia 24h365d; falsa como tramposos los que venden lo mejor del mercado como mentirosos los que compran como envidiosos los que miran al que compra; todos ocultándose de todos escapando de las preguntas más incómodas inventándose razones para ser lo que no son y para no ser lo que sí son. Atormentados buscando ser felices por cualquier rendija, medio u oportunidad a bajo precio.


Fausto grabó, sí, la desesperanza la desilusión el desencanto, el choque brutal de una sociedad montada en su tren de la ilusión contra el mercancías peligrosas de la verdad. En el solitario estudio de cine con dos butacas verde naturaleza muerta reflejos plata de luna llena, aquel docudrama de presos encadenados al sinvenir o al porhuír adquiría un dramatismo superlativo al ser visto en mudo blanco y negro donde los actores, todos secundarios sin sueldo, representaban con indiscutible credibilidad el papel de sus vidas: la marcha fúnebre de los difuntos, en el entierro secreto de los santos inocentes.


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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