viernes, 6 de septiembre de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte XLV (relato breve extendido)



Pero no llegaría nadando a pesar de que el mar ya ofrecía una tregua: demasiado lejos. Sólo podía intentar una estrategia: nadar en línea recta hacia la costa y luego, a ratos sujetándose a la roca como el escalador que no era y otros nadando como el náufrago que sí era, avanzar hacia el oeste confiando en que de verdad aquello fuese una escalera con acceso desde el agua. ¡Qué lástima no haber grabado esto! –se dijo. Y se zambulló.


Un amago de hipotermia dos pulpos cuatro nuevos cortes en las manos seis cangrejos varios sustos y sesenta y siete minutos más tarde estaba tendido en una plataforma picada a la piedra. Sirvió de muelle durante los duros años del pirateo y contrabando. A ese apartado lugar perdido en kilómetros de costa vertical arribaban embarcaciones con tesoros, armas o alimentos. Según la época. Trasladaban la carga robada o ilegal de barco a tierra y, efectivamente por una dura y peligrosa escalinata de piedra, introducían en el país la mercancía. Varias vidas se despeñaron por ella, valiosas cargas se perdieron en el fondo del mar. Pocos de los que hicieron fortuna con ese tráfico fueron apresados. Sí muchos de sus porteadores que pagaron con la horca o la muerte en la cárcel el delito. Según la época. Pero así son las cosas: la villanía de unos la supervivencia de otros, hoy la vida de Fausto tenía una posibilidad gracias a ese duro trabajo hecho por esclavizados mercaderes en la pared del acantilado.
En el ascenso descubrió cuánto miedo se puede tener a las alturas. Los primeros tramos, aunque deteriorados por el oleaje, pasaron sin gloria y con poca pena. Algún tropezón y varios resbalones que no superaron la alarma: era muy fácil caer. Adheridos a la pared y los peldaños, líquenes, hongos. Incluso algún tramo tapizado de musgo, verde vivo, tacto oleoso resbaladizo. Nunca hubiera pensado que esos organismos, inmóviles hasta para el crecimiento e inofensivos como un bebé, podrían ser su peor enemigo. La falta de uso tiene estas cosas –pensó-, devuelve a la naturaleza lo que le pertenece. Y aquella enorme pared de granito no se erigió de las profundidades de la tierra para hacer de ella una escalera.




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

No hay comentarios:

Publicar un comentario