martes, 27 de noviembre de 2012

INDIGNADO JAPI BLUS




INDIGNADO JAPI BLUS


Queridos contemporáneos, compatriotas, camaradas, colegas;
delincuentes en fin.

Me dirijo a vosotros desde esta tribuna mágica del olvido
para indicaros el camino a seguir.
Que no será por mí: jamás cometí yo el error de predicar con el ejemplo.
Sí en cambio, fui proclive hoy un experto,
al mal ejemplo.

Os he convocado a todos en esta plaza del pueblo,
emblemática por costumbre sanguinaria por tradición;
por la acostumbrada tradición de sacrificios humanos
a voluntad de sacerdotes y por la gracia de los dioses,
para trasladaros un mensaje claro, desapaciguador y contundente:
la idea sublime de que esta revolución sí será televisada.
No en vano, ya he vendido los derechos de emisión
al mejor postor:
un canal porno que la emitirá 24 horas en abierto.
Entiéndase esto como se quiera.

Mis asesores de imagen: peluqueros, maquilladoras,
quitalegañas, limpiauñas, muerdepalillos.
Junto a mis asesores de pensamiento:
redactores de discursos, creadores de opinión,
marcadores de tendencias, manipuladores,
cuentacuentistas, chantajistas y extorsionadores en general,
me han aconsejado sabiamente que dedique el tiempo mínimo necesario
a escuchar a los demás.
Que intervenga solo en actos
que puedan ser propagandísticos.
Y que valore con descaro el costo-beneficio
de cada gesto que hago.

Pero hoy mis queridos delincuentes,
y los que no pre-delincuentes,
he decidido iniciar una nueva etapa.
Más aún: una nueva era irrepetible.
Pues vosotros, y especialmente yo,
no merecemos menos.

Hoy será el día que la historia de los vencedores señalará
como el más importante de este tiempo de turbulencias y tormentas.
De agitadores políticos y resentidos sociales.
De camorristas, gamberros y reventadores de conciertos.
Hoy, estimados todos por parecerse a mí,
debo anunciar que me fugo al otro bando.
Que me trasnfugo.
Que deserto sin la menor vergüenza de mi puesto en el ejército
de persecución legalizada,
llámese también de salvación,
para comandar el batallón 59 del recién creado ejército
de durmientes indignados.
Que como todos sabéis,
no sólo son aquellos que se manifiestan.
Está el número más grande entre los que,
públicamente,
ni tan siquiera su nombre se atreven a pronunciar.

A ellos, con mi voluntad de servirme y mi afán por protegerme,
me dirijo:

¿A qué esperáis malditos bastardos?
¿A que os llegue por escrito la orden para la autodefensa?



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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